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LA ESPIRAL DE LA VIDA

El camino en espiral que recorremos a lo largo de la vida nos lleva a deslizarnos en forma circular en el que trascendemos planos, avanzamos día a día de abajo hacia arriba y arriba hacia abajo. Cada círculo vital por el que transitamos va conectándose con nuevos círculos formando así una escalera en forma de caracol, en la que fluye energía en forma permanente.

Si pensamos en una escalera vertical sencillamente vemos estabilidad, un fin, una meta. En cambio la forma de caracol atiende a que nuestra subida es inestable, imprecisa e insegura porque así es nuestra propia búsqueda, en la que no tenemos demasiado claro nada, sin embargo cada día trabajamos para poder esclarecerlo.

La espiral es un símbolo propio de la creación y la evolución de todo el Universo, que tiene que ver con la vida misma. En tal sentido, surge el funcionamiento en espiral de la cadena de ADN, de la Vía Láctea y por lo tanto de nuestro propio camino.

El Universo es tan maravilloso, en él existe conexión a todo lo que sucede, quizás sea difícil comprender los porqué de estas similitudes, que a simple vista parecen no tener nada que ver, pero que sin embargo llevan a pensar que el propio funcionamiento químico del hombre tiene una inmensa relación con esa galaxia en forma de espiral a la cual pertenece nuestra Tierra.

En el ADN las cadenas que forman la doble hélice se enroscan sobre sí mismas, dando la apariencia de una escalera de caracol, con los pares de bases siendo los peldaños.

El funcionamiento de esta molécula de ADN implica todo lo que tiene que ver con nuestra herencia, material genético, con lo que nos sucede como individuos desde lo micro. A macro escala otro tanto ocurre en esa Vía Láctea dónde la galaxia sigue el movimiento de la escalera de caracol, y nos incluye a todos en ese Universo infinito de posibilidades.

Esta escalera en la que buscamos la sabiduría, anhelamos comprender, aprender, y a cada paso que damos trastabillamos porque no es sencillo ante cada curvatura ver el destino, sin embargo cuando nos paramos firmes y logramos mantener el equilibrio sobreviene la calma.

El ser humano es una manifestación del estado de energía de fondo de dónde todo proviene, un ser cósmico, parte del Universo, formado por los mismos elementos físico-químicos y por las mismas energías que componen a todos los seres.

Somos habitantes de una galaxia -una entre doscientas mil millones- dependientes del Sol, situado a 27.000 años luz del centro de la Vía Láctea cerca del brazo interior de la Espiral de Orión.

La mente es energía. Cuando pensamos, transmitimos energía y los pensamientos son más poderosos que la química. Aunque suene poco creíble, algunas veces son la causa de nuestras principales molestias y dolencias de algún tipo.

La vida misma es un inmenso misterio al cual el hombre se enfrenta día a día. En tal sentido, el mítico Hermes Trismegisto, a través de su obra “El Kybalion” (*), nos permite descubrir siete principios de la vida misma, para avanzar lentamente en esa búsqueda incansable e enriquecedora, en esa relación mente, cuerpo y alma.

Los siete principios de Hermes Trismegisto:

1. El Todo es Mente; el universo es mental.

2. Como es arriba, es abajo; como es abajo, es arriba.

3. Nada está inmóvil; todo se mueve; todo vibra.

4. Todo es doble, todo tiene dos polos; todo, su par de opuestos: los semejantes y los antagónicos son lo mismo; los opuestos son idénticos en naturaleza, pero diferentes en grado; los extremos se tocan; todas las verdades son medias verdades, todas las paradojas pueden reconciliarse.

5. Todo fluye y refluye; todo tiene sus períodos de avance y retroceso, todo asciende y desciende; todo se mueve como un péndulo; la medida de su movimiento hacia la derecha, es la misma que la de su movimiento hacia la izquierda; el ritmo es la compensación.

6. Toda causa tiene su efecto; todo efecto tiene su causa; todo sucede de acuerdo a la ley; la suerte no es más que el nombre que se le da a la ley no reconocida; hay muchos planos de casualidad, pero nada escapa a la Ley.

7. La generación existe por doquier; todo tiene su principio masculino y femenino; la generación se manifiesta en todos los planos.

Estos siete principios dan para reflexionar y analizar muchísimo sobre nuestra esencia misma, sobre lo que somos, fuimos y seremos.

Para Pascal “el ser humano es nada comparado con el infinito y todo comparado con la nada, es un eslabón entre la nada y el todo, pero incapaz de ver la nada de donde es sacado y el infinito hacia el que es atraído”.

En el “El círculo de la vida”, Elton John canta: “desde el día que llegamos al Planeta, y parpadeando caminamos bajo el Sol, hay más por ver de lo que puedas llegar a ver, más para hacer de lo que puedas llegar a hacer”, porque en la medida que trascendemos estos círculos de la vida, vemos que a través de la fe seguimos adelante.

La fe es esa fuerza que no podemos perder, es ese motor vital que nos permite tener confianza en los demás y en nosotros mismos, creer que es posible un cambio, un nuevo desafío. La fe se deposita en lo que cada uno crea conveniente, lo importante es no perderla en esta larga escalera de caracol.

Frei Betto nos invita a descubrir que “cada gesto humano interactúa con toda la humanidad, al igual que el movimiento de un único electrón de nuestro cerebro, accionado por un sentimiento positivo o negativo, actúa sobre todo el equilibrio del Universo, como la gota de lluvia modifica al océano”. (**)

Finalmente, esta espiral llamada vida seguirá su cauce y estará en cada uno ¿cómo continuar el camino, cómo escalar esos peldaños a veces inestables, otras seguros?, ¿cómo manejar nuestros sentimientos, en definitiva nuestra energía? Todos estas interrogantes son parte de nuestras vivencias, de eso que nos hace ser nosotros mismos.

(*) “El Kybalion” Hermes Trismegisto,

(**) “La obra del artista. Una visión holística del Universo” Frei Betto


Ver la entrevista con Jorge Mautone:

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