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¡POR FIN DE VACACIONES!

Sabores, aromas y colores suelen sorprendernos cuando decidimos tomarnos unos días de vacaciones. Todo parece verse mejor, la jovialidad y el entusiasmo suelen sentarse junto a nosotros. Por eso, el atuendo más apropiado será el que nos permita disfrutar con plenitud de esta instancia.

Por diferentes razones se hacen imprescindibles luego de un año de esforzada labor, y allí estamos de frente a ellas que nos esperan con los brazos abiertos, para abrazarnos con fuerza y energía.

Como les habrá pasado más de una vez, no siempre podemos vacacionar donde más nos gustaría, pero lo importante es qué hacer con esos días que nos esperan. Un tiempo antes comienzan los proyectos, las opciones que proliferan sin cesar.

Generalmente, lo que sale a último momento y de improviso es lo que mejor sabe, lo que nos sorprende y deleita, porque tiene la frescura de lo que llega para sorprendernos. Más que el esfuerzo por preparar todo de la mejor manera, está el entusiasmo en lo que vayamos a hacer, la energía que corre en cada minuto.

Algunas veces, sin querer malgastamos el tiempo, nos quejamos, discutimos, nos inquietamos por lo que nos espera, y en definitiva desperdiciamos el aquí y ahora, maravillosos, aunque los perdemos de vista porque lo que nos rodea nos absorbe como si fuéramos esponjas.

Dejarse absorber por lo que pasa alrededor tiene a favor el ver que en el fondo no hemos perdido nuestra cuota de asombro y de sorpresa. Sin embargo, tiene una gran desventaja y es el sumergirnos en un océano profundo y desconocido llamado devenir.

Quizás lo más razonable sea pegarnos una zambullida diaria en todo lo que nos rodea, sin olvidar, disfrutar de nuestros afectos, de nuestro tiempo libre, de esa mirada que nos llama pidiendo ayuda, o de ese suspiro que dice más que mil palabras.

Disfrutar de esas vacaciones, aquí o en cualquier otro lado, depende de estar abiertos a dejarnos sorprender, a estar dispuestos a hacer algo nuevo, diferente, que nos permita salir de ese estado de robotización al que nos encontramos sometidos todos los días.

Con la malla puesta en las vacaciones podemos acercarnos a todas las posibilidades de ofertas habidas y por haber, pero seguramente las más entrañables sean las que nos dejen el sabor del cariño de las personas que realmente importan en nuestros días, cuyo paso es necesario en cualquier ocasión.

Ya elegido el destino nos podemos disponer a salir, con el buen humor puesto como principal atuendo, la paciencia como especial utensilio y la alegría como excusa inevitable para poder hacer de un día gris un destino fabuloso.

Probablemente, esta no sea la primera vez que se van de vacaciones, así que sabrán que la almohada y la cama son dos objetos prácticamente imposibles de sustituir, entrañables, ¡como las de uno no hay otras!

En realidad el valor afectivo que le damos a cada pequeño objeto que forma parte de nuestro diario vivir, es lo que hace que para cada uno tenga un significado y un valor diferente cada día.

Esos rituales y costumbres que vamos adoptando día a día también nos acompañarán en este merecido descanso, porque ya se han convertido en parte de nuestra compañía. Pero vale la pena, desapegarnos de algunos objetos y probar hacer algo diferente que cambie esa rutina a la que nos ajustamos, quizás sea una parte importante para que estas vacaciones se hagan especiales y diferentes.

Salir de la rutina es parte fundamental de ese camino a seguir, poder desprenderse de los horarios a rajatabla, de ese sopor que nos invade junto a la monotonía que penetra solapada, sin dejar espacio a la sorpresa, a lo diferente, o al simple cambio que nos da oxígeno.

En ocasiones, querer implementar un pequeño cambio nos da la sensación de saltar a un abismo, no porque en realidad sea tan majestuosa la decisión a tomar, sino porque significa hacer algo diferente, y entonces surgen los miedos, las dudas, los pequeños temores que son parte de los cuestionamientos diarios.

Por otra parte, cuando nos toman mal parados, es decir en momentos difíciles de nuestra vida, posiblemente el lugar a nuevos pasos se haga más escurridizo. Sin embargo, es aquí cuando debemos tomar más coraje para saltar ese abismo que parece esperarnos, los abismos no son tan grandes ni tan poderosos, somos nosotros los que les damos poder.

Con todos los elementos puestos en la maleta los invito a disfrutar al máximo de esas vacaciones, sin olvidar que los principales implementos están con ese yo interior que nos va a acompañar a todos lados. Por eso, descubramos lo mejor de él y a disfrutar.

Andrea Calvete

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