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COLOR ESPERANZA

Un bien común a todos, por algunos perdida, por otros encontrada, y para una gran mayoría el oxígeno que carga de aire día a día sus pulmones, precisamente en los momentos en que todo parece perdido. Sin embargo parafraseando a Mercedes Sosa: “Quien dijo que todo está perdido, yo vengo a ofrecer mi corazón”.

Ofrecer, es sustancial cuando ponemos en práctica esta virtud tan necesaria para la vida, porque si no damos posiblemente nada recibamos, en el devenir todo es cambio y movimiento, que precisa de acciones y compromisos constantes.

Si bien los obstáculos, las dificultades y problemas la opacan, quitándole crédito a la esperanza, el ser humano generalmente permite que aflore para dar energía a sus días, a sus motivos de existencia. Porque quien la pierde, queda en tinieblas, cargado de miedos, de fríos internos que lo único que hacen es paralizarlo.

Cada amanecer trae consigo nuevos rayos de esperanza, de luz, que son ese motor vital para no quitarnos la ilusión, el entusiasmo y la energía, necesarios para andar, para recorrer este camino al que día a día se presentan tantas dificultades, algunas propias de nuestros errores, y otras como consecuencia de personas que con sus actos influyen para desestabilizar nuestro día, o simplemente de hechos que se presentan en forma abrupta e inesperada.

Es así que de pronto comenzamos un día llenos de entusiasmo, dinamismo, pero cuando nos enfrentamos a algunos episodios tediosos o molestos, el color del día cambia, porque lo que comienza por ser un diálogo cordial, sin darnos cuenta rápidamente se convierte en un malentendido cargado de epítetos que no vienen al caso. Está en cada uno de nosotros dar el justo valor a este incidente, o permitir que nos opaque el día y nos cargue de una energía totalmente negativa.

Incidentes de esta índole nos acechan a diario, depende de cada uno si pretendemos dejar que la esperanza se siente a nuestro lado, para permitir volar nuestros mejores deseos y anhelos, o por el contrario si dejamos que nos acompañe el malhumor, el enojo, el fastidio, reacciones razonables y entendibles, pero a las que no podemos dar demasiada cabida. Ya sé que me dirán que no es sencillo, aunque tampoco es imposible cambiar nuestra actitud frente a los problemas.

Quien toma una actitud de sobreponerse a lo que le pasa, permitiendo que el buen humor, la calma y el positivismo lo acompañe, es porque ha decido dejar pasar a la esperanza, a ese halo de bienestar, de sentir que es posible un cambio, una salida. No es sentarse a soñar, a delirar sino dar margen a las posibilidades de salir de lo que nos disgusta, incomoda o molesta.

Cuando damos cabida a la esperanza, alejamos al desaliento, al pesimismo, a la dolorosa tristeza, para dar paso a la perseverancia, virtud que nos permitirá llevar a cabo todo lo que anhelamos o deseamos poner en práctica. De este modo, liberaremos todas las fuerzas que poseemos en pro de hacer lo que creemos justo y necesario.

Es una de las tres virtudes teologales e implica distintos momentos en su consecución: el primero es visualizarla, el segundo tener conocimiento de lo que queremos llevar a cabo, y el último es tomar consciencia y determinación de que lo que deseamos o esperamos es posible. Este tercer momento es decisivo para ponerla en práctica, para continuar con la dinámica permanente que conlleva la vida.

Sin embargo, para dar paso a la esperanza, quien parece llegar y cargar rápidamente en forma casi mágica nuestros días, debemos permitir el pasaje de la armonía, una palabra tan buscada y anhelada por el hombre, pero que sin embargo es bastante difícil de alcanzar. La dificultad radica en esa búsqueda personal tan importante y necesaria, a la que tantas veces el hombre se niega, por correr tras fines materiales que en definitiva no son la verdadera solución a sus problemas.

Aunque es difícil en este mundo cargado y plagado de posibilidades materiales, no confundir esa búsqueda, el espectro de alternativas es cada vez mayor y tentadora, entonces el caer en esos lugares de búsqueda equivocados para satisfacer ese yo interno es pan de todos los días, por eso es muy importante vislumbrar ¿qué es lo que verdaderamente buscamos?

En ese anhelo cargado de esperanza, muchas veces lo que deseamos no es algo individual, sino que forma parte del colectivo humano, entonces es cuando nos hermanamos con otros semejantes en esa búsqueda por concretar una acción a favor de la Humanidad, que por momentos parece hallarse desnuda, desolada, olvidada o peor, bombardeada por el propio hombre.

Según Antonio Machado: “El que espera desespera, dice la voz popular. ¡Qué verdad tan verdadera! La verdad es lo que es, y sigue siendo verdad, aunque se piense al revés”. En este verso Machado, nos invita a reflexionar sobre la espera que tiene notas de incertidumbre, de inquietud, pero a su vez nos permite alojar pensamientos positivos, esperanzadores, en la medida que nos comprometamos y dispongamos a esperar, lo que depende de nuestra acción, de esa superación personal para concretar algo, de esa búsqueda incansable de la verdad.

Cada individuo que nace es una luz, es un mensaje de esperanza, porque esa nueva vida puede traer consigo una enseñanza, está en cada uno ver esos pequeños y a su vez grandes destellos que nos posibilitan esos cambios tan necesarios que tantas veces pasan desapercibidos, porque nos encandilamos ante una realidad que nos deja enceguecidos, sin poder vislumbrar el rumbo.

La esperanza por momentos, se desdibuja y palidece. Existen situaciones que nos sobrepasan, nos dejan sin aliento, sin respuestas, casi sin aire. Es entonces, cuando precisamos que ella haga su aparición, con su mano tibia, con su mirada cálida, de modo de avizorar una salida, un camino, lo hay, sólo que algunas veces es muy arduo encontrarlo. Entonces pedimos o invocamos una señal que nos guíe, y tarde o temprano aparece.

Señales surgen a diario, aunque insertos en nuestros problemas la visión se dificulta, y es bien cierto el dicho que dice que “no hay peor ciego que el que no quiere ver”. Por tal motivo, es importante estar dispuestos a buscar, a encontrar y aceptar lo que nos sucede.

Nuestro camino es largo, y seguramente tantas veces la perdimos, la añoramos, sin embargo a pesar de nuestro descreimiento suele aparecer como una fuerza que nace desde muy adentro, para hacernos ver que las posibilidades están allí, sólo es cuestión de encontrarlas y no darnos por vencidos, quizás el primer paso sea sacar fortaleza de toda situación dolorosa.

Finalmente, la esperanza es una gran aliada que nos da fuerza, nos impulsa, nos ayuda a avanzar, a sacar fuerzas de donde menos lo pensamos, porque mientras haya un corazón dispuesto a latir, aparecerá el color esperanza.

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