YA NO ME ACUERDO
Ya no me acuerdo por qué dejamos de vernos, tomamos distancia o dijimos adiós. Pero, lo cierto es que pusimos punto final a esos encuentros. Ahora nos separa un océano, un cielo, una inmensidad que se acrecienta con el tiempo. ¿Existe punto final en los recuerdos?
Quizás los porqué ahora resulten tenues o insignificantes, o simplemente pierdan nitidez. Hoy se desdibujen las explicaciones, los motivos y surgen los recuerdos, que de alguna manera no son del todo fiables, pero están allí borrosos y temerosos de salir a la luz.
La bruma envuelve a los recuerdos, bañados de la humedad de la mañana, del hastío de los días grises, del calor sofocante de las horas de encierro, de los momentos amargos o de las noches de desvelos. Así disfrazados con ropas prestadas caminan en busca de mirarse al espejo más próximo. Parados en una inmensa sala repleta de espejos sus imágenes se distorsionan, y se pierden abrumados por la infinidad de opciones.
Ya no me acuerdo, de qué reíamos, o por qué las horas se detenían en el tiempo, pero si hago foco veo tu mirada callada en un espejo, tu sonrisa sincera y tu estar placentero. Así pasaban los minutos eternos, llenos de magia y de misterio, en donde las explicaciones no tenían cabida. Los sentimientos tienen ese don maravilloso de expresarse sin pedir permiso, ni autorización, de manifestarse libremente en el momento justo y perfecto.
Recordar implica traer al presente sabores, aromas , imágenes, contextos , texturas, tiempos que parecen haber quedado oxidados, en una suerte de rescatarlos como mejor podamos, posiblemente obviando contenidos y aderezando otros. Allí nos paramos la mayoría de las veces que rompemos una relación luego de pasado el tiempo, intentamos revivir situaciones que lejos están de ser revividas porque nuestros recuerdos son poco fiables, y luego de repetirse varias veces como mejor se les ocurren los validamos como si fueran absolutamente ciertos.
Buscar los porqués ayuda en el fondo a encontrar respuestas a los motivos por los que algo no pudo ser, se frustró, o finalizó. Pero, ¿de qué sirven los motivos, cuando ya no hay marcha atrás, cuando no es posible revertir la situación? Quizás, como una forma de sentirnos mejor con nosotros mismos, con esos deseos que de alguna forma se vieron cortadas sus alas.
Seguramente, todos recordemos más de lo que nos animamos a contar o a expresar, y esté relacionado con lo que nos negamos a dejar salir a flote porque aceptar un fracaso o una relación que no pudo ser sea algo que nos duele y marca. El hecho de vencer la frustración tiene mucho que ver con estos recuerdos que se disfrazan detrás de lo que “no recordamos” o sí recordamos pero a piacere nuestro.
Ya no me acuerdo si tus ojos eran marrones o negros, pero con gran esfuerzo veo tu mirada cerrando ese capítulo que ya no tenía razón por la cual continuar, era necesario poner un punto final. Pasado el tiempo, comprendo que los puntos son para la gramática, en la vida la puntuación juega excepciones de acuerdo a lo que nuestra mente sea capaz de fabricar en ese mundo plagado de recuerdos.
Así vivimos, plagados de recuerdos que aparecen como flashes por momentos inconexos, confusos, difusos, en otros claros y nítidos, pero están allí, aunque ya no me acuerdo por qué dejamos de vernos.
Quizás los porqué ahora resulten tenues o insignificantes, o simplemente pierdan nitidez. Hoy se desdibujen las explicaciones, los motivos y surgen los recuerdos, que de alguna manera no son del todo fiables, pero están allí borrosos y temerosos de salir a la luz.
La bruma envuelve a los recuerdos, bañados de la humedad de la mañana, del hastío de los días grises, del calor sofocante de las horas de encierro, de los momentos amargos o de las noches de desvelos. Así disfrazados con ropas prestadas caminan en busca de mirarse al espejo más próximo. Parados en una inmensa sala repleta de espejos sus imágenes se distorsionan, y se pierden abrumados por la infinidad de opciones.
Ya no me acuerdo, de qué reíamos, o por qué las horas se detenían en el tiempo, pero si hago foco veo tu mirada callada en un espejo, tu sonrisa sincera y tu estar placentero. Así pasaban los minutos eternos, llenos de magia y de misterio, en donde las explicaciones no tenían cabida. Los sentimientos tienen ese don maravilloso de expresarse sin pedir permiso, ni autorización, de manifestarse libremente en el momento justo y perfecto.
Recordar implica traer al presente sabores, aromas , imágenes, contextos , texturas, tiempos que parecen haber quedado oxidados, en una suerte de rescatarlos como mejor podamos, posiblemente obviando contenidos y aderezando otros. Allí nos paramos la mayoría de las veces que rompemos una relación luego de pasado el tiempo, intentamos revivir situaciones que lejos están de ser revividas porque nuestros recuerdos son poco fiables, y luego de repetirse varias veces como mejor se les ocurren los validamos como si fueran absolutamente ciertos.
Buscar los porqués ayuda en el fondo a encontrar respuestas a los motivos por los que algo no pudo ser, se frustró, o finalizó. Pero, ¿de qué sirven los motivos, cuando ya no hay marcha atrás, cuando no es posible revertir la situación? Quizás, como una forma de sentirnos mejor con nosotros mismos, con esos deseos que de alguna forma se vieron cortadas sus alas.
Seguramente, todos recordemos más de lo que nos animamos a contar o a expresar, y esté relacionado con lo que nos negamos a dejar salir a flote porque aceptar un fracaso o una relación que no pudo ser sea algo que nos duele y marca. El hecho de vencer la frustración tiene mucho que ver con estos recuerdos que se disfrazan detrás de lo que “no recordamos” o sí recordamos pero a piacere nuestro.
Ya no me acuerdo si tus ojos eran marrones o negros, pero con gran esfuerzo veo tu mirada cerrando ese capítulo que ya no tenía razón por la cual continuar, era necesario poner un punto final. Pasado el tiempo, comprendo que los puntos son para la gramática, en la vida la puntuación juega excepciones de acuerdo a lo que nuestra mente sea capaz de fabricar en ese mundo plagado de recuerdos.
Así vivimos, plagados de recuerdos que aparecen como flashes por momentos inconexos, confusos, difusos, en otros claros y nítidos, pero están allí, aunque ya no me acuerdo por qué dejamos de vernos.
Andrea Calvete