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¿CÓMO REPARAR UN CORTOCIRCUITO?

Gris, monótono y aburrido transcurría el día, parecía que el letargo se interponía entre sus decisiones que vagaban escurridizas a la espera de que apareciera el ánimo. Su capacidad de experimentar emociones se había apagado como si se hubiera producido un enorme cortocircuito.

Dar color a un día, pincelar emociones, esculpir una risa, perfumar un encanto, no es tarea sencilla cuando uno se para en la vereda del desánimo y el desgano, en el que pesan los pies, y la espalda parece una inmensa mochila que cuelga desde los hombros. Así se sentía Teodora la protagonista de este día sin matices, ni tonalidades, en el que poco le importaba todo, en el que casi nada le sorprendía.

Se paró junto a su ventana con una taza de té entre las manos y miró al cielo que comenzaba a despejarse, dos aves en pleno cortejo planeaban frente a ella. La invadió una extraña sensación, fue como si su cuerpo se elevara y pudiera volar junto a ellas, continuó el trayecto de aquella pareja llena de energía. Sus trinos colmados de entusiasmo le fueron envolviendo como una caricia mágica y contagiosa.

El juego de seducción de las dos pequeñas aves, la dejó extasiada, ese danza delicada e intensa la hizo perder en el cielo que poco a poco se iba despejando. Más animada, se dispuso a darse una ducha.

Luego del baño, al sentarse a desayunar decidió leer algunos mensajes pendientes que tenía en su WhatsApp, al finalizar se le dibujó una sonrisa en la cara.

- ¿Por qué desperdiciar un día más de mi vida, lamentándome, esperando una solución, si no voy por ella seguro que no aparecerá- se dijo ya con el abrigo entre sus manos y la llave puesta en la puerta.

Al llegar a la entrevista de trabajo, esperó varios minutos nerviosa y algo confundida, salir de aquel lugar de confort en el que ya nada sentía le resultaba algo extraño, sin embargo, cuando el desánimo quiso tomar la delantera, recordó la imagen de aquellas aves que volaban sin límites ni barreras, y pensó – El impedimento más grande he sido yo misma, volaré alto sin que nadie me detenga para llegar hasta donde me sienta útil y necesaria-

De regreso a su casa, su semblante radiante y sonriente denotaban a otra persona, vital y llena de ganas, con un brillo particular en la mirada, y hasta de una manera diferente de caminar, a tal punto que el portero del edificio al saludarla le dijo – Buen día Teodora no sé que se ha hecho pero parece otra persona, ¡cuánto me alegro!-

Teodora respondió con una sonrisa luminosa, aquel cortocircuito que la había dejado paralizada y sin energía se había solucionado. Con el entusiasmo a flor de piel se dispuso a preparar todo para el comienzo de su nuevo trabajo.

Así son los cortorcicuitos nos cortan la energía motora, nos dejan desconectados de alguna manera con esa realidad que nos circunda, de las que nos sentimos alejados y poco identificados, porque algo nos ocurre de tal forma que nos aislamos con el fin de evadirnos en ese rincón en el que parece pasar la diferencia y el hastío, en el que pocas cosas nos conmueven o animan.

¿Por qué se producen?

Pueden existir tantas causas y razones como personas en la faz de la tierra, pero no importan tanto los motivos por lo que ocurren, sino las posibles conexiones para reparar ese aislamiento o separación que nos lleva a quedar desconectados en un mundo en el que poco importa nada, en el que la desazón puede puede ser la luz que alumbra ese camino en penumbras.

Reparar un cortocircuito no es fácil, lo primero hay que detectar donde se produjo, y también analizar por qué, para poder repararlo y entonces si continuar de la mejor manera. Y algunas veces esos cortocircuitos se producen porque uno inconscientemente dice hasta aquí llegué, no va más y se para con desilusión y desencanto, con poca energía para encarar todo lo que está por venir, pero lo importante es repararlo para disponernos a salir adelante.

Cuando intentamos poner fin a ese aislamiento, o a esa desconexión es porque tomamos la decisión de reparar el daño, entonces pronto volvemos a sentirnos motivados, entusiasmados, con ganas de emprender nuevos caminos o al menos intentarlo, cargados de un aire esperanzador y vigoroso.

Andrea Calvete

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