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El SECRETO DE LA CONCIENCIA

¿Cuánto pesan en nosotros los recuerdos, la educación, la familia, el camino recorrido? Me tomo unos segundos, siento palpitar a todos y cada uno de los que me permitieron ser y estar donde estoy ahora. De alguna manera ellos y yo con cada una de mis decisiones me han traído hasta aquí. Respiro profundo, me sumerjo intento llegar a un lugar donde se aquietan los pensamientos.

No es sencillo acallar a la mente para ser uno mismo, para tomar un café con ese yo interior tan distante y lejano que algunas veces parece convertirse en nuestro más cercano enemigo. Sin embargo, está al alcance de todos, sólo es cuestión de armarse de paciencia para descubrirlo lentamente, sin cuestionamientos ni preconceptos, sino abiertos a que se presente para recibirlo y aceptarlo con agrado. ¿Se me ha perdido esa llave, dónde la he dejado?

Quizás cuando era más joven no dimensionaba qué peso tiene en la balanza de la vida cada pensamiento, palabra y acción, probablemente en aquellos momentos me proyectaba más hacia el futuro, el pasado era muy reciente y el presente se desdibujaba frente a los nuevos y avasallantes desafíos que me sorprendían día a día.

De regreso a mi niñez recuerdo un domingo de Pascuas que me disponía a estrenar un chaleco de lana tejido por mi madre, tendría diez años, era un día festivo en el que nos reuníamos en la casa de mi abuela junto a mis primos, tíos, mis padres y mi hermano. Sentados alrededor de una larga mesa desbordante de alegría, comida casera y exquisitos aromas, disfrutábamos del diálogo y la compañía de todos. Del mismo modo, llegan a mi destellos que tienen que ver con mi educación, con mis amigos, que se mezclan con este presente en el que ya veo el camino con otra perspectiva.

Este domingo se celebra Pascuas, más allá del significado religioso, es un día que al igual que la Navidad congrega familias a la mesa, amigos, seres queridos unidos. Hoy por hoy es muy valioso que la gente continúe dando relevancia a las reuniones de la familia y amigos, ya que el vertiginoso ritmo de vida lleva a que nos veamos menos, porque el tiempo parece escasear y no deja lugar para momentos de encuentro y diálogo, imprescindibles para estar bien con nosotros mismos y con los demás.

No me quiero desviar del tema que les planteaba al principio, ese tomar consciencia ¿dónde estamos parados?, ¿cuánto pesa en nosotros el camino recorrido, qué incidencia tiene? Para poder dar un poco de luz a estas preguntas parafraseo a Borges en su cuento “ La rosa de Paracelso” en el maestro le dice al alumno: “El camino es la piedra, cada paso que darás es la meta, y no hay meta sino camino”. Así cada cual sabrá cuáles son las piedras que ha tenido que quitar de su camino o pulir para no tropezarse, de la misma forma podrá valorar cómo ha construido el camino y trazado esa meta que se torna en un gran desafío instante a instante.

Con el correr del tiempo, cambiamos la perspectiva para lentamente descubrir esos velos que hasta ahora habían permanecidos ocultos por nuestra propia ignorancia. El universo de posibilidades es maravilloso, basta pararse bajo un cielo estrellado, un día soleado o uno gris y encapotado para descubrir que otro día nos espera y nos abraza jubiloso para continuar el camino junto a aquellos que son seres importantes para nosotros, no es relevante dónde están, lo cierto es que laten en nuestro corazón con intensidad y permiten que renazca cada día lo mejor de nosotros.

Quizás el secreto de la conciencia sea encontrar la llave para abrir todas aquellas puertas que hasta ahora permanecieron cerradas, pero después de meditar y aquietar la mente se tornan más cercanas y accesibles.

Andrea Calvete




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