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¿QUIÉN HA CAMBIADO, ÉL O YO?

Sus miradas se cruzaron, pero el fingió no la haberla visto. Ella impactada tragó saliva y continuó caminando, se preguntó mil y una vez por qué negar lo que va más allá de lo explicable. Si fuera tan sencillo responder todos los porque las preguntas perderían solidez y los cuestionamientos pasarían a ser carentes de importancia. Pero allí estaba absorta en el desconcierto “¿Quién ha cambiado, él o yo?” se preguntaba con los ojos llenos de lágrimas.

Esta pregunta puede ser el disparador del comienzo y fin de una pareja, de una sesión de terapia, de un día gris que parece no tener salida y nos agobia preguntado como si fuera muy fácil dar respuesta, pero no lo es, porque es un gran desafío aceptar los cambios, nos cuesta asumirlos e incorporarlos a nuestros hábitos de vida.

Así como este simple encuentro se suceden a diario muchas situaciones que no llegamos a entender, que nos dejan perplejos y por más que busquemos encontrar una respuesta no se la hallamos. No es fácil pararse en la cabeza de otra persona, leer sus pensamientos, razonar de la misma manera, y aunque la conozcamos bien nos es imposible entrar en ese universo de posibilidades que genera cada individuo ante las diferentes situaciones que le toca vivir.

Algunos días no nos entendemos nosotros mismos, nos miramos al espejo y nos desconocemos, nos encontramos desconcentrados, perdidos, distraídos y no comprendemos porque cada decisión nos cuesta una tonelada, es como si quisiéramos poner primera y el cambio no entrara, se podría decir que la caja de cambios anda fallando, o que simplemente tenemos un mal día.

Pero volviendo al ejemplo del comienzo hay silencios que duelen más que las palabras, así como evitar la mirada puede tener mil y un significado, en el fondo en un síntoma de que mal andan las cosas. Tantas situaciones se suceden como disparadores de un antes y un después, de una bifurcación sin retorno, pero no siempre somos conscientes de lo que traerá aparejado el simple hecho de apartar una mirada o mantener silencio ante una situación en la que se espera una reacción inmediata.

Dicen que hablando se entiende la gente, aunque algunas actitudes suelen no tener demasiada explicación y entonces duele tener que admitir algo que no queremos. Ciertas actitudes, como ciertas palabras luego que se disparan no tienen marcha atrás son como las balas generan un dolor punzante, una herida que aunque cicatrice deja huella. Luego de mucho andar intentamos conciliarnos con quienes nos han defraudado o herido, pero las cosas ya no vuelven a ser como antes, han cambiado. Pero pensándolo bien ¿no es puro devenir y cambio la propia vida?, ¿por qué es tan difícil aceptar que algo o alguien ha cambiado, o que nosotros mismos hemos cambiado?

Dentro de las posibilidades infinitas a la hora de contestar ¿por qué ha cambiado el otro o yo?, cabe analizar si ese cambio genera en nosotros sufrimiento o dolor, pues allí nos paramos frente a una puerta que parece cerrarse en la cara y golpearnos duro, entonces cabe preguntarse nuevamente, ¿acepto el cambio?, pero no deseo sufrir, el dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional.

El aceptar requiere fortaleza y resignación porque algunas cosas ya no serán como antes. Sin embargo, el hecho de que cambien traerá aparejado aspectos positivos y negativos, sepamos entonces ponerlos en la balanza de modo de equilibrar y sumar ante el nuevo paso que hemos damos en la vida.

Todo cambio en el fondo genera temor, incertidumbre, porque no sabemos a qué nos vamos a enfrentar, y el ser humano intenta contralar los hilos de su vida, pero con el tiempo los velos se levantan y comprendemos que lejos está la posibilidad de controlar nada, entonces comenzamos a dejar fluir nuestros pensamientos, nuestra imaginación y todo nuestro ser para volar y llegar sin temores a donde nos propongamos en ese cambio que es parte de la vida. Según Charles Darwin: “No es el más fuerte de las especies el que sobrevive, tampoco es el más inteligente el que sobrevive. Es aquel que es más adaptable al cambio.” ¿Quién ha cambiado él, élla, o yo?... quizás todos, el cambio es algo que cuanto antes lo aceptemos más sencillo será retomar la marcha.


Andrea Calvete

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