ACEPTAR Y DEJAR FLUIR
Hubo tiempo de lágrimas, esperas ,desatino y desesperación, pero antes la alegría y la dicha solían sentarse a la mesa como si las horas no corrieran. Mas había llegado el tiempo de aceptación, para no quedarse anclado en el pasado como un barco que no puede zarpar.
El fuerte trinar de un pájaro acompañaba los rayos de sol que se asomaban tibios y envolventes. El viento desasosegado y frío, hacía que el astro rey se pudiera lucir sólo en los rinconcitos a resguardo.
Entre el ruido de las hojas movidas por el viento, sus recuerdos volaron, se dejaron llevar, aunque el tiempo de la aceptación se hacía inminente, la mente podía escapar como un niño que juega a las escondidas y correr raudamente.
Así lo hizo, con total desparpajo y sin prejuicios que le ataran, volvió entonces a percibir notas de veranos al sol, donde las horas en la playa se hacían eternas. Asados llenos de alegría que congregaban bajo un parral a una familia que se amaba profundamente, y que gozaba de la naturaleza y de los afectos como pocos.
Un pájaro alborotado por la primavera con su canto continuo y fuerte, le trajo nuevamente a este tiempo, en el que el verbo hubo se había convertido en una inmensa daga que atravesaba su pecho.
Aunque, no lo había notado frente a tantas añoranzas, ahora también existían importantes lazos en lo que esa continuidad de vida florecía y tendía sus más hermosos colores. Sus hijos el futuro, las luces de un camino que día a día crecía y mostraba porvenir, esperanza cincelada en cada minuto andado y por andar. También su compañera de ruta, oxígeno y fuerza en cada momento.
El abrazo amoroso, sincero y desinteresado, pronto se hizo presente a través de los brazos de aquellos jóvenes que se habían convertido en dos seres adultos, en un abrir y cerrar de ojos.
Así entre recuerdos, añoranzas y este presente que le invitaba a caminar sin descanso, sintió que era necesario aceptar, dejar fluir, para que del mismo modo siguiera fluyendo la vida misma. En ese mismo instante se preguntó: “ ¿Por qué no ha dejado de amanecer, por qué las flores han seguido naciendo, por qué ha continuado lloviendo…?” Antes de contestarse, sintió que ya no había más preguntas que cuestionar, todo fluía y seguía, él tampoco se detendría, era hora de continuar.
El fuerte trinar de un pájaro acompañaba los rayos de sol que se asomaban tibios y envolventes. El viento desasosegado y frío, hacía que el astro rey se pudiera lucir sólo en los rinconcitos a resguardo.
Entre el ruido de las hojas movidas por el viento, sus recuerdos volaron, se dejaron llevar, aunque el tiempo de la aceptación se hacía inminente, la mente podía escapar como un niño que juega a las escondidas y correr raudamente.
Así lo hizo, con total desparpajo y sin prejuicios que le ataran, volvió entonces a percibir notas de veranos al sol, donde las horas en la playa se hacían eternas. Asados llenos de alegría que congregaban bajo un parral a una familia que se amaba profundamente, y que gozaba de la naturaleza y de los afectos como pocos.
Un pájaro alborotado por la primavera con su canto continuo y fuerte, le trajo nuevamente a este tiempo, en el que el verbo hubo se había convertido en una inmensa daga que atravesaba su pecho.
Aunque, no lo había notado frente a tantas añoranzas, ahora también existían importantes lazos en lo que esa continuidad de vida florecía y tendía sus más hermosos colores. Sus hijos el futuro, las luces de un camino que día a día crecía y mostraba porvenir, esperanza cincelada en cada minuto andado y por andar. También su compañera de ruta, oxígeno y fuerza en cada momento.
El abrazo amoroso, sincero y desinteresado, pronto se hizo presente a través de los brazos de aquellos jóvenes que se habían convertido en dos seres adultos, en un abrir y cerrar de ojos.
Así entre recuerdos, añoranzas y este presente que le invitaba a caminar sin descanso, sintió que era necesario aceptar, dejar fluir, para que del mismo modo siguiera fluyendo la vida misma. En ese mismo instante se preguntó: “ ¿Por qué no ha dejado de amanecer, por qué las flores han seguido naciendo, por qué ha continuado lloviendo…?” Antes de contestarse, sintió que ya no había más preguntas que cuestionar, todo fluía y seguía, él tampoco se detendría, era hora de continuar.
Andrea Calvete