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VOLVER A PASAR POR EL CORAZÓN

Pasar por el tamiz de nuestro corazón significa recordar, de manera de teñir esos recuerdos con los colores de los sentimientos, con la luz de los latidos, con la intensidad de los sonidos, con los aromas de las emociones, y las texturas de las pasiones, de allí que no sean tan fiables y puedan vestirse a tu antojo y “piacere”.

La palabra "recordar" viene del latín "recordari ", formado de re (de nuevo) y cordis (corazón). Recordar significa mucho más que tener a alguien presente en la memoria, está íntimamente relacionado con "volver a pasar por el corazón", es decir con permitirse la satisfacción de revivir lo experimentado pero desde una dimensión diferente, quizás teñida por condimentos y sensaciones que no nos habíamos animado a descubrir.

Los recuerdos se deslizan a través de un barquito de papel con letras con olor a humedad y algo borrosas hasta que navegan en la dirección que se proponen. Algunos surgen alocados, otros tímidamente, pero se ven en la medida que les damos paso, los dejamos ser, les permitimos manifestarse en forma auténtica, sin prescripciones o limitaciones que los opriman.

Quien viaja a través de sus recuerdos, logra también revivir lo sucedido, traer al presente un trocito de su pasado, y materializarlo en este aquí y ahora, para entonces conducirse por lo que vendrá con entusiasmo y alegría, con una perspectiva de lo que ha sido y también con una mirada trasparente y serena hacia el hoy y el mañana. Porque dar la espalda al pasado es negar lo que hemos vivido, lo que hemos experimentado de alguna manera.

Algunos recuerdos de pronto aparecen como destellos, y nos trasladan a otras épocas, a lugares que parecen haber quedado perdidos en el tiempo, a esas personas que aún laten en nuestro corazón, a espacios que permanecen nítidos y tangibles a través de nuestros sentidos.

Los recuerdos se diferencian de las frases porque no tienen punto final y es así que surgen tenues o insignificantes, poco nítidos, y se desdibujan entre explicaciones y motivos, y su fiabilidad por momentos puede llegar a cuestionarse frente al temblor que los agita.

La bruma envuelve a los recuerdos, bañados de la humedad de la mañana, del hastío de los días grises, del calor sofocante de las horas de encierro, de los momentos amargos o de las noches de desvelos. Así disfrazados con ropas prestadas caminan en busca de mirarse al espejo más próximo. Parados en una inmensa sala repleta de espejos sus imágenes se distorsionan, y se pierden abrumados por la infinidad de opciones.

Recordar implica traer al presente sabores, aromas , imágenes, contextos , texturas, tiempos que parecen haber quedado oxidados, en una suerte de rescatarlos como mejor podamos, posiblemente obviando contenidos y aderezando otros. Allí nos paramos la mayoría de las veces que rompemos una relación luego de pasado el tiempo, intentamos revivir situaciones que lejos están de ser revividas porque nuestros recuerdos son poco fiables, y luego de repetirse varias veces como mejor se les ocurren los validamos como si fueran absolutamente ciertos.

Andrea Calvete

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