ENTRE EXPLICACIONES
A la hora de dar explicaciones, el ser concisos, claros y breves, serán puntos primordiales si pretendemos ser comprendidos o al menos interpretados. Las explicaciones, se dan todos los días. Pero ¿a quién y por qué te lo has cuestionado alguna vez?
Existe un proverbio árabe que dice que “quien no comprende una mirada tampoco comprenderá una larga explicación”. De este modo, el comprender es un acto individual, que requiere de un esfuerzo personal por ponernos el lugar del otro, cosa bastante difícil, pero no imposible.
De hecho, este fin de semana, caminando por la hermosa Rambla de Montevideo, fui víctima de un arrebato en el que me robaron una minúscula carterita con el celular. Sin pensarlo, salí detrás del ladrón y crucé la Rambla enajenada. Unos metros pasada la primera esquina el sujeto se subió a una bicicleta y huyó.
Así me vi caminando rumbo a mi casa llorando producto de la fuerte indignación. Y de pronto, un señor en la vereda de su casa muy amablemente me preguntó que me pasaba, y cuando le expliqué lo sucedido él y su familia inmediatamente se solidarizaron conmigo.
No sé si fueron mis lágrimas, mi cara desencajada, mi temblor, mi sudor frío, pero este hombre, junto a su señora y su suegro, creyeron en mi relato, en mi explicación, a partir de la cual me posibilitaron llamar a mi casa, un vaso de agua, y finalmente me llevaron hasta mi hogar. Sinceramente, esas personas que parecen salidas del cielo.
Pero, con este pequeña anécdota personal no me quiero salir del tema, por el contrario quiero destacar cuan importantes son las explicaciones en cualquier tipo de situaciones, al mismo tiempo de cómo son recibidas por quien las escucha.
Asimismo, la explicación no es sólo el relato hablado, sino también la mirada, el tono de voz, los gestos en general, es un conjunto de expresiones dadas a través de nuestros cinco sentidos.
Y el Diccionario de la Real Academia define a la explicación como “la declaración o exposición de cualquier materia, doctrina o texto con palabras claras o ejemplos, para que se haga más perceptible. Manifestación o revelación de la causa o motivo de algo”.
Explicación proviene del latín “explicatio”: acción de desplegar o desenvolver. Es decir de mostrar lo que está oculto, que no es perceptible a primera vista, haciendo comprensible lo que en un primer momento no lo sería. La explicación forma parte del proceso cognoscitivo, a través del cual damos sentido a situaciones u hechos.
La explicación conlleva a “dar razón”, es a permitir descubrir el qué, por qué, para qué, y el cómo de las cosas y de los acontecimientos. Diariamente, en los trabajos, hogares, grupos de amigos, familiares, se ofrecen en forma automática sin identificar el por qué de ellas. La respuesta es sencilla, intentar aclarar determinada situación.
Quizás las explicaciones sean parte de buscar un significado o un porqué. El hombre siempre ha corrido detrás de todas las respuestas posibles, aunque a medida que avanza, ve que se aleja cada vez más de ese horizonte inalcanzable.
Pero ese sentido, de búsqueda, es también el que lleva a explicar, a dar a conocer, a abrirse hacia los demás, a participar en un proceso de sociabilización muy importante, el que tantas veces solemos olvidar en un mundo que nos sobrepasa y que nos deja espacio casi para pensar y reflexionar.
Lejos parecen quedar los utópicos, tras querer alcanzar su utopía. Pero qué paradoja excepcional el de querer alcanzarla, porque significa que aún quedan seres capaces de vibrar, de luchar por lo que creen justo y necesario, desde sus más profundos valores y principios, siendo las explicaciones fundamentales en cualquier momento de su discurso o exposición.
Mas no todos creen necesario dar explicaciones, las darán únicamente a personas que consideren superiores a ellos en algún orden. Este concepto resulta discutible, porque todos los seres humanos merecen una explicación de cualquier acto que repercuta en los demás, pues no se hayan aislados sino en un mundo donde todos están interconectados.
Para que funcionen bien las cosas, es imprescindible brindar este tipo declaración, como forma fundamental del respeto entre los individuos de una sociedad. ¿Qué sería del mundo si todos anduvieran sin rendir cuentas?
Aunque esta actitud de pasar por la vida como si los demás no existieran es adoptada por muchos individuos, que toman así una posición egoísta, egocéntrica, individualista, mas olvidan que no son el ombligo del mundo, y en ese andar vertiginoso se llevan todo por delante.
Más allá de estos comportamientos socialmente inadaptados, no es sencillo ser explícito, claro, conciso, a la hora de transmitir ciertas posturas. Por eso, cuanto más sencillo, mejor. En un mundo donde todo es cuestionado, donde prolifera la información, la superposición de imágenes, sonidos, el bullicio, la prisa, el estrés, el descontrol, entonces, la simpleza sigue guardando su encanto, e invita a ese remanso tan necesario.
Y es cierto que ante una explicación existen siempre dos partes quien la da y quien la recibe, y para que este proceso de comunicación sea efectivo es preciso ser claros y concisos, para que no haya lugar a interpretaciones incorrectas.
Y según el modo en que sean dadas las explicaciones, surgirán algunas más convincentes, fuertes y otras más débiles, de acuerdo a su justificación, y también a la persona que sea receptora de la misma, su predisposición a creer o a cuestionar lo que escucha.
Ya Leibniz, contemporáneo de Newton, hizo una diferenciación entre explicación y comprensión, señalando que ciertos conocimientos concernientes a la fe que podían ser explicados y no comprendidos, y es parte de lo que les comentaba depende de quien recibe la información el grado de apertura y receptividad.
Sin embargo, Mark Twain sostiene que “todo hombre es como la Luna: con una cara oscura que a nadie enseña”, y es que estamos formados por opuestos y a su vez complementarios que se dan en nuestro ser, aunque ello no justifica que cuando ese lado oscuro aparezca se justifique tirar la piedra y esconder la mano, por el contrario, requiere de valentía y fortaleza en reconocer que nos hemos equivocado.
Por otra parte, convivimos en un mundo globalizado donde toda la información se maneja en milésimas de segundos, así que es casi absurdo el rehuir a dar explicaciones de nuestros actos porque las distintas redes sociales de las que formamos partes en poco tiempo hablan por nosotros mismos.
Finalmente, las explicaciones son como el tronco de un árbol, el sostén de las normas de respeto, educación y dignidad, necesarias e imprescindibles en toda estructura social.
Existe un proverbio árabe que dice que “quien no comprende una mirada tampoco comprenderá una larga explicación”. De este modo, el comprender es un acto individual, que requiere de un esfuerzo personal por ponernos el lugar del otro, cosa bastante difícil, pero no imposible.
De hecho, este fin de semana, caminando por la hermosa Rambla de Montevideo, fui víctima de un arrebato en el que me robaron una minúscula carterita con el celular. Sin pensarlo, salí detrás del ladrón y crucé la Rambla enajenada. Unos metros pasada la primera esquina el sujeto se subió a una bicicleta y huyó.
Así me vi caminando rumbo a mi casa llorando producto de la fuerte indignación. Y de pronto, un señor en la vereda de su casa muy amablemente me preguntó que me pasaba, y cuando le expliqué lo sucedido él y su familia inmediatamente se solidarizaron conmigo.
No sé si fueron mis lágrimas, mi cara desencajada, mi temblor, mi sudor frío, pero este hombre, junto a su señora y su suegro, creyeron en mi relato, en mi explicación, a partir de la cual me posibilitaron llamar a mi casa, un vaso de agua, y finalmente me llevaron hasta mi hogar. Sinceramente, esas personas que parecen salidas del cielo.
Pero, con este pequeña anécdota personal no me quiero salir del tema, por el contrario quiero destacar cuan importantes son las explicaciones en cualquier tipo de situaciones, al mismo tiempo de cómo son recibidas por quien las escucha.
Asimismo, la explicación no es sólo el relato hablado, sino también la mirada, el tono de voz, los gestos en general, es un conjunto de expresiones dadas a través de nuestros cinco sentidos.
Y el Diccionario de la Real Academia define a la explicación como “la declaración o exposición de cualquier materia, doctrina o texto con palabras claras o ejemplos, para que se haga más perceptible. Manifestación o revelación de la causa o motivo de algo”.
Explicación proviene del latín “explicatio”: acción de desplegar o desenvolver. Es decir de mostrar lo que está oculto, que no es perceptible a primera vista, haciendo comprensible lo que en un primer momento no lo sería. La explicación forma parte del proceso cognoscitivo, a través del cual damos sentido a situaciones u hechos.
La explicación conlleva a “dar razón”, es a permitir descubrir el qué, por qué, para qué, y el cómo de las cosas y de los acontecimientos. Diariamente, en los trabajos, hogares, grupos de amigos, familiares, se ofrecen en forma automática sin identificar el por qué de ellas. La respuesta es sencilla, intentar aclarar determinada situación.
Quizás las explicaciones sean parte de buscar un significado o un porqué. El hombre siempre ha corrido detrás de todas las respuestas posibles, aunque a medida que avanza, ve que se aleja cada vez más de ese horizonte inalcanzable.
Pero ese sentido, de búsqueda, es también el que lleva a explicar, a dar a conocer, a abrirse hacia los demás, a participar en un proceso de sociabilización muy importante, el que tantas veces solemos olvidar en un mundo que nos sobrepasa y que nos deja espacio casi para pensar y reflexionar.
Lejos parecen quedar los utópicos, tras querer alcanzar su utopía. Pero qué paradoja excepcional el de querer alcanzarla, porque significa que aún quedan seres capaces de vibrar, de luchar por lo que creen justo y necesario, desde sus más profundos valores y principios, siendo las explicaciones fundamentales en cualquier momento de su discurso o exposición.
Mas no todos creen necesario dar explicaciones, las darán únicamente a personas que consideren superiores a ellos en algún orden. Este concepto resulta discutible, porque todos los seres humanos merecen una explicación de cualquier acto que repercuta en los demás, pues no se hayan aislados sino en un mundo donde todos están interconectados.
Para que funcionen bien las cosas, es imprescindible brindar este tipo declaración, como forma fundamental del respeto entre los individuos de una sociedad. ¿Qué sería del mundo si todos anduvieran sin rendir cuentas?
Aunque esta actitud de pasar por la vida como si los demás no existieran es adoptada por muchos individuos, que toman así una posición egoísta, egocéntrica, individualista, mas olvidan que no son el ombligo del mundo, y en ese andar vertiginoso se llevan todo por delante.
Más allá de estos comportamientos socialmente inadaptados, no es sencillo ser explícito, claro, conciso, a la hora de transmitir ciertas posturas. Por eso, cuanto más sencillo, mejor. En un mundo donde todo es cuestionado, donde prolifera la información, la superposición de imágenes, sonidos, el bullicio, la prisa, el estrés, el descontrol, entonces, la simpleza sigue guardando su encanto, e invita a ese remanso tan necesario.
Y es cierto que ante una explicación existen siempre dos partes quien la da y quien la recibe, y para que este proceso de comunicación sea efectivo es preciso ser claros y concisos, para que no haya lugar a interpretaciones incorrectas.
Y según el modo en que sean dadas las explicaciones, surgirán algunas más convincentes, fuertes y otras más débiles, de acuerdo a su justificación, y también a la persona que sea receptora de la misma, su predisposición a creer o a cuestionar lo que escucha.
Ya Leibniz, contemporáneo de Newton, hizo una diferenciación entre explicación y comprensión, señalando que ciertos conocimientos concernientes a la fe que podían ser explicados y no comprendidos, y es parte de lo que les comentaba depende de quien recibe la información el grado de apertura y receptividad.
Sin embargo, Mark Twain sostiene que “todo hombre es como la Luna: con una cara oscura que a nadie enseña”, y es que estamos formados por opuestos y a su vez complementarios que se dan en nuestro ser, aunque ello no justifica que cuando ese lado oscuro aparezca se justifique tirar la piedra y esconder la mano, por el contrario, requiere de valentía y fortaleza en reconocer que nos hemos equivocado.
Por otra parte, convivimos en un mundo globalizado donde toda la información se maneja en milésimas de segundos, así que es casi absurdo el rehuir a dar explicaciones de nuestros actos porque las distintas redes sociales de las que formamos partes en poco tiempo hablan por nosotros mismos.
Finalmente, las explicaciones son como el tronco de un árbol, el sostén de las normas de respeto, educación y dignidad, necesarias e imprescindibles en toda estructura social.