¿QUÉ BUSCAMOS?
Un ramillete amplio de respuestas aparece a la hora de contestar esta pregunta. Sentimientos, anhelos, emociones, caminos, cosas materiales e inmateriales… pero lo cierto es que siempre buscamos algo.
La búsqueda es parte del descubrir, conocer y encontrar. Requiere estar dispuestos a ella, sin miedos, sin demasiadas expectativas, aunque sí con esperanza, deseo, fe y paciencia.
Esperanza y deseo van casi de la mano, en un nexo de unión muy delicado, sutil en pro de alcanzar algo. Fe en que es posible, en nosotros mismos, en los demás, en quien nosotros queramos, pero lo importante es no perderla. Mientras que la paciencia surge como ese cable a tierra para ser más tolerantes, humildes y autocríticos.
Buscamos aquí y allá, algunas veces defraudados o dolidos, otras felices y esperanzados, otras ausentes y cabizbajos, pero siempre buscamos. Algunas veces no nos gusta lo que encontramos, pero debemos ser valientes y enfrentar esa respuesta.
Buscamos…
Respuestas a situaciones, inquietudes, miedos y ausencias.
Respuestas a ese yo interno que habita en nosotros y la mayoría de las veces resulta un gran desconocido.
Cariño, comprensión y afecto. Porque el amor es la base de las relaciones humanas. Sin él se hacen muy dolorosos los días.
Autoconfianza, autoestima, sin ellas no es posible lograr nada de lo que anhelemos, si no creemos en nosotros mismos menos lo harán los demás.
Felicidad, un sentimiento un tanto complejo de definir, porque dependerá de cada uno ¿qué es ser feliz? Pero hay una pequeña diferencia entre ser y estar, el primero implica un estado que abarca diferentes etapas y el segundo el tránsito de un momento. Evidentemente, la vida se compone de luces y sombras, de baldosas negras y blancas, y también de matices, así que quien pretenda ser “feliz” las veinticuatro horas busca anestesiarse de lo que sucede a su alrededor.
Por otra parte, cuestionarnos que el patrón inculcado de felicidad actual está relacionado con confort material, acceso a la tecnología, cosas inmediatas, de rápida resolución… dejando de lado que la felicidad pasa por un sitial más profundo, los afectos, esos que nos atemperan la sangre y permiten que el corazón lata.
Sentirnos incluidos en todo lo que podamos participar, cosa bastante complicada porque la competitividad, el egoísmo y la falta de valores hacen que muchas personas queden segregadas, separadas y marcadas con un dedo acusador.
Que no se nos deseche como objetos descartables, porque cuando esto ocurre terminamos en un tacho de basura, y la salida de un medio tan contaminado generalmente no es buena. Por decirlo de otra forma, luego que un papel se lo hace una bolita pequeña, aunque intentemos dar marcha atrás, esa hoja queda arrugada y marcada.
La cicatrices o marcas son parte de lo que vivimos de nuestro aprendizaje, entonces buscamos que cada vez duelan menos hasta que finalmente se transformen en una huella que nos permita crecer y avanzar.
Por más que vivamos en la era de los productos desechables, los individuos no lo somos, seguimos siendo personas con sentimientos y valores, que se deben respetar. No podemos ser sustituidos como objetos, las explicaciones y los argumentos siguen siendo válidos y deben tener cabida. Use y tire es una frase que ya se nos ha inculcado a fuego y tiene un fuerte trasfondo psicológico para todos nosotros.
Y antes de comenzar a enumerar una gran lista de cosas por aceptar, me gustaría analizar la esencia misma de por qué nos cuesta tanto aceptar y reconocer.
Aceptar no significa renunciar o desistir, sino tomar consciencia y realidad de dónde estamos parados. Es tener suficiente sentido crítico, humor y agallas para enfrentar lo que nos sucede. Algunas veces por esquivar piedras en el camino solemos equivocar el rumbo y nos perdemos por senderos oscuros, húmedos y fríos. Aunque estamos a tiempo de retomar el camino.
Y entonces buscamos:
Aceptar lo que hemos transitado.
Aceptar lo que estamos viviendo, lo que nos toca cada día.
Aceptar que el futuro es posible pero no es un tiempo que tenga demasiado asidero.
Aceptar al otro, en su diversidad, en sus disidencias y aciertos.
Aceptar que el tiempo pasa y no se detiene.
Entender que nada es para siempre, la finitud en su más amplia acepción, para desapegarnos entonces de situaciones que lo único que hacen es perjudicarnos, quitarnos libertad. Apegarse se vincula con una relación de certidumbre para sentirnos protegidos, pero la vida en sí es incierta y debemos, entonces, aceptar la incertidumbre.
Comprender que la palabra nunca tiene demasiado peso y solemnidad, “y por muy turbia que esté el agua puede apretarnos la sed”.
Terminar o disminuir las injusticias, humillaciones y malos tratos. La maldad se disfraza muchas veces con finas sedas y encajes, para esconder su cara oscura y amarga.
Crecer, mejorar y aprender, porque el devenir de la vida nos lleva a avanzar, a dar un paso más cada día.
Y en el fondo buscamos gratitud, por lo que hacemos y por los demás. Estar agradecidos nos abre las perspectivas, porque cuando uno dice gracias o agradece desde el corazón se abre un universo de posibilidades desde el momento que estamos en paz y armonía con quienes nos rodean.
Para poder sentir gratitud, para comprender lo que hemos vivido, perdonar si es pertinente, reconocer errores, como parte del aprendizaje de vida.
Dibujar en nuestro rostro una sonrisa, aunque el dolor nos persiga, o las decepciones se aproximen. La risa es salud, es energía vital y contagiosa, el motor de vida.
No detenernos o permanecer caídos luego de un fracaso o una derrota, “porque un tropezón no es caída”, y “porque no está muerto quien pelea”, refranes que, al fin y al cabo, toman el sentir popular.
Sorprendernos cada día, porque significa que estamos vivos, abiertos a descubrir, a sentir, a conmovernos con lo que nos rodea, a no permitir anestesiar nuestros sentidos.
Poder vivir de nuestro trabajo, de lo que sabemos hacer, de ganarnos el pan con nuestro esfuerzo. El trabajo dignifica a las personas, porque nos sentimos útiles capaces de crear, hacer y dar todo lo que hay en nosotros.
Encontrar un sentido a nuestras vidas, estamos aquí por algún motivo, cuando lo descubrimos es más sencillo ver el rumbo.
Sentirnos más livianos, el sobrepeso es algo que con el tiempo ya no tiene cabida, nos rompe la espalda, nos quita el aire y el espacio. Estamos excedidos de cosas materiales que lo único que hacen día a día es esclavizarnos más al sistema social que se nos propone.
Finalmente, buscamos acortar brechas, para sentirnos más cerca los unos de los otros. Nuestra búsqueda posiblemente no se agotará hasta nuestro último suspiro, porque estamos vivos y la vida en sí te hace preguntas todos los días, te presenta nuevos desafíos por resolver.
La búsqueda es parte del descubrir, conocer y encontrar. Requiere estar dispuestos a ella, sin miedos, sin demasiadas expectativas, aunque sí con esperanza, deseo, fe y paciencia.
Esperanza y deseo van casi de la mano, en un nexo de unión muy delicado, sutil en pro de alcanzar algo. Fe en que es posible, en nosotros mismos, en los demás, en quien nosotros queramos, pero lo importante es no perderla. Mientras que la paciencia surge como ese cable a tierra para ser más tolerantes, humildes y autocríticos.
Buscamos aquí y allá, algunas veces defraudados o dolidos, otras felices y esperanzados, otras ausentes y cabizbajos, pero siempre buscamos. Algunas veces no nos gusta lo que encontramos, pero debemos ser valientes y enfrentar esa respuesta.
Buscamos…
Respuestas a situaciones, inquietudes, miedos y ausencias.
Respuestas a ese yo interno que habita en nosotros y la mayoría de las veces resulta un gran desconocido.
Cariño, comprensión y afecto. Porque el amor es la base de las relaciones humanas. Sin él se hacen muy dolorosos los días.
Autoconfianza, autoestima, sin ellas no es posible lograr nada de lo que anhelemos, si no creemos en nosotros mismos menos lo harán los demás.
Felicidad, un sentimiento un tanto complejo de definir, porque dependerá de cada uno ¿qué es ser feliz? Pero hay una pequeña diferencia entre ser y estar, el primero implica un estado que abarca diferentes etapas y el segundo el tránsito de un momento. Evidentemente, la vida se compone de luces y sombras, de baldosas negras y blancas, y también de matices, así que quien pretenda ser “feliz” las veinticuatro horas busca anestesiarse de lo que sucede a su alrededor.
Por otra parte, cuestionarnos que el patrón inculcado de felicidad actual está relacionado con confort material, acceso a la tecnología, cosas inmediatas, de rápida resolución… dejando de lado que la felicidad pasa por un sitial más profundo, los afectos, esos que nos atemperan la sangre y permiten que el corazón lata.
Sentirnos incluidos en todo lo que podamos participar, cosa bastante complicada porque la competitividad, el egoísmo y la falta de valores hacen que muchas personas queden segregadas, separadas y marcadas con un dedo acusador.
Que no se nos deseche como objetos descartables, porque cuando esto ocurre terminamos en un tacho de basura, y la salida de un medio tan contaminado generalmente no es buena. Por decirlo de otra forma, luego que un papel se lo hace una bolita pequeña, aunque intentemos dar marcha atrás, esa hoja queda arrugada y marcada.
La cicatrices o marcas son parte de lo que vivimos de nuestro aprendizaje, entonces buscamos que cada vez duelan menos hasta que finalmente se transformen en una huella que nos permita crecer y avanzar.
Por más que vivamos en la era de los productos desechables, los individuos no lo somos, seguimos siendo personas con sentimientos y valores, que se deben respetar. No podemos ser sustituidos como objetos, las explicaciones y los argumentos siguen siendo válidos y deben tener cabida. Use y tire es una frase que ya se nos ha inculcado a fuego y tiene un fuerte trasfondo psicológico para todos nosotros.
Y antes de comenzar a enumerar una gran lista de cosas por aceptar, me gustaría analizar la esencia misma de por qué nos cuesta tanto aceptar y reconocer.
Aceptar no significa renunciar o desistir, sino tomar consciencia y realidad de dónde estamos parados. Es tener suficiente sentido crítico, humor y agallas para enfrentar lo que nos sucede. Algunas veces por esquivar piedras en el camino solemos equivocar el rumbo y nos perdemos por senderos oscuros, húmedos y fríos. Aunque estamos a tiempo de retomar el camino.
Y entonces buscamos:
Aceptar lo que hemos transitado.
Aceptar lo que estamos viviendo, lo que nos toca cada día.
Aceptar que el futuro es posible pero no es un tiempo que tenga demasiado asidero.
Aceptar al otro, en su diversidad, en sus disidencias y aciertos.
Aceptar que el tiempo pasa y no se detiene.
Entender que nada es para siempre, la finitud en su más amplia acepción, para desapegarnos entonces de situaciones que lo único que hacen es perjudicarnos, quitarnos libertad. Apegarse se vincula con una relación de certidumbre para sentirnos protegidos, pero la vida en sí es incierta y debemos, entonces, aceptar la incertidumbre.
Comprender que la palabra nunca tiene demasiado peso y solemnidad, “y por muy turbia que esté el agua puede apretarnos la sed”.
Terminar o disminuir las injusticias, humillaciones y malos tratos. La maldad se disfraza muchas veces con finas sedas y encajes, para esconder su cara oscura y amarga.
Crecer, mejorar y aprender, porque el devenir de la vida nos lleva a avanzar, a dar un paso más cada día.
Y en el fondo buscamos gratitud, por lo que hacemos y por los demás. Estar agradecidos nos abre las perspectivas, porque cuando uno dice gracias o agradece desde el corazón se abre un universo de posibilidades desde el momento que estamos en paz y armonía con quienes nos rodean.
Para poder sentir gratitud, para comprender lo que hemos vivido, perdonar si es pertinente, reconocer errores, como parte del aprendizaje de vida.
Dibujar en nuestro rostro una sonrisa, aunque el dolor nos persiga, o las decepciones se aproximen. La risa es salud, es energía vital y contagiosa, el motor de vida.
No detenernos o permanecer caídos luego de un fracaso o una derrota, “porque un tropezón no es caída”, y “porque no está muerto quien pelea”, refranes que, al fin y al cabo, toman el sentir popular.
Sorprendernos cada día, porque significa que estamos vivos, abiertos a descubrir, a sentir, a conmovernos con lo que nos rodea, a no permitir anestesiar nuestros sentidos.
Poder vivir de nuestro trabajo, de lo que sabemos hacer, de ganarnos el pan con nuestro esfuerzo. El trabajo dignifica a las personas, porque nos sentimos útiles capaces de crear, hacer y dar todo lo que hay en nosotros.
Encontrar un sentido a nuestras vidas, estamos aquí por algún motivo, cuando lo descubrimos es más sencillo ver el rumbo.
Sentirnos más livianos, el sobrepeso es algo que con el tiempo ya no tiene cabida, nos rompe la espalda, nos quita el aire y el espacio. Estamos excedidos de cosas materiales que lo único que hacen día a día es esclavizarnos más al sistema social que se nos propone.
Finalmente, buscamos acortar brechas, para sentirnos más cerca los unos de los otros. Nuestra búsqueda posiblemente no se agotará hasta nuestro último suspiro, porque estamos vivos y la vida en sí te hace preguntas todos los días, te presenta nuevos desafíos por resolver.