CIUDADES INVISIBLES
El éter de cada ciudad aún podemos rescatarlo, porque el alma de cada rincón de la tierra late y vibra en un pedido de socorro. Así en una senda paralela los seres humanos buscamos la paz y armonía de esas ciudades que se tornan invisibles.
Como viajeros del mundo nos cabe el compromiso con la naturaleza, que aún contra todos los obstáculos que la humanidad presenta, trabaja día a día: nace, crece, se desarrolla, y muere. Así se cumple el ciclo de la vida. Preguntémonos:¿quiénes somos y qué hacemos para salvaguardar el lugar que habitamos?
Vivimos en un momento en que las crisis de toda índole se presentan a diario, dónde el tiempo no nos alcanza, el espacio tampoco, los recursos naturales escasean, la pobreza no da tregua, la guerra no deja respiro, las epidemias acechan y la contaminación ambiental cabalga sin dejar casi escapatoria. Sin embargo, aún queda la utopía como brillo en las pupilas en donde los deseos se mezclan con los sueños, en una suerte de que se hagan realidad.
Porque la esperanza surge de la mano de los que luchan y sueñan, de los que anhelan y desean, pero también trabajan por conseguir sus metas, y aunque pequeños puedan ser los cambios no se dan por vencidos porque creen que existe un posible, una ciudad invisible ante nuestros ojos, pero tangible en nuestros pensamientos y acciones.
En un momento en que la crisis urbana y la contaminación ambiental nos urgen, cabe preguntarnos, qué significan para nosotros las ciudades, el presente y el futuro y quizás nos podamos trasladar a esas Ciudades Invisibles de Ítalo Calvino para : “buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacer que dure, y dejarle espacio”.
La tierra tiene música para quienes escuchan, perfumes para los que sueñan, dimensiones para los que vuelan, sabores para los que catan sus bondades, texturas para quienes palpan cada rincón, y paisajes sorprendentes y a su vez tan simple como la gota de agua. Todo está en ella. Los antiguos alquimistas consideraban la existencia de cuatro elementos básicos en el universo: agua, fuego, aire y tierra; y utilizaban un quinto elemento al que llamaban éter o alma.
El éter de cada ciudad aún podemos rescatarlo, porque el alma de cada rincón de la tierra late y vibra en un pedido de socorro. Así en una senda paralela los seres humanos buscamos la paz y armonía de esas ciudades que se tornan invisibles.
Como viajeros del mundo nos cabe el compromiso con la naturaleza, que aún contra todos los obstáculos que la humanidad presenta, trabaja día a día: nace, crece, se desarrolla, y muere. Así se cumple el ciclo de la vida. Preguntémonos:¿quiénes somos y qué hacemos para salvaguardar el lugar que habitamos?
Vivimos en un momento en que las crisis de toda índole se presentan a diario, dónde el tiempo no nos alcanza, el espacio tampoco, los recursos naturales escasean, la pobreza no da tregua, la guerra no deja respiro, las epidemias acechan y la contaminación ambiental cabalga sin dejar casi escapatoria. Sin embargo, aún queda la utopía como brillo en las pupilas en donde los deseos se mezclan con los sueños, en una suerte de que se hagan realidad.
Porque la esperanza surge de la mano de los que luchan y sueñan, de los que anhelan y desean, pero también trabajan por conseguir sus metas, y aunque pequeños puedan ser los cambios no se dan por vencidos porque creen que existe un posible, una ciudad invisible ante nuestros ojos, pero tangible en nuestros pensamientos y acciones.
En un momento en que la crisis urbana y la contaminación ambiental nos urgen, cabe preguntarnos, qué significan para nosotros las ciudades, el presente y el futuro y quizás nos podamos trasladar a esas Ciudades Invisibles de Ítalo Calvino para : “buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacer que dure, y dejarle espacio”.
La tierra tiene música para quienes escuchan, perfumes para los que sueñan, dimensiones para los que vuelan, sabores para los que catan sus bondades, texturas para quienes palpan cada rincón, y paisajes sorprendentes y a su vez tan simple como la gota de agua. Todo está en ella. Los antiguos alquimistas consideraban la existencia de cuatro elementos básicos en el universo: agua, fuego, aire y tierra; y utilizaban un quinto elemento al que llamaban éter o alma.
El éter de cada ciudad aún podemos rescatarlo, porque el alma de cada rincón de la tierra late y vibra en un pedido de socorro. Así en una senda paralela los seres humanos buscamos la paz y armonía de esas ciudades que se tornan invisibles.
Andrea Calvete