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CUANDO NADA ESTÁ CLARO

Cuando nada está claro se buscan respuestas, se escatiman sílabas, se piden prestados versos, canciones, se buscan colores, sonidos y formas… pero todo parece dirigirse en un sentido incomprensible.

Los días buscan pararse como siempre, sin embargo, no los tomamos tan a la ligera, y todo parece sentirse y apreciarse mejor. Los pinos perfuman las mañanas, el otoño sabe como nunca a lavandas y romeros en flor.

A pesar de que día a día todo se torna tan incomprensible, lo que si nos queda claro es lo que hasta ahora no habíamos valorado, o habíamos pasado por alto. Surge esa dicotomía de ser y no ser, de estar y no estar, de querer y no querer… es que todo lo que queremos en estos días aparece esa disyuntiva. Y no es la primera vez en la que nos enfrentamos a ella, pero hoy nos acorrala en un rincón y nos pide que actuemos con precisión, porque cualquier falla puede llegar a ser irreparable.

Cuando nada está muy claro se buscan respuestas, y de repente nos tropezamos con viejos estantes olvidados en donde las palabras desgastadas por el tiempo se deshilachan, mientras intentamos emitir una frase coherente. Es que la coherencia ha salido de paseo y pocas veces la encontramos en estos días.

A pesar de que día a día todo se torna tan incomprensible, los afectos se vuelven un tesoro que nos da luz y fuerzas. Nuestros ojos se deslizan para mirar como nunca, para ver la belleza que habita en la propia naturaleza y que apenas reparábamos en ella.

Cuando nada está muy claro se buscan respuestas, se escatiman sílabas, se piden prestados versos, canciones, se buscan colores, sonidos y formas… pero todo parece dirigirse en un sentido incomprensible. Sin embargo, en la medida que pasan los días nos va quedando claro que es lo que realmente es valioso en nuestras vidas.

Andrea Calvete




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