MILAGRO
Los minutos transcurrían tocados por la monotonía y el sopor de la tormenta que se avecinaba. Un cielo encapotado cubría la existencia.
Pocas fuerzas le iban quedando, había perdido casi todo, pero algo aún le permitía seguir con la cabeza en alto, su dignidad estaba firme, bien parada, aferrada a pesar de los vientos y tempestades sufridos.
Romeo era un hombre ya mayor. Su pelo blanco y su mirada clara lo distinguían, y le abrían paso. La transparencia y humildad eran rasgos que le habían acompañado en el camino.
De pronto, un llamado le hizo cambiar la expresión, la sonrisa nuevamente centelleó en su cara. El hijo perdido en el mundo, veinte años sin comunicarse, había aparecido.
Cuando cortó, Romeo sintió por primera vez en la vida que un milagro había ocurrido, no había explicación lógica que pudiera revelar lo sucedido. Entonces elevó su mirada al cielo y dijo: “Gracias por permitir reencontrarme con mi hijo, un verdadero milagro”.
Pocas fuerzas le iban quedando, había perdido casi todo, pero algo aún le permitía seguir con la cabeza en alto, su dignidad estaba firme, bien parada, aferrada a pesar de los vientos y tempestades sufridos.
Romeo era un hombre ya mayor. Su pelo blanco y su mirada clara lo distinguían, y le abrían paso. La transparencia y humildad eran rasgos que le habían acompañado en el camino.
De pronto, un llamado le hizo cambiar la expresión, la sonrisa nuevamente centelleó en su cara. El hijo perdido en el mundo, veinte años sin comunicarse, había aparecido.
Cuando cortó, Romeo sintió por primera vez en la vida que un milagro había ocurrido, no había explicación lógica que pudiera revelar lo sucedido. Entonces elevó su mirada al cielo y dijo: “Gracias por permitir reencontrarme con mi hijo, un verdadero milagro”.
Andrea Calvete