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LA VEREDA

Lugar de paso por el que se transita, en donde los pasos dejan sentir su andar, las palabras se deslizan a través de conversaciones, y las risas desbordan para aquellos que las atraviesan con alegría. Paciente nos ve transcurrir y es testigo de innumerables historias. 

La vereda no es un simple lugar de paso, también suele ser testigo de caminatas, encuentros, charlas, paseos y reuniones. Era una costumbre muy arraigada en nuestros días que los vecinos se sentaran a conversar en la vereda, sobre todo en los barrios donde las casas o apartamentos no tenían fondo.

Lugar de paseo para los perros que van felices porque sus amos los llevan a recorrer una vuelta, sin embargo, algunas veces nos encontramos con algún premio producto de un dueño descuidado que no ha juntado las heces de su mascota.

Como lugar de encuentro la vereda sigue vigente, una de las veredas más transitadas en la ciudad de Montevideo es la Rambla, en la que la belleza natural hace de los caminantes, corredores o ciclistas un paseo como pocos. Sin embargo, este fin de semana me tocó presenciar un desafortunado encuentro, que creo que dejó a los protagonistas embarcados en una muy mala energía.

Antes de detenerme en lo ocurrido, cabe destacar que la vereda es un lugar de convivencia, de respeto y de ciudadanía. Todos tenemos derecho a transitar por ella, pero sin dificultar u obstaculizar el tránsito de otro transeúnte. Si bien hoy las bici-vías han comenzado a funcionar para solucionar el tránsito de este tipo de vehículo, hoy en la Rambla montevideana aún transitan muchas por la vereda, y en algunos tramos se complica el paseo.

El hecho que les voy a narrar tuvo lugar en la Rambla a la altura de la Plaza Virgilio, si bien yo venía caminando por la playa se escuchó perfectamente el incidente entre un joven que corría y tres señoras que caminaban. La discusión comenzó cuando el joven se volvió hacia las tres señoras y las insultó por obstaculizar el paso, adujo que él estaba entrenando, que les pidió permiso y no se corrieron. Las señoras al ser insultadas con violencia respondieron de la misma forma y le dijeron que ya bastante tenían con las bicicletas que pasaban a todo lo que da, y que si quería entrenar lo hiciera en otro lado (y estoy suavizando bastante todo lo dicho sin respeto alguno). No daba crédito a lo que escuchaba y veía, era una hermosa mañana de domingo, soleada preciosa, y pensé que necesidad de agredirse mutuamente, de destratarse de esa manera, pero evidentemente tanto el joven como las señoras tenían ya sus enojos adentro.

De vuelta a la vereda, también ha sido testigo de parejas enamoradas tomadas de la mano, o de niños que corren jugando como si el mejor día. Y como dejar de mencionar a los vendedores de helados, garrapiñadas, o tortas fritas, que son parte de este folklore de la vereda en el que todos pasamos y dejamos algo de nosotros.

La vereda ese lugar de paso por el que se transita, en donde los pasos dejan sentir su andar, las palabras se deslizan a través de conversaciones, y las risas desbordan para aquellos que las atraviesan con alegría. Paciente nos ve transcurrir y es testigo de innumerables historias. 

Andrea Calvete

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