LA CABEZA DONDE LOS PIES PIENSAN
Poner las ideas en su debido lugar no es tarea fácil, sobre todo si las queremos hacer tomar contacto con la práctica, es decir donde se desarrolla la vida, en el lugar donde luchan las esperanzas, sufren las desilusiones, se alegran los triunfos y se desplazan los sueños.
La teoría sin práctica pierde razón de ser, sentido, es como sembrar para luego no ser cosechado. El mundo de las ideas suele volar a las tierras de la utopía, también a la de los intereses alejados de la realidad imperante o de las verdaderas necesidades.
Donde se dejan las huellas, donde se pisa es el preciso lugar en el que hay que poner el foco, porque es el aquí y ahora que nos toca vivir, con nuestras circunstancias propias de nuestros días, de esa realidad que por momentos nos disgusta, nos amarga, nos preocupa porque sentimos que se nos escapa de las manos y poco podemos hacer para cambiarla. Quizás el primer paso para no alejarnos de esa realidad, sea pensar con la cabeza donde piensan los pies.
Para pensar con los pies sobre la tierra, el sentido autocrítico es fundamental, no sirve ponernos de jueces de los demás, si no nos ponemos a analizar nuestras fallas y defectos. Admitir errores, también es estar abiertos a las críticas.
Donde los pies pisan es donde transcurren las situaciones del diario vivir, donde vemos los problemas que se dan a nivel social, de alguna manera es tomar protagonismo en esa película que algunas veces miramos de afuera, criticamos, analizamos pero no nos remangamos para ponernos a trabajar como actores. Encontrar defectos, fallas es bastante común, lo complicado es hallar soluciones efectivas a los problemas, o al menos luces que permitan continuar avanzando.
Algunas veces las suelas de los zapatos se encuentran mal trechas, desgastadas, casi agujeradas con pocas ganas de seguir, otras casi sin uso resbalosas y escurridizas, sin embargo, más allá del uso que puedan tener son los que nos hacen tomar contacto con esa realidad que nos mantiene en pie. Por su puesto, que quien vive en una burbuja aislado protegido para no contaminarse de problemas, poco contacto tome con lo que piensan los pies. Para tomar contacto, entonces es preciso salir de esas burbujas de aislamiento, que lo único que hacen es agudizar más el individualismo y competitividad imperantes de este siglo XXI
Pero no todos los pies piensan iguales, por suerte, en la diversidad surge la riqueza, la pluralidad, el intercambio tan preciso y necesario para podernos relacionar y entender entre las personas. Detenernos a escucharnos, algo que parece estar en desuso. Les habrá pasado más de una vez que antes de terminar una frase alguien les habla por arriba y termina contestando algo que no tiene nada que ver con lo que estábamos diciendo, en esos momentos a uno le invade una gran decepción y se da cuenta que poco importaba lo que estábamos diciendo. Sin embargo, no sé si tiene relación con que poco importa más bien creo que hay una necesidad imperante de ser escuchado, de ser atendido producto de esta inmediatez reinante y avasalladora.
Poner las ideas en su debido lugar no es tarea fácil, pero tampoco es una tarea utópica, es poner la teoría en práctica, es hacer carne el verbo, es simplemente poner pienso y voluntad, esmero y compromiso, tiempo y energía en pro de tomar contacto con esa realidad que nos circunda y a la que muchas veces por distintos motivos damos la espalda, quizás cansados, abatidos, o simplemente anestesiados, pero es momento de despertarnos y no desatenderla.
La teoría sin práctica pierde razón de ser, sentido, es como sembrar para luego no ser cosechado. El mundo de las ideas suele volar a las tierras de la utopía, también a la de los intereses alejados de la realidad imperante o de las verdaderas necesidades.
Donde se dejan las huellas, donde se pisa es el preciso lugar en el que hay que poner el foco, porque es el aquí y ahora que nos toca vivir, con nuestras circunstancias propias de nuestros días, de esa realidad que por momentos nos disgusta, nos amarga, nos preocupa porque sentimos que se nos escapa de las manos y poco podemos hacer para cambiarla. Quizás el primer paso para no alejarnos de esa realidad, sea pensar con la cabeza donde piensan los pies.
Para pensar con los pies sobre la tierra, el sentido autocrítico es fundamental, no sirve ponernos de jueces de los demás, si no nos ponemos a analizar nuestras fallas y defectos. Admitir errores, también es estar abiertos a las críticas.
Donde los pies pisan es donde transcurren las situaciones del diario vivir, donde vemos los problemas que se dan a nivel social, de alguna manera es tomar protagonismo en esa película que algunas veces miramos de afuera, criticamos, analizamos pero no nos remangamos para ponernos a trabajar como actores. Encontrar defectos, fallas es bastante común, lo complicado es hallar soluciones efectivas a los problemas, o al menos luces que permitan continuar avanzando.
Algunas veces las suelas de los zapatos se encuentran mal trechas, desgastadas, casi agujeradas con pocas ganas de seguir, otras casi sin uso resbalosas y escurridizas, sin embargo, más allá del uso que puedan tener son los que nos hacen tomar contacto con esa realidad que nos mantiene en pie. Por su puesto, que quien vive en una burbuja aislado protegido para no contaminarse de problemas, poco contacto tome con lo que piensan los pies. Para tomar contacto, entonces es preciso salir de esas burbujas de aislamiento, que lo único que hacen es agudizar más el individualismo y competitividad imperantes de este siglo XXI
Pero no todos los pies piensan iguales, por suerte, en la diversidad surge la riqueza, la pluralidad, el intercambio tan preciso y necesario para podernos relacionar y entender entre las personas. Detenernos a escucharnos, algo que parece estar en desuso. Les habrá pasado más de una vez que antes de terminar una frase alguien les habla por arriba y termina contestando algo que no tiene nada que ver con lo que estábamos diciendo, en esos momentos a uno le invade una gran decepción y se da cuenta que poco importaba lo que estábamos diciendo. Sin embargo, no sé si tiene relación con que poco importa más bien creo que hay una necesidad imperante de ser escuchado, de ser atendido producto de esta inmediatez reinante y avasalladora.
Poner las ideas en su debido lugar no es tarea fácil, pero tampoco es una tarea utópica, es poner la teoría en práctica, es hacer carne el verbo, es simplemente poner pienso y voluntad, esmero y compromiso, tiempo y energía en pro de tomar contacto con esa realidad que nos circunda y a la que muchas veces por distintos motivos damos la espalda, quizás cansados, abatidos, o simplemente anestesiados, pero es momento de despertarnos y no desatenderla.
Andrea Calvete