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EL ESPEJO DEL AMOR


El espejo un lugar donde se refleja la imagen, donde se esparce la luz, se superan los recuerdos y la memoria camina por un inmenso espacio virtual vaporoso, lleno de profundos recovecos. Utilizado por antiguas civilizaciones ha llegado a nuestros días como un objeto cotidiano, capaz de irradiar los misterios más exiguos. Hoy los invito a mirar a través del espejo del amor, un espejo algo desgastado, del que mucho se habla, pero al que pocos acceden realmente.

Problemático como pocos personajes de la historia, el amor juega a dos puntas, saca canas verdes, anhelado, también perseguido, señalado y tantas veces negado. Por ello, nadie mejor que el cantautor Joaquín Sabina ha inmortalizado una de sus vetas más enigmáticas al decir que “el amor cuando no muere mata, porque amores que matan nunca mueren”.

Un personaje que se presenta sin credenciales, sin documentos, que invade nuestro cuerpo, mente y alma, sin pedir permiso, y se instala allí cómodo, como si hubiera sido invitado para alojarse eternamente. Y de pronto, lo vemos allí parado en frente nuestro, muy desfachatado y atrevido, pero simpático y comprador, campechano y convincente, con un gran poder de seducción, donde cualquier palabra que emite es propicia, adecuada y nos invita a recorrer caminos mágicos que sólo él sabe y conoce.

Es un tipo muy especial, que se ha manifestado a lo largo de la historia, según las costumbres, las sociedades, las épocas, pero más allá del transcurso del tiempo, tiene la capacidad de hechizar a sus adherentes, y se vale de Cupido, de la Luna, de la noche de estrellas, de un amanecer, de las olas del mar, de los atardeceres, del cielo celeste o un día lluvioso. Cualquier momento o lugar son propicios para hacer de ese instante algo maravilloso, donde las horas parecen paralizarse, pero cuando miramos el reloj, entonces comprendemos que nos ha deslumbrado y extasiado con su encanto.

Un verdadero letrado a la hora de tocar nuestro corazón, él sabe qué palabras utilizar, qué mirada es la apropiada para el momento, y es así que su aparición suele ser repentina y gradual, se va instalando lentamente hasta que decide desempacar su equipaje. Y cuando nos hace compañía las horas son más gratas, los días más felices. Su presencia nos despierta muchos sentimientos, me atrevería a decir que casi todos, porque en su afán de hacernos palpitar, invita a todos los sentimientos a hacerse presentes, y cada cual hace su mejor tarea, para satisfacerlo desde su lugar.

Su tenacidad, le permite no detenerse y caminar raudamente hasta alcanzar su objetivo. Y avanza sin permitir que nada lo detenga o paralice, su fortaleza es tal que no se inmuta ante nada. Cuando arriba a su destino lo hace entonces muy seguro, sin dudar ni siquiera un momento, pues el camino recorrido es bastante largo y sinuoso.

Y como todos somos diferentes, no toca a la puerta de la misma manera, él sabe cómo golpear, para que cada corazón se abra y lo haga con naturalidad, para permitir que después vibre con total intensidad, haciendo que el pulso se acelere y la sangre fluya con fervor por nuestras venas, y entonces ya todo tiene un tono especial.

De regreso a lo que me ha traído hoy aquí a hablarles del espejo del amor, ese espejo en el que fluye una de las vibraciones más poderosas del mundo, el amor, el que todo lo puede o al menos lo intenta. Según Leo Buscaglia: “Cuando amas a otro te conviertes en su espejo y él se convierte en tuyo. Y reflejando el amor de cada uno, ves el infinito”. Por eso hoy, los invito a mirar a través del espejo del amor. 

Andrea Calvete   

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