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VOY A ESPERAR A QUE ME LLAME

Ajenas a todo quienes las rodeaban dos mujeres conversaban muy amenas, yo no alcanzaba a escuchar exactamente lo que decían, pero una frase quedó en mis oídos: “Voy a esperar que me llame, hasta que no me conteste no voy a dar señales de vida”

Desde, luego no sabía a qué se referían, pero me pregunté: ¿Por qué tantas veces esperamos a que nos contesten, den señales de vida? Luego de unos minutos de pensarlo, me di cuenta que la gran mayoría de las veces esperamos respuestas, desde lo que pensamos y sentimos, olvidando que los demás no piensan o sienten como nosotros. No es fácil ponernos en el lugar del otro, y mucho menos pensar con la cabeza del otro. Por otra parte, hay días que casi no nos entendemos nosotros mismos, cómo pretender comprender lo que piensa otra persona.

Desde luego, que en ese esperar a que nos llamen, den una respuesta, hay mucho de orgullo, de no querer bajar la cabeza, de no ser los primeros en dar un paso que denote debilidad o vulnerabilidad, o simplemente problemas de autoestima. Lamentablemente, la gran mayoría de las veces actuamos en función del qué dirán, qué pensarán, qué cuestionarán, cuando en realidad poco debería eso importar. En realidad cuando sentimos, pensamos y actuamos de acuerdo a nuestras convicciones poco importa lo que se diga sobre nuestro proceder.

De regreso, a la autoestima cuando es adecuada nos permite enfrentar la vida con optimismo, en sano equilibrio emocional, de modo que será posible utilizar todas las herramientas que disponemos para abrirnos paso en la vida. En sí, lo primero que implica es respeto por nosotros mismos, por lo que somos. Si partimos de esta base ya tenemos gran parte del camino allanado.

Asimismo, deberemos tener confianza en lo que somos, aunque muchas personas suelen decir “la tengo, pero en la vida las cosas no me salen como pretendo” y viceversa. Lo que ocurre, es que son cosas distintas, los logros obtenidos y la confianza, no precisamente van de la mano, pues mucha veces aspiramos metas inalcanzables, o tomamos caminos inadecuados, o por el contrario llegamos a esos destinos pero no confiamos en nuestra persona o no estamos satisfechos en cómo somos.

Generalmente, la autoestima se conforma en los primeros años de la niñez, entonces en ella influirán el hogar, la escuela y la familia. Mas cuando ella ha sido perjudicada por situaciones tales como la violencia de algún tipo, la misma puede aparecer muy por debajo del nivel normal.

En casos en los que no nos es posible enfrentar lo que nos toca pues no contamos con las herramientas suficientes, es importante consultar un especialista, que nos permitirá superar esas inseguridades o al menos nos presentará opciones para encontrar una salida.

La vida en sí, diariamente agrede este rico patrimonio, y con el transcurso de los años no sólo se debilita el físico sino también la mente, que son asaltados por el cansancio, el estrés, los problemas del diario vivir, y la gran agresividad vigente en este siglo XXI que con gran facilidad hace aflorar nuestro enojo en un abrir y cerrar de ojos.

Asimismo, cabe señalar que la autoestima puede verse saboteada por nuestro inconsciente, que nos permite aflorar el miedo emocional, y nos lleva a disminuir los niveles de autoestima.

Mas en el camino de la vida, la sociedad nos enseña a “etiquetar” lo que está bien y lo que no, algunas veces prescindiendo de los verdaderos valores humanos, simplemente movidos por la necesidad de alcanzar metas que van en contra del propio individuo, de su autoestima, pues se persiguen metas inalcanzables, que están más allá de nuestras posibilidades. Se nos vende un mundo perfecto, donde no hay lugar para los defectos ni las equivocaciones, donde las situaciones nos cierran en forma automática. Y es así que los medios de comunicación nos inculcan familias ideales, personas perfectas, donde no hay lugar para todos, sino para aquellos que tienen una imagen “ideal”, también establecida por patrones que no tienen ni pie ni cabeza.

Y es así que nos enfrentamos a una sociedad, que muchas veces contribuye a bajar nuestra autoestima sin que nos demos cuenta, sin que seamos capaces de comprender que el hecho de no poseer ese imagen que marcan a fuego en nuestro inconsciente no es relevante, pero a la larga influirá para que cuando nos miremos al espejo o analicemos cómo somos, estemos desconformes, pues no nos ajustamos al prototipo que venden los medios.

Por estos motivos, es necesario hacer una pausa y cuestionarnos ¿dónde se encuentra nuestra autoestima? Pues de ella dependerá el equilibrio físico y mental necesario en nuestro organismo para vivir en paz con nosotros mismos. La autoconfianza y la valía nos permiten a los individuos sentirnos útiles con nosotros mismos y con los demás.

Y la confianza en uno mismo, también se proyecta a través de la autorrealización. Las personas con autoestima positiva ven su sistema inmunológico fuerte, pues esta confianza en sí mismo genera resistencia en su organismo. Sin embargo, cuando la autoestima es baja, nuestra capacidad de enfrentar las adversidades de la vida disminuyen, y nuestras defensas también.

Es importante tener en cuenta que no se trata de ir mirando por encima a los demás sino a nuestra misma altura, sino ya no hablamos de una correcta autoestima.

Como arquitectos de nuestra propia vida, somos lo que pensamos. De este modo, si estamos convencidos que no somos capaces de realizar determinadas tareas, posiblemente nunca lo seamos. Debe existir una relación armónica entre lo que pensamos, deseamos y hacemos. Quizás esta sea la clave para que una persona se encuentre satisfecha consigo misma.

Y de regreso con la pregunta que ocasionó esta vivencia ¿por qué esperar a que nos contesten o den señales de vida?, por múltiples motivos podemos esperar una respuesta, pero no escudados en no mostrar lo que pensamos, sentimos o creemos, no por debilidad o no tener una correcta autoestima. Esperemos una respuesta por respeto, por consideración o por darle el tiempo a la persona que nos otorgará la respuesta.

Andrea Calvete

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