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LA ALQUIMIA DEL DÍA


Las gotas salpican las horas y las envuelve en un devenir frío y apacible. El quieto decir de este húmedo mayo nos habla, acaricia nuestros recuerdos entra en lo más profundo de nuestro ser, esculpe una imagen que parecía olvidada. Es un día perfecto para transitar los estantes del aplomo, en donde reposa lo que con tanto esfuerzo hemos aprendido. Bañados por la alquimia del día nos sumergimos en lo mejor de nosotros.

Un nuevo día nos recibe con los brazos abiertos, con las pupilas expectantes, mientras lentamente despertamos sin demasiadas expectativas más que tomar el desayuno para arrancar la jornada. Sin embargo, venimos cargados de los problemas que nos han sucedido a lo largo de la semana, de la mala noche de ayer en la que apenas pegamos un ojo… y de un sinfín de situaciones que nos preocupan.

El día nos recibe ajeno a lo que estamos viviendo, del mismo modo nosotros no somos conscientes de todo lo que llegaremos a vivir en estas horas que nos quedan por delante. Pero la mayoría de las veces corremos esperanzados en que vendrán tiempos mejores, que alcanzaremos tal y cual meta, y nos olvidamos de disfrutar el aquí y ahora, que posiblemente sea lo mejor que nos está sucediendo, pero obnubilados por lo que vendrá no somos capaces de percibirlo.

Cada día tiene una especial alquimia, un encanto único y difícil de percibir, porque no importa si está nublado, llueve o está el sol radiante, siempre puede ser un maravilloso día para hacer algo, aunque su significado literal podría ir por otro camino, bastaría con sentarnos y disfrutar de esos minutos como jamás lo hemos hecho, respirar profundo y sentir que el aire que inhalamos nos inunda de paz y energía y que al exhalar dejamos todo aquello que nos preocupa que fluya porque a larga o la corta todo pasa. Lo que no pasa es lo que queda atesorado en el corazón en ese atanor del alma, allí queda bajo resguardo los afectos, el amor de aquellos seres que nos acompañan más allá del tiempo y el espacio, y que continúan siendo luz y guía en nuestro camino.

Las gotas salpican las horas y las envuelve en un devenir frío y apacible. El quieto decir de este húmedo mayo nos habla, acaricia nuestros recuerdos entra en lo más profundo de nuestro ser, esculpe una imagen que parecía olvidada. Es un día perfecto para transitar los estantes del aplomo, en donde reposa lo que con tanto esfuerzo hemos aprendido. Bañados por la alquimia del día nos sumergimos en lo mejor de nosotros.

Andrea Calvete  

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