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COMO EL AVE FÉNIX

Renacer entre las cenizas puede sonar a falacia o lindar con la utopía, sin embargo, a lo largo del camino muchas veces surgimos más allá de los obstáculos, para crear luz donde hay sombras o de nadar aún contra la corriente.

Según un antiguo mito, el Ave Fénix renació en Egipto entre las cenizas transformándose en una bella águila, del mismo modo cuando las lágrimas son curativas, cuando los no dan paso a los sí, cuando la fuerza se impone a la debilidad y los "tal vez" surgen, entonces renace lo que estaba allí estancado, como en un proceso de transmutación.

También este mito se remite al Edén donde debajo del árbol del bien y del mal floreció un arbusto de rosas del que nació un pájaro y fue el primero que no quiso poblar el árbol. Cuando Adán y Eva fueron expulsados del Paraíso sobre el nido cayó una chispa de la espada de fuego de un querubín y el pájaro ardió al instante. De sus propias llamas nació un pájaro nuevo Fénix, con color escarlata, cuerpo dorado y con un plumaje renovado. Como premio a su fidelidad y al precepto divino fue dotado de conocimiento, fuerza e inmortalidad. Es así que en el tiempo se ha convertido en inspiración para todos aquellos que buscan bucear en las profundidades para resurgir renovados.

Bucear profundo tiene correlación con desandar lo andado, desoír lo escuchado, desaprender lo aprendido, deshacer lo hecho, desdecir lo dicho, desatar lo atado, desposeer lo poseído, es parte de esa reconstrucción a la que nos debemos enfrentar cuando queremos avanzar y no quedar suspendidos en una inconclusa nube de preguntas que lo único que nos hace es detenernos.

Si bien algunas veces podemos pararnos a pensar o analizar algunos acontecimientos de nuestra vida, es preciso que entendamos que no hay demasiado tiempo para quedarnos estancados en nuestras propias decisiones confusas y temblorosas, ni en nuestras dudas temerosas e insatisfechas. Cuando llegamos a respirar el aire renovador de la transformación, podemos sentir que nada es estático y que la valentía trae consigo las alas para transmutar y elevar nuestro estado de conciencia.

En distintos momentos de la vida morimos y renacemos, con el afán de cambiar de traspasar ciertas barreras que hasta ahora habían sido imposibles de derribar. Sin embargo, no hay peor enemigo que uno mismo, cuando nos negamos posibilidades, cuando no nos enfrentamos a los desafíos o simplemente bajamos los brazos.

Renacer desde las cenizas no es tarea sencilla, implica estar dispuestos a dejar atrás mucho, pero primero reconocer lo que duele y despojarse de eso, para luego tomar contacto con nuevas oportunidades que requieren volver a empezar, arrancar de cero, cosa que resulta bastante difícil porque implica un gran esfuerzo y sacrificio.

Como el Ave Fénix, en algún momento renacemos desde ese polvo ceniciento que parece desaparecer, pero con esas chipas que aún quedan encendidas tomamos impulso para levantarnos desde ese inmenso pozo en el que hemos caído. Y nos levantamos gracias a esa resiliencia que somos capaces de encontrar en los estantes de nuestra existencia, con la esperanza en la mira, con el sí puedo casi de pie, para después ponerlo en práctica sin excusas o pretextos que opaquen nuestro accionar.

La resilencia, se basa en el convencimiento que tienen los individuos de poder sobreponerse a los obstáculos, más allá de que las condiciones sean totalmente adversas, la derrota no se maneja como una opción. Es la posibilidad de resistir situaciones de estrés, pérdidas importantes e inesperadas, el maltrato físico o psíquico, así como el abandono afectivo y todo otro tipo de catástrofes. Y viene de la mano de la entereza, del tesón, de la fuerza de voluntad, del empeño de cada individuo así como de una correcta autoestima. Generalmente, las personas que logran sobreponerse a todo, son aquellas que no se detienen a compadecerse o se estancan en el propio dolor, sino que continúan adelante, enfrentando el viento y la marea, lo cual no significa que no sufran, lloren o se desahoguen, sino que son capaces de no detener la marcha.

Asimismo, la resiliencia es un producto de la trama vincular con otros seres. Así el primer gran momento luego del nacimiento es el contacto del niño con su madre, quien lo proveerá de seguridad física y emocional. Durante los dos primeros años de vida, el niño es como una esponja y todo lo que absorbe en esta etapa repercutirá en el resto de su vida. Del mismo modo, es un momento esencial en la formación de la autoestima. Y en la medida que el niño crece va tomando contacto con nuevos seres, estos vínculos o relaciones serán muy importantes para poder soportar los impactos ante una situación traumática

Quien más o quien menos, ha pasados momentos difíciles, situaciones dolorosas, duelos, y con el correr del tiempo ese trabajo personal y paciente ha permitido reparar esos pedacitos y pegarlos con mucho esfuerzo, en un trabajo artesanal casi perfecto para así reconstruir los muros que se han agrietado, y dar cabida a los cimientos fuertes y seguros que se asemejan al águila que retoma el vuelo airosa, como el Ave Fénix.

Andrea Calvete

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