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PLIEGOS EN SEPIA

Desarmado, algo confundido, Rómulo enfrenta las primeras imágenes. Una tibia mañana lo acompaña, mientras que la melancolía se acomoda junto a un pliego de su alma en forma sutil.

El romero florecido desborda perfumado sus pequeñas flores lavanda, y con un auténtico espíritu humano,lo mira por entre las ventanas sólo y aturdido, y piensa: “Ha perdido la risa, ha perdido la ilusión”.

El sol resplandece en un cielo vacío de nubes, mientras los sonidos de los autos penetran por la única ventana entreabierta.

Fotos en blanco y negro son testigos de momentos, de recuerdos pasados, de imágenes lejanas y remotas, sensaciones que parecían estar olvidadas, pero el percibirlas le remueve un fuerte calor interno tras la búsqueda de aquellos días.

En su latir constante está presente, en el perfume de la noche, en cada color del amanecer, ella no se ha ido. Las desvanecidas fotos desdibujan eso que él sigue sintiendo a pesar de los años transcurridos luego de su partida.

Aquellas fotos sepias atesoradas como pergaminos en su memoria, encarnan aromas y sonidos alojados con ternura en su noble corazón.

El sepia un color que tiene las notas secas de la naturaleza, quizás algo resquebrajado por las lágrimas que no cayeron y quedaron atrapadas en el aljibe de esos recuerdos profundos e imborrables.

Suena el teléfono, y Rómulo deja por un instante las fotos sobre la mesa, se para y atiende. Llaman desde un call center en forma  insistente y reiterativa.

Cuelga molesto y vuelve a la mesa, pero las fotos no están allí, la ventana se ha cerrado. Sin entender demasiado, convencido que no se han perdido, se dirige hacia la cocina calienta agua y se hace un té de cedrón.

Comienza a beber y mira a su romero desbordado de pequeñas flores, sonríe y se siente acompañado desde su jardín por aquel arbusto fiel testigo de un largo camino.


Andrea Calvete

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