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FRUNCE EL CEÑO LA TARDE


La humedad penetra con suavidad y esmero, no deja nada que se le escape todo parece haber sido tocado por ella. Nadie la ha llamado tampoco la han buscado, sin embargo desde hace unos días ha decido acompañar el gris invierno que con sus lluvias que no dejan de avanzar. Con la ilusión puesta en que el sol aparezca una vecina baldea la vereda intentando que el moho de las baldosas desaparezca friega con fuerza su escoba empapada en jabón e hipoclorito, pero el esfuerzo parece en vano. Sin embargo, por entre el cielo encapotado se vislumbra algún destello de luz que hace que los verdes de las plantas se realce al igual que el olor a tierra mojada impregna el aire.

Mientras la tarde transcurre tranquila y plomiza el viento mueve suavemente las hojas de los árboles, algunos pájaros trinan esperanzados en que parará de llover. Con la misma esperanza aparecen unos niños con su pelota debajo del brazo para jugar un picadito en el callejón de la esquina, con sus risas contagiosas dan a la tarde un toque de alegría, un perrito cachorro los mira por entre las rejas de su jardín y se alborota entusiasmado cuando los ve correr detrás de la pelota.

No han podido ni la humedad ni el frío opacar el entusiasmo y la energía de aquellas personas que a pesar del clima se han vestido de buen humor para contagiar lo mejor de cada uno de ellos a esta tarde que pretende desafiar con el cejo fruncido a quien la mire. La vida como un espejo si frunces el ceño en él te frunce el ceño de nuevo,  mientras que si le sonríes te devuelve el saludo.

Andrea Calvete

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