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ABRAZADO A LA ILUSIÓN

Desmoronado por un terraplén de sucesos desafortunados intentó ponerse de pie y continuar la marcha. Le dolía todo el cuerpo, no había tenido una buena noche. Sin embargo, había algo que lo impulsaba a no darse por vencido y a continuar.

Las ilusiones perdidas eran tantas, que su árbol era un recinto otoñal, con pocas hojas de tonalidades ocres, pero aún coloridas. El crujir de aquellas hojas esparcidas por el suelo acompañaban su marcha parsimoniosa y agradecida.

Había en sus ojos aún una pizca de esperanza, quizás producto de lo aprendido y de no bajar los brazos por más que las adversidades tocaran a su puerta.

Cansado y algo abatido, recordó las palabras de su padre: “abraza muy fuerte a la ilusión, porque la vida te enviará grandes desafíos, pero también grandes oportunidades, no dejes que el desaliento y tristeza te cieguen”

En unos instantes el pasado se fundió con el presente y el futuro se desdibujó, mientras tanto el tiempo se fusionó y entonces una pizca de ilusión se dejó ver por el rabillo del ojo.

Siguió caminando largo y tendido, hasta que a la vuelta de la esquina se tropezó con una fuerza que le llenó los pulmones de aire, la cabeza de ideas y las ganas de seguir.

Desmoronado por un terraplén de sucesos desafortunados intentó ponerse de pie y continuar la marcha. Le dolía todo el cuerpo, no había tenido una buena noche. Sin embargo, había algo que lo impulsaba a no darse por vencido y a continuar, sin darse cuenta se había abierto a la ilusión, abrazada a lo largo de su vida con gran esmero. Hoy con ella recuperada había dado paso a las oportunidades.

 

Andrea Calvete

 

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