LAS PALABRAS SON ACCIONES
No todas las palabras llegan de la misma manera, algunas penetran hondo, otras deambulan sin encontrar dónde instalarse, en tanto, otras nos afectan a tal punto que cambian nuestro humor y nuestro día, pero lo cierto es que todas tienen su accionar.
Hay dicho que dice: “A palabras necias oídos sordos”, pero difícilmente logremos llevarlo a la práctica, todo lo que nos ocurre de alguna manera repercute en nosotros. Sin embargo, hay personas que con los años y el tiempo atesoran sólo aquello que les permite crecer, en juego casi de descarte con lo que les lastima o perjudica.
Me decía los otros días una persona muy amiga y querida que “las palabras son acciones”, y desde luego que lo son, cada una provoca un efecto inmediato y poderoso, por eso también está en cada uno el valor que le adjudiquemos a cada una de ellas.
Las palabras tienen un inmenso poder de acción: corren, saltan, vuelan, abrazan, acarician, castigan, veneran, azotan, besan… son la materia prima de la vida, el sabor de cada momento, la energía que nos guía. Algunas desde el silencio más profundo emanan desde el alma para abrazar aquellos seres con quienes nos comunicamos de una manera diferente y especial.
Dicen que las palabras se las lleva el viento, pero pensándolo bien sólo se van aquellas que realmente no tienen ninguna necesidad de estar allí, porque no agregan nada. Sin embargo, las que nos enriquecen, las que nos llenan de sabiduría esas perdurarán como inmensos cirios alumbrando nuestro camino.
A través de la palabra se llega al lugar más íntimo y profundo de las personas, al alma, un sitio al que pocas personas logran alcanzar, dado su profundidad e intensidad. Por eso, ¡qué maravilloso cuando una persona sea cual sea su profesión o tarea, logra sumergirse en ese rincón tan preciado y misterioso!
Aplaudo y venero a quien con la palabra hace del verbo acción, a quien tiene el don de cincelar y esculpir a ese yo interno, tantas veces dormido o escondido, simplemente cuando con lo que transmite nos transforma de alguna manera.
Hay dicho que dice: “A palabras necias oídos sordos”, pero difícilmente logremos llevarlo a la práctica, todo lo que nos ocurre de alguna manera repercute en nosotros. Sin embargo, hay personas que con los años y el tiempo atesoran sólo aquello que les permite crecer, en juego casi de descarte con lo que les lastima o perjudica.
Me decía los otros días una persona muy amiga y querida que “las palabras son acciones”, y desde luego que lo son, cada una provoca un efecto inmediato y poderoso, por eso también está en cada uno el valor que le adjudiquemos a cada una de ellas.
Las palabras tienen un inmenso poder de acción: corren, saltan, vuelan, abrazan, acarician, castigan, veneran, azotan, besan… son la materia prima de la vida, el sabor de cada momento, la energía que nos guía. Algunas desde el silencio más profundo emanan desde el alma para abrazar aquellos seres con quienes nos comunicamos de una manera diferente y especial.
Dicen que las palabras se las lleva el viento, pero pensándolo bien sólo se van aquellas que realmente no tienen ninguna necesidad de estar allí, porque no agregan nada. Sin embargo, las que nos enriquecen, las que nos llenan de sabiduría esas perdurarán como inmensos cirios alumbrando nuestro camino.
A través de la palabra se llega al lugar más íntimo y profundo de las personas, al alma, un sitio al que pocas personas logran alcanzar, dado su profundidad e intensidad. Por eso, ¡qué maravilloso cuando una persona sea cual sea su profesión o tarea, logra sumergirse en ese rincón tan preciado y misterioso!
Aplaudo y venero a quien con la palabra hace del verbo acción, a quien tiene el don de cincelar y esculpir a ese yo interno, tantas veces dormido o escondido, simplemente cuando con lo que transmite nos transforma de alguna manera.
Andrea Calvete