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¿CÓMO EVITAR LA SEGUNDA FLECHA?


Una antigua parábola budista nos acerca al dolor que nos causan ciertas situaciones. La primera flecha es la que provoca el dolor, sin embargo, está en cada uno no disparar una segunda flecha sobre la herida inicial, porque allí es que surge el sufrimiento.

Cuando decidimos juzgar lo que nos ha sucedido como un suceso negativo y nos quedamos estancados en ese dolor mental, dejamos que los pensamientos y las emociones negativas tomen el timón del barco, y así a mal puerto vamos por agua.

Cuando no aceptamos las cosas como son, nos trancamos en el sufrimiento y el dolor no se alivia. Entonces comienzan las repercusiones en nuestro organismo: dolencias, malestares, enfermedades, porque todo parece estar desbalanceado.

Esta parábola nos invita a que dejemos pasar esa segunda flecha, pero sin ignorarla, en un proceso de aceptación de lo sucedido. Las emociones vienen hacia nosotros como una flecha. Pero en lugar de dejarnos golpear por ella, simplemente observémosla. No la juzgues, no la niegues, simplemente obsérvala. Y luego déjala ir. Cuando somos conscientes de nuestras emociones y reacciones, podemos elegir cómo respondemos en lugar de simplemente reaccionar.

La segunda flecha del budismo es un llamado a la reflexión y a la introspección. Es la comprensión de que el sufrimiento no solo viene del dolor, sino de la creencia errónea de que las cosas son permanentes.

Esta flecha puede herirnos profundamente, cuando nos aferramos a lo que no podemos controlar, cuando nos dejamos llevar por la ignorancia, y nos perdemos en la falsa ilusión de tener todo bajo control.

Seguir adelante algunas veces requiere detenernos, aquietar nuestra mente, nuestros pensamientos, de modo de poder ver con otra perspectiva. Si bien el dolor es inherente a la vida, también la calma es parte de ella. Podemos intentar aquietar nuestra mente y llegar a la calma, como forma de cicatrizar el dolor.

Quizás sea un buen momento para perdonarnos los errores, para entender que hicimos lo que estaba a nuestro alcance, y no lamentarnos con que “si hubiera sabido”, porque no somos predictores del futuro, y sí nos equivocamos, aprender y continuar fortalecidos. Con la humildad de comprender que por más esfuerzo que hagamos nos seguiremos equivocando, pero con la grandeza de saber que aún nos queda mucho por aprender.


Andrea Calvete

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