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PALABRAS COMO BALAS

Las palabras como balas se alojan en lugares de difícil acceso, se instalan dolorosas, molestas, se retuercen entre nuestro cuerpo, mientras pretendes con un plumazo borrar de todo ese dolor como si nada hubiese sucedido.

No me engañan tus halagos desmedidos, tus ponderaciones, que pretenden borrar con el codo lo que manifestaste en pleno uso de tu razón. Dicen que las palabras se la lleva el viento, pero algunas tienen ese don de quedar más grabadas que otras, de esconderse en esos rincones de difícil acceso, y allí están recordando por momentos ese desafortunado instante en el que decidiste dispararlas.

Ese disparo ha hecho perder mi confianza, ese lazo que parecía indestructible ha quedado cortado, resquebrajado por la desilusión, por el descubrimiento de un ser muy diferente al que creía que eras, pero que sin embargo estaba allí realzando a tu verdadero yo.

Tomo un bisturí e intento extirparla, con mucho pulso y precisión, con la valentía entre mis manos me pongo en marcha, dispuesta a que se produzca el sano proceso de cicatrización, en el que la herida lentamente cierra.

Es así que cuando intentamos revertir algún acto y cambiar la actitud hacia una persona, es importante no olvidar que algunas palabras suelen tener el efecto de las balas una vez que se dicen no tienen marcha atrás, porque fueron disparadas con una intensidad y una fuerza irreversible. También cuando esas palabras lastiman, dañan o perjudican no son tan fáciles de solucionar con una simple sonrisa y un cambio de actitud.

Algunas veces no llegamos a dimensionar el daño que pudimos ocasionar a alguien a través de nuestros dichos, o palabras, que quizás no hayan tenido ese destino, pero sin embargo han llegado a su receptor y lo han molestado, dañado o incomodado. Es así que cuando nos damos cuenta de ello, intentamos revertir lo sucedido, pero no siempre es posible.

¿Por qué no es posible?

Como todo en la vida, los porqué son inherentes a cada situación y persona, no hay recetas, ni fórmulas mágicas, pero hay un gran porcentaje de ocasiones similares, que nos llevan a ver que ciertas situaciones son como copas de cristal una vez que se rompen no hay forma de arreglarlas. De aquí que los esfuerzos algunas veces por recomponer una relación son inoperantes, porque se han roto algunas fibras imposibles de recuperar.

No me engañan tus halagos desmedidos, tus ponderaciones, que pretenden borrar con el codo lo que manifestaste en pleno uso de tu razón. Dicen que las palabras se la lleva el viento, pero algunas tienen ese don de quedar más grabadas que otras, de esconderse en esos rincones de difícil acceso, y allí están recordando por instantes ese desafortunado momento en el que decidiste dispararlas.

Las palabras como balas se alojan en lugares de difícil acceso, se instalan dolorosas, molestas, se retuercen entre nuestro cuerpo, mientras pretendes con un plumazo borrar de todo ese dolor como si nada hubiese sucedido.

Tomo un bisturí e intento extirparla, con mucho pulso y precisión, con la valentía entre mis manos me pongo en marcha, dispuesta a que se produzca el sano proceso de cicatrización, en el que la herida lentamente cierra.

Andrea Calvete





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