¿SOMOS CAPACES DE DECIR NO, BASTA?
Palabras que dicen mucho, otras no tanto, frases que nada agregan, algunas carentes de contenido, y en el fondo un bullicio que invade para mantenernos rehenes de un sistema nos invita a consumir en forma ilimitada y a no ser dueños de nuestra propia existencia.
Una verdadera paradoja cuanto más posibilidades tenemos de satisfacer nuestras necesidades, más insatisfechos estamos.En el fondo, el mismo consumo nos llena de vacío, de cosas superfluas que en definitiva no nos aportan demasiado, pero nos quitan tiempo y energía vital.
Gran parte de la vida concedemos nuestra energía y tiempo a personas y situaciones que no lo ameritan, simplemente son parte de lo que sucede a nuestro alrededor, lo que no significa que debamos involucrarnos. Sin embargo, lo hacemos, de allí tantos desencantos y desilusiones, al zambullirnos en un mar que quizás sólo con caminar por la orilla alcance.
El camino está lleno de inconsistencias, de incongruencias… aunque, no por eso detendremos el paso, por el contrario tomaremos nuevos rumbos, para no tropezar con las mismas piedras, cosa que los seres humanos solemos hacer con frecuencia.
Sin embargo, esta vorágine que no se detiene nos mantiene insertos en un universo de posibilidades sobre las que debemos elegir, y la elección suele ser difícil no sólo por los intereses o problemas personales, sino que a éstos debemos agregar el de las personas que nos rodean.
A medida que pasa el tiempo nos enfrentamos a nuevas realidades, aunque pensándolo bien no hay nada nuevo bajo el sol, simplemente algunas situaciones intentamos olvidar que existen o son posibles como un mero mecanismo de defensa.
Quererse a uno mismo, conocerse, implica respetarse, y ser coherentes con nuestros sí y no, con esas decisiones que tomamos a diario. Algunas veces esta misma sociedad que nos cobija a todos nos invita a vernos como personas fracasadas, llena de frustraciones, inseguras, con el fin primordial de manejarnos de modo de servir a un sistema que venda soluciones.
Las soluciones que nos pueden vender infinitas, ¿pero pregunto nos ayudan a sentirnos mejor, o nos hacen correr cada vez más detrás de nuevas metas? En realidad, no está mal quererse superar en la vida, buscar alcanzar nuevos propósitos, sentirse mejor con uno mismo y con los demás, pero todo con mesura y límites, no podemos correr siempre en busca de más, más y más.
Los límites que podamos poner para vivir en armonía dependen exclusivamente de cada uno, de lo que estemos dispuestos a hacer con ese tiempo finito y preciado. A su vez como dueños de nuestras decisiones no podemos permitir que se nos manipule como marionetas. A modo de ejemplo no es imprescindible comprar el último modelo de cualquier aparato para sentirnos parte de este sistema, que en definitiva nos señala con el dedo en forma permanente cuando decimos ¡no basta!
Una verdadera paradoja cuanto más posibilidades tenemos de satisfacer nuestras necesidades, más insatisfechos estamos.En el fondo, el mismo consumo nos llena de vacío, de cosas superfluas que en definitiva no nos aportan demasiado, pero nos quitan tiempo y energía vital.
Gran parte de la vida concedemos nuestra energía y tiempo a personas y situaciones que no lo ameritan, simplemente son parte de lo que sucede a nuestro alrededor, lo que no significa que debamos involucrarnos. Sin embargo, lo hacemos, de allí tantos desencantos y desilusiones, al zambullirnos en un mar que quizás sólo con caminar por la orilla alcance.
El camino está lleno de inconsistencias, de incongruencias… aunque, no por eso detendremos el paso, por el contrario tomaremos nuevos rumbos, para no tropezar con las mismas piedras, cosa que los seres humanos solemos hacer con frecuencia.
Sin embargo, esta vorágine que no se detiene nos mantiene insertos en un universo de posibilidades sobre las que debemos elegir, y la elección suele ser difícil no sólo por los intereses o problemas personales, sino que a éstos debemos agregar el de las personas que nos rodean.
A medida que pasa el tiempo nos enfrentamos a nuevas realidades, aunque pensándolo bien no hay nada nuevo bajo el sol, simplemente algunas situaciones intentamos olvidar que existen o son posibles como un mero mecanismo de defensa.
Quererse a uno mismo, conocerse, implica respetarse, y ser coherentes con nuestros sí y no, con esas decisiones que tomamos a diario. Algunas veces esta misma sociedad que nos cobija a todos nos invita a vernos como personas fracasadas, llena de frustraciones, inseguras, con el fin primordial de manejarnos de modo de servir a un sistema que venda soluciones.
Las soluciones que nos pueden vender infinitas, ¿pero pregunto nos ayudan a sentirnos mejor, o nos hacen correr cada vez más detrás de nuevas metas? En realidad, no está mal quererse superar en la vida, buscar alcanzar nuevos propósitos, sentirse mejor con uno mismo y con los demás, pero todo con mesura y límites, no podemos correr siempre en busca de más, más y más.
Los límites que podamos poner para vivir en armonía dependen exclusivamente de cada uno, de lo que estemos dispuestos a hacer con ese tiempo finito y preciado. A su vez como dueños de nuestras decisiones no podemos permitir que se nos manipule como marionetas. A modo de ejemplo no es imprescindible comprar el último modelo de cualquier aparato para sentirnos parte de este sistema, que en definitiva nos señala con el dedo en forma permanente cuando decimos ¡no basta!
Andrea Calvete