¿SOMOS LO QUE CONSUMIMOS?
El tiempo no se detiene los años continúan su andar y así tomamos consciencia de ello cuando el almanaque anuncia un nuevo aniversario de vida. Aunque también cuando ciertas dolencias nos visitan solemos comprender que los años no vienen solos y que si bien arrugan la piel, el alma o el yo interior es un espacio que puede permanecer tan joven como decidamos. Sólo es cuestión de cultivarlo y fortalecerlo para así también favorecer nuestro aspecto exterior.
Existe un viejo dicho que dice que somos lo que comemos, así Hipócrates el padre de la medicina predicaba que “tu medicina sea tu alimento, y el alimento tu medicina”. Como seres humanos no sólo nos alimentamos físicamente sino también intelectual y espiritualmente, de modo que somos un todo completo a la hora de nutrirnos. Algunas veces sucede que nuestra alimentación se halla desbalanceada, entonces nuestro cuerpo enferma cuando luego de varias advertencias se cansa de luchar frente a determinadas situaciones que nos molestan o afligen o deterioran.
El correr del diario vivir nos lleva a andar escasos de tiempo y así nos vamos desconectando de los afectos, dejamos de lado aquellas pequeñas cosas como diría Serrat para ocuparnos de otras que parecen más importantes e inminentes. Así se nos desdibujan los límites a la hora de decir hasta aquí llego y no más, porque corremos detrás de más y más por hacer, olvidando lamentablemente cumplir algunas veces con esas necesidades básicas en la correcta alimentación de nuestro ser en cualquiera de sus aspectos. No es sencillo repartirse las horas del día, algunas veces es cuestión de organizarse y otras de priorizar, otras de detenerse unos minutos y analizar detenidamente ¿qué es lo que estamos descuidando? y ¿a qué precio?, importante pregunta a la hora de priorizar nuestro tiempo.
Asimismo, cabe agregar que nuestros pensamientos son muy potentes a la hora de actuar, es así que cuando nos cargamos de negatividad posiblemente no nos salga bien nada. Del mismo modo cada palabra que emitimos se materializa en un acto o en un estado de energía, por ello también las debemos cuidar. El mundo de los pensamientos es muy amplio, en gran parte se conforman por toda la información que vamos acumulando a lo largo del día, ya sea por lo que leemos en los distintos medios o visualizamos de alguna manera, o simplemente experimentamos a través de nuestros actos.
A lo largo de los años vemos que de acuerdo a cómo nos alimentamos nuestra piel, nuestra dentadura, nuestros órganos lucen mejor o peor, del mismo modo nuestro estado anímico y afectivo se ve alimentado de la compañía de nuestros seres queridos, de las buenas lecturas, películas, libros, música, viajes, espectáculos, ratos de óseo, vacaciones o del abrazo o caricia de quien es capaz de alimentar nuestro corazón, así que es una buena pregunta analizar qué consumimos para ver cómo nos sentimos.
Existe un viejo dicho que dice que somos lo que comemos, así Hipócrates el padre de la medicina predicaba que “tu medicina sea tu alimento, y el alimento tu medicina”. Como seres humanos no sólo nos alimentamos físicamente sino también intelectual y espiritualmente, de modo que somos un todo completo a la hora de nutrirnos. Algunas veces sucede que nuestra alimentación se halla desbalanceada, entonces nuestro cuerpo enferma cuando luego de varias advertencias se cansa de luchar frente a determinadas situaciones que nos molestan o afligen o deterioran.
El correr del diario vivir nos lleva a andar escasos de tiempo y así nos vamos desconectando de los afectos, dejamos de lado aquellas pequeñas cosas como diría Serrat para ocuparnos de otras que parecen más importantes e inminentes. Así se nos desdibujan los límites a la hora de decir hasta aquí llego y no más, porque corremos detrás de más y más por hacer, olvidando lamentablemente cumplir algunas veces con esas necesidades básicas en la correcta alimentación de nuestro ser en cualquiera de sus aspectos. No es sencillo repartirse las horas del día, algunas veces es cuestión de organizarse y otras de priorizar, otras de detenerse unos minutos y analizar detenidamente ¿qué es lo que estamos descuidando? y ¿a qué precio?, importante pregunta a la hora de priorizar nuestro tiempo.
Asimismo, cabe agregar que nuestros pensamientos son muy potentes a la hora de actuar, es así que cuando nos cargamos de negatividad posiblemente no nos salga bien nada. Del mismo modo cada palabra que emitimos se materializa en un acto o en un estado de energía, por ello también las debemos cuidar. El mundo de los pensamientos es muy amplio, en gran parte se conforman por toda la información que vamos acumulando a lo largo del día, ya sea por lo que leemos en los distintos medios o visualizamos de alguna manera, o simplemente experimentamos a través de nuestros actos.
No debemos olvidar de alimentar nuestros sueños, ilusiones,
tantas veces perdidas, otras olvidadas, ya que son un aliciente muy importante
para continuar con fuerzas de cara a un nuevo día y también para hacer frente a las posibles
adversidades. Aunque por momentos nos sintamos desanimados es necesario no
perderlos de vista, o simplemente acercarnos a alguien o algo que nos pueda
ayudar a recuperarlos.
A lo largo de los años vemos que de acuerdo a cómo nos alimentamos nuestra piel, nuestra dentadura, nuestros órganos lucen mejor o peor, del mismo modo nuestro estado anímico y afectivo se ve alimentado de la compañía de nuestros seres queridos, de las buenas lecturas, películas, libros, música, viajes, espectáculos, ratos de óseo, vacaciones o del abrazo o caricia de quien es capaz de alimentar nuestro corazón, así que es una buena pregunta analizar qué consumimos para ver cómo nos sentimos.
Andrea Calvete