LA LLAVE DE LA FIESTA
La vida puede convertirse en una fiesta o en el más terrible de los lugares, o simplemente en una permanencia sin pena ni gloria. ¿Dónde está el misterio?, ¿dónde esta la llave que nos conduce a la fiesta?
La fiesta se abre ante las pupilas de la gratitud, ante los poros del disfrute de la naturaleza, y los corazones que vibran en una sintonía armónica, donde los pétalos del amor perfuman su mística existencia.
Los obstáculos hacen que la popularidad de esta llave al alcance de todos pronto se desvanezca, y entonces sintamos que se nos escapa de los dedos y vuela como el viento.
Los vicios oscuros nos alejan de esta llave porque ocupados en ellos las manos aceitadas por la ambición, el orgullo y la codicia, hacen que pronto se deslice y caiga por el alcantarillado del olvido. Y así olvidamos lo más importante: ¿El sentido de nuestra propia existencia?
Los días se escapan rápidamente, el tiempo se acorta, y más próximos a la partida nos embriagamos de más obligaciones y tareas innecesarias y superfluas, de personas que llenan nuestras horas vacías y nuestras copas sedientas de algo que aún no hemos encontrado.
Un viejo y antiguo sabio dijo que había una fórmula mágica para que esta llave no se perdiera, hace siglos que la humanidad la busca, pero son pocos los que logran mantenerla en sus manos.
Susurran muy bajito los que han logrado abrirse a la fiesta que es un banquete único, en donde los colores rojos y naranjas del amanecer son perfectos, los atardeceres mágicos llenos de aromas indescriptibles y las noches de luna llena un espectáculo fascinante donde las estrellas dejan saborear los gustos más exquisitos del universo. La humedad realza los perfumes silvestres que caminan entre las flores llenas de néctar. La música de las olas es un remanso para los sentidos, mientras las hojas de los árboles se acarician en un murmullo casi perfecto, y los pájaros trinan llenos de vida como un suave violín que imprime notas afinadas a la belleza del cuadro.
El corazón se abre al vibrar de una sonrisa, de un abrazo cálido o de un beso sincero, de esa caricia que lo hace cabalgar hacia otro mundo lejano, en dónde el éxtasis se toca con el horizonte. Hace el amor la utopía con el arcoíris que se dibuja en el cielo cuando el sol aparece luego de la lluvia.
Todos quieren entrar a la fiesta, sin embargo, no saben que hay que estar dispuesto a dejar tantas cosas superfluas atrás, para abrirse sin miedo a los pequeños y grandes detalles de nuestra permanencia.
La fiesta ha comenzado y estamos invitados, la llave al alcance de todos, aunque sólo unos pocos lograrán entrar y ponerse cómodos en este recinto misterioso llamado vida.
La fiesta se abre ante las pupilas de la gratitud, ante los poros del disfrute de la naturaleza, y los corazones que vibran en una sintonía armónica, donde los pétalos del amor perfuman su mística existencia.
Los obstáculos hacen que la popularidad de esta llave al alcance de todos pronto se desvanezca, y entonces sintamos que se nos escapa de los dedos y vuela como el viento.
Los vicios oscuros nos alejan de esta llave porque ocupados en ellos las manos aceitadas por la ambición, el orgullo y la codicia, hacen que pronto se deslice y caiga por el alcantarillado del olvido. Y así olvidamos lo más importante: ¿El sentido de nuestra propia existencia?
Los días se escapan rápidamente, el tiempo se acorta, y más próximos a la partida nos embriagamos de más obligaciones y tareas innecesarias y superfluas, de personas que llenan nuestras horas vacías y nuestras copas sedientas de algo que aún no hemos encontrado.
Un viejo y antiguo sabio dijo que había una fórmula mágica para que esta llave no se perdiera, hace siglos que la humanidad la busca, pero son pocos los que logran mantenerla en sus manos.
Susurran muy bajito los que han logrado abrirse a la fiesta que es un banquete único, en donde los colores rojos y naranjas del amanecer son perfectos, los atardeceres mágicos llenos de aromas indescriptibles y las noches de luna llena un espectáculo fascinante donde las estrellas dejan saborear los gustos más exquisitos del universo. La humedad realza los perfumes silvestres que caminan entre las flores llenas de néctar. La música de las olas es un remanso para los sentidos, mientras las hojas de los árboles se acarician en un murmullo casi perfecto, y los pájaros trinan llenos de vida como un suave violín que imprime notas afinadas a la belleza del cuadro.
El corazón se abre al vibrar de una sonrisa, de un abrazo cálido o de un beso sincero, de esa caricia que lo hace cabalgar hacia otro mundo lejano, en dónde el éxtasis se toca con el horizonte. Hace el amor la utopía con el arcoíris que se dibuja en el cielo cuando el sol aparece luego de la lluvia.
Todos quieren entrar a la fiesta, sin embargo, no saben que hay que estar dispuesto a dejar tantas cosas superfluas atrás, para abrirse sin miedo a los pequeños y grandes detalles de nuestra permanencia.
La fiesta ha comenzado y estamos invitados, la llave al alcance de todos, aunque sólo unos pocos lograrán entrar y ponerse cómodos en este recinto misterioso llamado vida.
Andrea Calvete