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APAPACHAR

Apapachar es abrazar con el alma, es ese abrazo protector, fraterno y solidario; que no lo da cualquiera. Recuerdo que quienes más apapacharon durante mi niñez y mi adolescencia fueron mis padres, aún siento ese abrazo en los momentos en los que los días no dan tregua. Y me abrazaron con el corazón, me acurrucaron en su pecho con amor, me dieron calor y esa palabra justa y perfecta cuando una lágrima intentaba asomar.

Apapachar es una palabra de origen náhualt que llega a nuestros días para recordarnos que hemos sido abrazados con amor y total entrega desde que llegamos a este mundo. Aunque su significado más próximo sería: “apretar hasta cubrir”

Así a través de esta palabra rescatada de antiguas civilizaciones mexicanas, queda de manifiesto ese rito en el que un ser pretende proteger a otro, y lo hace en ese abrazo que se puede remontar a la noche de los tiempos.

Y del mismo modo como todo se aprende y transmite somos herederos de estos abrazos para quienes realmente amamos en donde en cada abrazo continúa la vibración más pura del verdadero amor.

El abrazo desde el alma es desinteresado, sostenedor y sereno. El calor de su contacto perfuma con dulzura y abriga con la tibieza de quien brilla cuando es capaz de dar y recibir.

Es en el rincón de la ternura donde habita el apapachar, y se tejen suaves palabras, se susurran caricias que son un bálsamo para el alma. Apapachar es un arte, un regalo que se comparte, un gesto que entrelaza corazones y hace florecer amistades. Es el abrigo en los días grises, el sol y refugio para todo ser dispuesto a dejarse abrazar.

Apapachar es un lenguaje universal, sin fronteras ni barreras, que nos conecta desde el corazón, en un latir que vibra más allá del tiempo y el espacio, y resuena cuando necesitamos el calor de un ser querido.

En ese abrazo, se transmiten emociones sin necesidad de palabras: el cariño, la comprensión y la paz se fusionan en silencio.

Es un momento de conexión profunda, donde las energías se entrelazan y se funden en una danza de afecto.

En el apapachar, se borran las fronteras y las diferencias. No importa el género, la edad o la condición. Todos somos iguales en la necesidad de sentir el calor humano y la seguridad de saber que no estamos solos.

Andrea Calvete

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