¿SOMOS MERAS PIEZAS DE AJEDREZ?
Nos hallamos de cara a una población mundial envejecida, donde cada vez tienen menos cabida las personas de mediana edad para arriba, y el Mercado de Trabajo mueve sus piezas como en un tablero de ajedrez disponiendo a cada uno en su “justo lugar”.
Este año la población mundial ascenderá a 7.000 millones de personas y de cada 100 nacimientos 97 ocurrirán en los países pobres, según señaló el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA).
Se estima que un tercio de la población mundial, es decir 1.800 millones son jóvenes y adolescentes en la actualidad. Casi el 90% de ellos vive en los países en desarrollo y esa proporción continuará aumentando en los próximos veinte años
En tal sentido, UNFPA pretende invertir en la juventud, en la salud reproductiva y la igualdad de género para poder ayudar a los países a encaminarse hacia un rápido y equitativo crecimiento económico.
En nuestro país, integrado por 19 departamentos, la capital y su área metropolitana alberga 2 millones de sus 3 millones y medio de pobladores.
Asimismo, Uruguay no supera el 1% de crecimiento demográfico, a ello debemos agregar todos los jóvenes que se han ido, y los que se están preparando y correrán a otras fronteras tras nuevas fuentes de trabajo. Si bien, es un tema que al Gobierno preocupa y se han instaurado políticas para revertir el problema, aún no son suficientes.
En la sociedad todos somos imprescindibles, desde los más pequeños a los mayores, pero muchas veces las oportunidades que se les ofrecen a las personas no son justas. Si bien la Ley habilita a jubilarse a una mujer u hombre a partir de los 60 o 65 años, si la persona se halla en sus plenas facultades ¿por qué ha de tener qué jubilarse? ¿por qué se precisa el puesto para el joven que empieza?
Asimismo, ni que hablar que si se pierde el trabajo o se sale a buscar trabajo de los cuarenta para arriba, el mercado cierra sus puertas, y basta con mirar los avisos de pedidos de empleo y comienzan: “Se busca persona entre 18 hasta 35 años”…
Vivimos en una sociedad que busca lugares para las personas como si fueran parte de un juego de ajedrez, un lugar para el niño en la guardería, una escuela o liceo para el más grande… un sitio de recreación para que no muera de angustia la persona que se jubiló y está llena de vida y de pronto siente que su camino se ve truncado.
Es que no somos capaces de ver que el nivel de expectativa y calidad de vida es cada vez mayor, y que todos llegaremos a ese lugar tan simple en el que ubican a las personas que ya “no tienen cabida”, porque si de algo estoy segura es que todos vamos a llegar, y entonces no nos gustarán los paseos recreativos al sol, los juegos de cartas o actividades manuales… para hacernos pasar el tiempo, pues sentiremos que somos personas que aún tenemos mucho por brindar.
En tal sentido, no sería más sencillo que quienes aún están en el uso de sus capacidades pudieran seguir trabajando si lo creen conveniente, pues la capacidad o competitividad no pasan por los años, pero si por la capacidad de producción de la persona. Ya lo dice la Constitución de la República: “Todas las personas son iguales ante la ley, no reconociéndose otra distinción entre ellas sino la de los talentos o las virtudes”.
Quizás sea un problema del Mercado de Trabajo, que apunta a la gente joven, le paga bajos sueldos, y deshecha a los mayores en busca de mayor competitividad y efectividad. Mas he aquí un grave error, estas metas serán sostenibles mientras mantengamos gente bien remunerada, contenta en su labor, que se sienta útil, eficaz y activa, y esto bajo mi modesto entender no pasa por la cantidad de años sino por la preparación individual, la capacidad, las virtudes y las ganas que ponga cada individuo.
Si bien el empleo, ha crecido, y nos encontramos bajo la menor tasa de desempleo de la historia, el problema que planteo es actual, y quien pasa los treinta y pico de años se le complica a la hora de salir a buscar trabajo.
Pero nuestra Constitución ha sido más que precisa en la valoración de los seres humanos, y esa igualdad ante la Ley da la posibilidad a que una persona trabajadora, tesonera sea capaz de proponerse las metas más lejanas, en tanto quien se base en la que yo denomino “la ley del mínimo esfuerzo”, no llegará ni a la esquina, y así veremos derrumbarse grandes proyectos, que fueron puestos en manos de personas incompetentes, que no son capaces de comprometerse con nada.
En tal sentido, creo que nuestra estructura social busca lugares para las personas como si fuéramos parte de un juego de ajedrez olvidando que las personas sentimos, pensamos y razonamos, no somos fichas de un juego que se las coloca donde menos incomodan, por lo tanto es un tema de debate muy actual aquí y en cualquier parte del mundo, donde las expectativas de vida y calidad de vida son cada vez mayores.
Finalmente, los insto a pensar que cada vez seremos más las personas que pronto entraremos al rango de personas adultas mayores, y si no se toman medidas para hacer una convivencia cordial y amena en este mundo, donde todos sintamos que tenemos posibilidades y somos útiles, las tasas de suicidios que ya son muy elevadas lamentablemente se incrementarán, porque el hombre no nació para sentirse inútil en esta vida. Dejemos de lado los rangos, las edades, y pongamos en alto los valores, las virtudes, las capacidades, los desempeños, la educación, y apostemos a ellos.
Quizás cuando las palabras de Sully Prudhomme suenan convincentes en nuestras cabezas, “ví que el hombre del hombre necesita y de todos a la par me siento hermano”, sea la hora de los grandes cambios que la sociedad resquebrajada necesita para salir reconstruida de los bombardeos a los que se expone día a día, y que deja a los individuos en lugares incómodos, llenos de amargura e insatisfacción.