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EL VUELO DE LOS SUEÑOS

Hacedores de posibles, de gotas de ilusión, de pizcas de esperanzas, de anhelos florecientes, así son los sueños capaces de bordar imágenes, de entrelazar sedas, sonidos, aromas, sabores, colores, texturas, para hacernos vibrar en las sintonías más inesperadas. Quien sueña despierto abre las alas a la creatividad y a la magia.

Los sueños nos trasladan a lugares perdidos, pasados, futuros, algunas veces inimaginables, con su toque mágico, disparatado e inigualable a la hora de crear. Nos llevan hasta rincones en los que posiblemente despiertos no nos atrevamos a incursionar.

Ellos se conectan de manera “caprichosa”, aunque si los analizamos bien nada está allí sin motivo, ni causa, alguna conexión lejana y remota hace que se tejan de determinada manera. Hay veces inconexos e inconclusos, otras nítidos y frescos como el aroma de la mañana, suelen dejar su huella en nuestros días.

Algunas noches son importantes vías de escapes, ríos que nos conducen a océanos, o pájaros que vuelan alto y lejos, sin rumbo apacibles. Pero no siempre suelen ser tranquilos, por momentos nos inquietan, a tal punto que cuando no podemos soportar más lo que estamos soñando nos despertamos bañados en traspiración.

Trabajan con lo que reprimimos, lo que no dejamos que sea, lo que pensamos que es mejor olvidar o callar, lo que no dijimos y está allí latente, con lo que no nos atrevimos, lo que no pudo ser o no quisimos que fuera.

Una vez sucedidos, solemos recordarlos, algunos nítidos, otros confusos, pero según hayan transcurrido al día siguiente nos queda su sabor, sus imágines, sus aromas y sonidos grabados, como si un cuadro hubiese sido pintado en la noche.

Los sueños nos trasladan a épocas vividas, a lugares especiales, que quizás aquí y ahora sean imposibles de transitar, porque ese tiempo ya pasó, y lejos quedaron sus integrantes así como ese lugar físico que le da vida.

Suelen esconder lo imposible, lo que anhelamos, lo que deseamos con fervor, o simplemente lo que no nos gusta, pero tenemos que aceptar. Sin embargo, ellos no saben de sermones o impedimentos, ellos llegan a donde les place, con libertad y astucia.

Es tan maravilloso sentir que un sueño nos puede trasladar a un lugar que nos hizo sentir plenos, llenos de energía, acompañados tal vez de alguien muy especial. En cierto medida lo que ocurre, es que esos momentos están en nosotros mismos y los guardamos como luces que nos iluminan cuando más las necesitamos.

También soñamos despiertos, así tomamos una idea y empezamos a trabajarla a tal punto que pronto nos abstraemos del lugar en donde estamos, y nos dirigimos mágicamente a donde se desarrolle o tenga lugar esa idea. Cuando soñamos despiertos la creatividad se viste con sus mejores galas.

Quien sueña, despierto o dormido, pone a volar su imaginación, su creatividad, en un intento por no dejarse agobiar por la rutina que suele ser gris y despiadada.

Los sueños se conjugan con la realidad, y ella se alimenta de los sueños para que la ficción también tenga cabida. Soñar, despertar y volver a soñar es parte de lo que somos, de nuestra esencia misma. Día a día tejemos nuestros sueños para que la realidad se entremezcle con ellos y fluya esa energía que nos conecta con la ilusión, la esperanza y la fe de poder alcanzar lo que anhelemos.

Andrea Calvete

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