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EL OJO DEL CIELO

Un enorme ojo desde el cielo observa todo lo que sucede, testigo de noches de desvelos, de culpas, de silencios, de esperas interminables, de suspiros sostenidos, mientras los deseos se reprimen para no ser descubiertos. Pero el ojo que todo lo ve llega más allá de que nos ocultemos detrás de ese disfraz hecho a medida

Serpentear por el camino de la ilusión se hace arduo cuando lo cotidiano agobia, o asfixia la gris rutina. Sin embargo, un inmenso espacio nos circunda, mientras un cielo de oportunidades se esfuma entre el sinfín de cosas que nos suceden.

Nubes blancas y espesas se pasean mientras continuamos con la mirada absorta en nuestras preocupaciones. Al cielo se le escapa de vez en cuando alguna lágrima, cuando agotado de buscar soluciones los obstáculos se deslizan sin el menor miramiento.

Brilla el sol, radiante se eleva como una guía en el camino, pero hoy vamos demasiado ensimismados, somos incapaces de percibir nuestra propia sombra, continuamos sin tregua, con la respiración entrecortada hacemos una pausa, pero nos falta el aire, a pesar de todo continuamos como si nada pasara.

Las estrellas iluminan las noches, en las que los deseos palpitan a la espera que un brillo se encienda. Las preguntas se aglomeran en busca de respuestas, y la falta de amor se hace presente cuando la luna no se asoma.

Las mentiras se alistan en la vereda del odio y la avaricia, caminan en busca del próximo engaño a la vuelta del camino.

Los hechizos hechos una rosca se entremezclan de la mano de la magia y el encanto del atardecer, para que los suspiros se esparzan por la vía láctea, hasta llegar a ese lugar justo y perfecto en el que pueden estrechar los dedos las ilusiones.

Pero el ojo que todo lo ve llega más allá de que nos ocultemos detrás de ese disfraz hecho a medida

Un cielo estrellado ilumina el camino, pero enceguecidos no alcanzamos a distinguir la bella escena. Tomamos un atajo, nos detenemos y observamos con calma ese universo maravilloso que está para ser descubierto y trascendido, nos toma de la mano y nos invita a peinar a la ilusión para palpitar en una sintonía nueva y diferente, en la que los posibles asoman en el abismo de los días. Mientras un enorme ojo nos observa más allá de que nos ocultemos detrás de ese disfraz hecho a medida

Andrea Calvete

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