¿CÓMO TENER Y SER EN NUESTROS DÍAS?
Hoy por hoy existe un fuerte predominio del tener sobre el ser, ya que es una de las principales actitudes inherentes al consumismo que nos lleva a querer satisfacer todas nuestras necesidades y aún peor a generarnos nuevas e inagotables posibilidades. Así surgen importantes preguntas: ¿Tengo conocimiento o conozco?, ¿tengo fe o soy en el camino de la fe?, ¿tengo
amor o estoy en el amor?... ¿Cuál es la diferencia entre tener y ser?
Cuando nos cuestionamos si tenemos conocimientos o conocemos, al adquirirlos tomamos y conservamos información, mientras que conocer implica sumergirnos en un pensamiento productivo, crítico que nos permite acercarnos a la verdad, para ser más libres a la hora de decidir ¿cómo vivir?, para no dejarnos engañar por falsas promesas o información que lejos de nutrirnos nos confunde y nos conduce por un rumbo equivocado.
En este camino en el que se nos inculca a competir para poder conservar nuestro puesto de trabajo, para alcanzar nuestras metas, en donde si bien las oportunidades pueden ser importantes en contrapartida la competencia aparece como una daga que oprime el pecho, así algunas veces vemos nuestra fe resquebrajada, y es frecuente escuchar a algunas personas decir: “Ya me queda poca fe en nada”, ni en ellos mismos. El tener fe implica creer en ciertas ideas, en una actitud, pero a su vez implica una cierta posesión a una respuesta, mientras que si estamos en la fe nos vemos en un camino en el que se dan ciertas certidumbres pero de acuerdo a nuestra experiencia personal. Del mismo modo cuando amamos si tenemos amor estamos incurriendo en cierta forma limitadora de este sentimiento tan noble, mientras que si somos en el amor, lo vamos conquistando día a día. Según Erich Fromm el amor “es hijo de la libertad”, así los expresa en su libro “¿Tener o ser?”, en el que intenta un fuerte cuestionamiento a la sociedad de consumo que nos circunda y se nos presiona a vivir la fórmula: “YO SOY= LO QUE TENGO Y LO QUE CONSUMO”
Y volvemos a la pregunta: ¿Ser o tener? Si bien tener es una función natural de la vida, no podemos olvidar que somos seres que nos nutrimos de un ser interior al que muchas veces descuidamos o desatendemos en afán de satisfacer a ese tener que parece la lleva de salvación a nuestros problemas, a tal punto que nos enceguecemos y perdemos de vista que en la medida que caminamos más cerca nos encontramos de esa realidad que es la muerte. ¿Por qué no tomamos consciencia que el tiempo no se detiene y que a cada momento estamos más cerca del final de nuestros días? Probablemente nos aturdimos de un sinfín de actividades para evitar su arribo, o simplemente decidimos no pensar en ella y dejarnos que nos sorprenda. ¿Valentía o puro temor? Dice el psiquiatra Claudio Naranjo, que la muerte “es una verdad”, entonces nos pregunta: “¿Cómo es que vivimos como si no nos importara?, ¿es que lo sabemos o lo sabemos sólo intelectualmente?, ¿no lo sabemos emocionalmente?” ¿Acaso sentimos que nos vamos a morir? Si sintiéramos que nos vamos a morir aprovecharíamos mejor nuestro tiempo y energía, no nos quejaríamos por tantas cosas, evitaríamos tantas otras, profundizaríamos en lo que realmente es importante en nuestro camino. Tomar consciencia de la muerte significa a su vez ser capaces de ver nuestra realidad, aceptarla, asumirla, en pro de estar bien con nosotros mismos y con los demás. Cuando nos sentimos satisfechos, plenos con nuestra vida menos doloroso se hace tomar contacto con esta instancia llamada muerte. Sería maravilloso que al mirarla a los ojos le pudiéramos decir: “Me puedo ir en paz”
Algunas veces el contacto con la muerte, nos permite rever el camino, analizar de modo de que las posesiones van perdiendo peso ya que sabemos que nos iremos sin nada material, al mismo tiempo tomamos conciencia que las cosas materiales si bien nos producen satisfacciones por contrapartida nos ocasionan grandes dolores de cabeza, así que cuanto más livianos de equipajes más sencillo se hace el camino.
Finalmente, esa convivencia entre ser y tener depende de cada uno de nosotros, del valor e importancia que le demos a lo material frente a lo nos permite ser en nuestra plenitud como personas, de poder aquietar nuestros pensamientos para estar con ese yo interior tan necesario e imprescindible en nuestros días. Del mismo modo en este cuestionamiento existencial es importante analizar qué peso tienen en nuestra vida cada palabra, cada pensamiento y cada acción, en el que el tiempo presente hace pasar al pasado y aloja al futuro en la antesala de espera, porque sabe que el reloj no se detiene.
Cuando nos cuestionamos si tenemos conocimientos o conocemos, al adquirirlos tomamos y conservamos información, mientras que conocer implica sumergirnos en un pensamiento productivo, crítico que nos permite acercarnos a la verdad, para ser más libres a la hora de decidir ¿cómo vivir?, para no dejarnos engañar por falsas promesas o información que lejos de nutrirnos nos confunde y nos conduce por un rumbo equivocado.
En este camino en el que se nos inculca a competir para poder conservar nuestro puesto de trabajo, para alcanzar nuestras metas, en donde si bien las oportunidades pueden ser importantes en contrapartida la competencia aparece como una daga que oprime el pecho, así algunas veces vemos nuestra fe resquebrajada, y es frecuente escuchar a algunas personas decir: “Ya me queda poca fe en nada”, ni en ellos mismos. El tener fe implica creer en ciertas ideas, en una actitud, pero a su vez implica una cierta posesión a una respuesta, mientras que si estamos en la fe nos vemos en un camino en el que se dan ciertas certidumbres pero de acuerdo a nuestra experiencia personal. Del mismo modo cuando amamos si tenemos amor estamos incurriendo en cierta forma limitadora de este sentimiento tan noble, mientras que si somos en el amor, lo vamos conquistando día a día. Según Erich Fromm el amor “es hijo de la libertad”, así los expresa en su libro “¿Tener o ser?”, en el que intenta un fuerte cuestionamiento a la sociedad de consumo que nos circunda y se nos presiona a vivir la fórmula: “YO SOY= LO QUE TENGO Y LO QUE CONSUMO”
Y volvemos a la pregunta: ¿Ser o tener? Si bien tener es una función natural de la vida, no podemos olvidar que somos seres que nos nutrimos de un ser interior al que muchas veces descuidamos o desatendemos en afán de satisfacer a ese tener que parece la lleva de salvación a nuestros problemas, a tal punto que nos enceguecemos y perdemos de vista que en la medida que caminamos más cerca nos encontramos de esa realidad que es la muerte. ¿Por qué no tomamos consciencia que el tiempo no se detiene y que a cada momento estamos más cerca del final de nuestros días? Probablemente nos aturdimos de un sinfín de actividades para evitar su arribo, o simplemente decidimos no pensar en ella y dejarnos que nos sorprenda. ¿Valentía o puro temor? Dice el psiquiatra Claudio Naranjo, que la muerte “es una verdad”, entonces nos pregunta: “¿Cómo es que vivimos como si no nos importara?, ¿es que lo sabemos o lo sabemos sólo intelectualmente?, ¿no lo sabemos emocionalmente?” ¿Acaso sentimos que nos vamos a morir? Si sintiéramos que nos vamos a morir aprovecharíamos mejor nuestro tiempo y energía, no nos quejaríamos por tantas cosas, evitaríamos tantas otras, profundizaríamos en lo que realmente es importante en nuestro camino. Tomar consciencia de la muerte significa a su vez ser capaces de ver nuestra realidad, aceptarla, asumirla, en pro de estar bien con nosotros mismos y con los demás. Cuando nos sentimos satisfechos, plenos con nuestra vida menos doloroso se hace tomar contacto con esta instancia llamada muerte. Sería maravilloso que al mirarla a los ojos le pudiéramos decir: “Me puedo ir en paz”
Algunas veces el contacto con la muerte, nos permite rever el camino, analizar de modo de que las posesiones van perdiendo peso ya que sabemos que nos iremos sin nada material, al mismo tiempo tomamos conciencia que las cosas materiales si bien nos producen satisfacciones por contrapartida nos ocasionan grandes dolores de cabeza, así que cuanto más livianos de equipajes más sencillo se hace el camino.
Finalmente, esa convivencia entre ser y tener depende de cada uno de nosotros, del valor e importancia que le demos a lo material frente a lo nos permite ser en nuestra plenitud como personas, de poder aquietar nuestros pensamientos para estar con ese yo interior tan necesario e imprescindible en nuestros días. Del mismo modo en este cuestionamiento existencial es importante analizar qué peso tienen en nuestra vida cada palabra, cada pensamiento y cada acción, en el que el tiempo presente hace pasar al pasado y aloja al futuro en la antesala de espera, porque sabe que el reloj no se detiene.
Andrea Calvete