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ALMA MATER

Lo miré mustio, agonizante, despidiéndose de lo que quedaba de su hidalguía. Era tiempo de partir, más yo no lo admitía. Él me miraba cansado, mientras absorbía las gotas de agua que le permitían mantenerse en pie. Así se brindaba, indudablemente era un alma mater.

En pie era un decir, el bello romero añejo se arrastraba por el suelo en busca de sol. Originariamente había sido plantado junto a un jazmín del cabo, con el tiempo ambos fueron creciendo y alejándose de la pared lindera en busca del astro rey. Mientras que el jazmín logró equilibrarse con el tiempo, el romero fue quedando mustio. Sin embargo, del romero nació un hijo que creció llenó de fuerza y vigor, seguramente por haber sido plantado en un lugar ideal y además por ser descender de un grande.

El viejo romero alma mater lleva consigo tantos recuerdos, años de felicidad, de silencios, de sonidos, de alegrías y tristezas, años de vida en familia. También en su sombra la ausencia y presencia de los seres que han partido y que compartieron con él tantas vivencias.

Alma mater de la familia, el viejo romero se despide feliz porque ha perfumado y embellecido nuestras vidas. Se marcha orgulloso de ver a su hijo crecer, hermoso y floreciente. Continuará en nuestros recuerdos y como parte de nuestra existencia.

Andrea Calvete

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