DORMITA LA TARDE
Una monótona humedad envuelve a las horas dormidas en un sopor inmenso. Sólo algún pájaro se
atreve con su canto a traspasar el silencio.
En la tibia quietud el olor a tierra mojada se mezcla con el perfume de las
lavandas en flor. La perpleja armonía de la tarde se pierde sin quererlo en su
gris apatía. Sin embargo, entreabre sus ojos somnolientos para florecer
en las coloridas alegrías, mientras las rosas la perfuman sin más pretensión
que la de realzar su belleza.
Andrea Calvete