VACÍO
El vacío, lejos de ser simplemente ausencia, puede ser el espacio fértil donde las nuevas oportunidades y experiencias se gestan y finalmente florecen. Tiene que ver con nuestras prioridades y el uso adecuado del tiempo y espacio. De esta forma podemos dar paso a la meditación, creatividad, crecimiento personal y simplicidad.
Como la tierra fértil que reposa tras la cosecha, el vacío es la promesa de lo que está por venir. En este silencio expectante, las semillas del cambio germinan en la oscuridad, nutridas por la esperanza y la paciencia. Es en este intervalo de transición donde las posibilidades se entrelazan. Así, en el eco del vacío, cada latido anuncia la llegada de un nuevo amanecer, donde las historias aún por contar encuentran su voz y las promesas por cumplir se elevan hacia el cielo.
Hoy no pretendo saltar al vacío, al contrario, quisiera encontrar en él un lugar confortable para despojarnos de lo que nos sobra. Para eso es preciso crear un espacio, un vacío, para que las cosas nuevas lleguen a la vida. Y también muy necesario eliminar lo que es inútil, para que la prosperidad venga. Es la fuerza de ese vacío que absorberá y atraerá todo lo que uno desee.
Si lo tuviera que describir, un lugar limpio, tranquilo donde cada inspiración nutre y cada exhalación aliviana y purifica. Un espacio que nos genera paz y tranquilidad.
Tantas veces nos atestamos de compromisos, de cosas materiales, de tareas, en busca de prevenir, de atesorar, pero nos pensamos cuál es el saldo que va quedando en nosotros al vivir sin tiempo para distraernos, disfrutar de la naturaleza, de los amigos, la familia, y lo que realmente nos importa. Por eso es cuestión de generar ese espacio en el que decidimos dejar de hacer lo que no es necesario, o buscar lugar para lo que nos importa.
Uno de los problemas más grandes de esta época son la falta de tiempo y espacio. A propósito de este tema suele suceder que buscamos afuera lo que deberíamos buscar adentro. Si nos remontamos a la antigua Grecia, cuentan que a Sócrates se le veía paseando por el mercado principal de la ciudad de Atenas con frecuencia. Un día, un vendedor le preguntó si deseaba llevar algo a lo que Sócrates contestó que le agradecía, que el disfrutaba paseando y observando todo lo que no necesitaba comprar para ser feliz. De alguna manera esta anécdota nos lleva a reflexionar sobre lo que no es necesario y sin embargo forma parte de nuestros días.
Todo cambia, y nosotros también, quizás lo que hace un tiempo era necesario ahora no lo es. Posiblemente, para lograr sentirnos mejor sea cuestión como decía San Agustín de vaciarnos de lo que estamos llenos para llenarnos de lo que estamos vacíos, un gran desafío que nos acerca a este principio de vacío tan importante de implementar.
El vacío, lejos de ser simplemente una ausencia, puede ser una presencia significativa en nuestras vidas. Nos ofrece oportunidades para la reflexión, la creación y el crecimiento. Aprender a reconocer y valorar el vacío puede llevarnos a una vida más equilibrada y significativa.
Andrea Calvete