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NI TANTO, NI TAN POCO

Fue tomando notas de cada detalle, así con el correr del tiempo un montón de papeles se hicieron testigos de lo sucedido. Sin embargo, cabía cuestionarse la fidelidad de aquellas palabras, impregnadas de emociones y sentimientos, donde poco lugar quedaba para la objetividad.

Hacía muchos años que se había distanciado con la objetividad, había razones para alejarse.
La objetividad le hacía entrar en razón, pararse en esa línea ecuánime y de porte casi profesional. Si bien había sido por momentos buena compañera, llegó un  punto en el que sintió que se alejaba de sus emociones, de su verdadero ser, era como hacerse trampa al solitario o simplemente querer ser lo que no era. Esa dicotomía de alguna forma le fue alejando de ella, así cada vez se encontraron más espaciadamente hasta que dejaron de verse.

Como suele pasar muchas veces en la vida nos distanciamos de alguien por ciertos motivos, pero en el fondo no porque haya sucedido algo de peso como para romper la relación. De este modo, se va enfriando ese vínculo hasta que finalmente se hace tan endeble que queda desvanecido en el tiempo. Esto era sencillamente lo que había ocurrido.

Sin embargo, esa cuota de objetividad alejada por momentos le hacía perder la razón, y deambular por zonas donde se dejaba enceguecer por sus impulsos y anhelos más profundos, sin detenerse unos instantes a pensar, a observar y tomar perspectiva. Quizás era eso lo que más añoraba de ella.

Recordó un viejo refrán que decía su abuelo: “Ni tanto, ni tan poco”

Tragó saliva como para asimilar aquel recuerdo que le había hecho pensar y rever la posibilidad de volver a tomar el camino por la difícil línea de la equidad. Bien abrigado se encaminó a buscar a la objetividad para tomar un café con ella.

Andrea Calvete

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