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EL BAÚL DE LOS DESENGAÑOS

Los desengaños forman parte de un baúl enorme, pero afortunadamente, siempre existe una mano amiga que se brinda solidaria, fraternal y comprensiva, ante un desengaño. Porque aún en los peores momentos surge una luz, aunque la oscuridad inunde nuestro cuerpo.

Como somos seres imperfectos es imposible brindarnos sin en el fondo esperar aunque sea una simple sonrisa de agradecimiento, o una mirada de cariño, es parte de nuestra naturaleza.

Parte de los desengaños se disparan porque ponemos falsas expectativas en alguien, deseos que están en nuestras mentes, pero que en realidad no son obra de la persona con la que tratamos. Simplemente, nuestra imaginación y expectativa son las que nos hacen verlas en forma equivocada.

Asimismo, es muy común esperar reacciones de otras personas similares a las nuestras, cosa que es muy difícil. No todos los seres humanos reaccionamos de igual manera ante las distintas situaciones, por más que existen patrones comunes en determinadas circunstancias, también se dan las excepciones a las reglas.

Por otra parte, vivimos en mundo cada vez más individualista, en el que los demás forman una pequeña parte de nuestras vivencias, lo que trae aparejado comportamientos que no condicen con lo que esperaríamos frente a circunstancias en la que necesitamos una mano amiga.

Las vivencias nos traen aparejados una infinidad de situaciones, de las cuales si bien sufrimos, aprendemos y nos nutrimos, a la vez que nos afirmamos en nuestras decisiones.

Aunque al hablar de desengaños, solemos pensar en los que provienen de situaciones amorosas, pero también están los producidos por cualquier persona que nos desilusiona con su forma de obrar y proceder porque la imagen que da es muy distinta a la pensamos o creímos.

Un baúl que a lo largo del tiempo acumula situaciones amargas, pero que en el fondo todos intentamos poner un candado para que pronto permanezcan allí encerradas como parte de lo que nos ha tocado vivir en busca de sobreponernos de modo continuar el camino. Los desengaños suelen inundar el alma de dolor, de sufrimiento, y es así que día a día nos tropezamos con numerosas víctimas que caen por su culpa.

Y según el cantautor español Joaquín Sabina “no hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió”. Y en este caso el desengaño pega por partida doble, primero porque la situación nunca tuvo lugar y segundo porque seguramente la añoremos porque sea imposible e inviable, a si que quien anhele lo que nunca podrá alcanzar vivirá tras una búsqueda imposible que le dejará en la boca el sabor similar al desengaño más duro.

Por su puesto, a lo largo de la vida todos en alguna medida los hemos enfrentado, y seguramente los seguiremos haciendo, quizás a medida que pase el tiempo no en forma tan asidua, pues los años son hábiles maestros que nos enseñan que no es oro todo lo que brilla, y que las personas somos seres con defectos y virtudes, no máquinas perfectas. Aunque existe un dicho que dice “sabiduría y desengaños, aumentan con los años”.

Y ante la presencia de personas que nos brindan su afecto, su cariño, su ayuda, el dolor comienza a amainar porque descubrimos que un tropezón no significa caída, y que nos seguiremos cayendo tantas veces como sea necesario, pero siempre encontraremos un amigo, un compañero, un familiar que nos brindará su solidaridad, tras la búsqueda de que en nuestro rostro vuelva a aparecer una sonrisa.

Finalmente, los desengaños no pueden opacar nuestra existencia, por el contrario deben formar parte de lo que fuimos y somos para crecer como individuos, pero nunca para dejarnos inmovilizados en el mismo lugar, o hundirnos en nuestra propia tristeza. Por eso “cuando la vida te presente razones para llorar, demuéstrale que tienes mil y una razones para reír”.

Andrea Calvete

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