LA PAZ DE LA RESTINGA
Rumbo al este el sol perfila su dorada salida y se refleja en el mar como un manto encantado. La restinga se despierta con el susurro de las pequeñas olas que rompen en su orilla. La brisa acaricia la piel con aroma a sal y a libertad.
En la quietud de la mañana, el arrecife se despierta lentamente. Entre sus rocas erosionadas por el tiempo, las aves se dejan seducir por el suave movimiento de la marea.
Las gaviotas danzan en el cielo, trazan círculos en busca de los peces que saltan, es una fiesta para los sentidos, el sonido del mar envuelve con suavidad a esta mañana perfumada por el yodo. El cielo con diferentes tonalidades grises, celestes, lilas, amarillos y naranjas, es la entrada a un cuadro en donde las pinceladas son ligeras y frescas, espatuladas con soltura y suavidad.
En este rincón olvidado del mundo, el tiempo parece detenerse, mientras el alma se funde con la naturaleza, encuentra paz y serenidad en el vaivén eterno de las olas. La restinga, testigo silencioso de incontables historias conquista con su encanto femenino, y deslumbra a quien se detiene a su alrededor.
En este universo de sol, el tiempo se diluye entre las olas, y el corazón encuentra paz en la armonía de la naturaleza. La restinga y el mar son perfume para los sentidos, un bálsamo que invita a flotar extasiados ante esta maravilla a metros de la costa.