¿TE ANIMÁS A DESNUDAR TUS PEORES DEFECTOS?
Virtudes y defectos nos definen diariamente como seres humanos, pero ¿somos conscientes de aquellos que inciden negativamente en nuestra actitud de vida?
El tener conocimiento de la existencia de nuestros defectos no es lo mismo que ser conscientes, pues en este caso se trata de una actitud en la cual ponemos todos nuestros sentidos y nuestra razón a funcionar para tomar contacto con una realidad que muchas veces es dolorosa, difícil de aceptar, y por ello, nuestro inconsciente se ocupa de ubicarla en el lugar donde menos molesta.
Siempre es más sencillo reconocer cualidades que defectos, porque ellos conllevan a asumir que somos imperfectos y que en algunos puntos fallamos. La mayoría de las personas tendemos a esconderlos en un mero afán de no culpabilizarnos o por no reconocer que así somos.
Ese primer paso es ser leal con uno mismo y asumir cómo somos, de este modo podremos brindarnos a nuestros semejantes con transparencia y honestidad, por supuesto dentro de lo que nuestra propia consciencia nos permita.
En un mundo donde los defectos predominan, y las virtudes escasean, no es excusa suficiente para detenernos y no intentar cambiar, aunque esta decisión quizás sea dura y compleja, merece la pena el intento, porque “más se perdió en el diluvio”.
El intentar reconocer nuestras debilidades, y dejarlas al desnudo, es el primer paso, luego en un lento proceso asimilaremos ¿qué es posible cambiar?, o al menos modificar de tal forma que nuestra vida sea más grata.
Casi siempre es más sencillo como dice el refrán “ver la paja en el ojo ajeno” que en el propio. Y es que cuando miramos a quienes nos rodean es fácil convertirse en jueces, pero cuando los que debemos ser juzgados somos nosotros mismos, las cosas se complican, surge entonces una mano blanda, cargada tantas veces de compasión y miramientos.
Y al ser benévolos con nuestros defectos, en realidad los estamos enmascarando, escondiendo por miedo a desnudarlos. Quizás si invirtiera la pregunta y dijera ¿te animas a enumerar tus virtudes?, la respuesta sería más sencilla y espontánea.
En el caso de los defectos, generalmente nos acompañan de por vida, aunque con mucha paciencia y tesón se pueden corregir algunos, pero se debe estar más que convencido, y además poner todo de sí, con mucho esfuerzo, siendo consciente de querer cambiar.
Los defectos más notorios de nuestros días son la impaciencia, que aparecerá apresurada de la mano de la intolerancia y del egoísmo. El famoso “ya, ya” o “para ayer”, son expresiones muy corrientes de escuchar, pero si nos detenemos a pensar “sin calma, pero con prisa”, seguramente no llegaremos a un buen destino.
Y dentro de los cotidianos, surgirá la vanidad sentada junto al orgullo, ambos cargados de altanería viendo cómo el resto de los defectos caminan tras su presa, ellos están más que seguros de ya haberlos alcanzado.
La cobardía no se queda atrás, caminará rápida y solapada, escondiéndose detrás de cada árbol que encuentra para buscar a quién hacerle compañía, para luego no permitirle tomar cartas en ningún asunto, porque el miedo siempre estará presente.
Con su máscara de colores, aparecerá la crueldad intentando ser simpática y complaciente, para aprovechar el menor descuido con tal de que alguien tropiece, caiga o se detenga. Su principal cometido será desgarrar el alma.
La obstinación y la necedad andarán de la mano, y así, sin dar el brazo a torcer, intentarán seducir a sus presas, que una vez en su compañía no detendrán su paso ni oirán razones.
La mentira y el engaño, primos hermanos, uno detrás del otro, caminarán haciéndose compañía, y aunque son buenos para esconderse, suelen a la larga ser descubiertos cuando menos lo esperan.
Y no querrá compartir, ni su tiempo, ni su asiento, la avaricia. Ella permanecerá de pie y si es posible descalza para no gastar sus zapatos. No se apiadará de nada, ni de nadie, su insensibilidad la mantendrá inmune a todo.
También nos toparemos con la ingratitud, desconforme con todo, no habrá situación, personaje, ni lugar que le convenga, todo tendrá su punto en contra, y con su amargura intentará penetrar para hacer cómplice de su negatividad a todo aquel con quien se tropiece.
Detrás de la ingratitud, el negativismo caminará rápido, con su sobretodo oscuro y su paraguas en mano, anunciando mal tiempo con mala cara.
Incapaces de perdonar, ni olvidar, aparecerán el odio y el rencor, que intentarán convencer que es necesario siempre mirar hacia el pasado, con obstinación y sin ánimo de crecer ni superar las etapas vividas.
En un intento por no dejar nada sin criticar surgirá la envidia, solapada, artera, mirará de reojo a todo quien pase a su lado. Inventará cuentos, intrigas, y quizás hasta haga cómplices de su maldad al engaño y a la mentira.
Ya cansada de sonreír y criticar en forma simultánea se verá pasar a la hipocresía, que quiere quedar bien con dios y con el diablo.
Llena de razón, con la furia de las tempestades surgirá la agresividad, y a su lado la ira será una gran aliada.
Cargada de humedad, calor y desidia surgirá la pereza, dejando inmóviles y casi sin aliento a sus víctimas.
Y con ojos maliciosos, perversos y mezquinos surgirá la lujuria, vestida con encajes finos, sugerentes, intentando seducir a quien pase a su lado, sin respetar edad, sexo, estado civil, profesión, oficio, nivel social o económico, para ella no habrá impedimento alguno.
También serán invitados al banquete insaciable de la gula, quien prepara todo tipo de alimentos, pues para ella todos son irresistibles y saben a poco.
De esta forma, todos los defectos se harán presentes, tocarán distintas puertas, pero serán parte de nuestra existencia. Y en la convivencia, intentaremos en reiteradas oportunidades, señalar los defectos de los demás, intentando ayudarlos, pero muchas veces olvidando que nosotros también tenemos los nuestros, lo importante es animarnos a descubrirlos y ser capaces de afrontarlos.
Precisamente, desnudar los defectos significa conectarse con nuestro lado oscuro, que aunque lo queramos negar es parte del ser humano. Y es que la vida se conforma de una balanza donde el bien y el mal están presentes, donde las fuerzas opuestas y complementarias son parte de la existencia. Sin embargo, el ser humano es consciente de un pequeño porcentaje de sus defectos, la gran mayoría permanece a nivel inconsciente, guardados bajo llave, de modo de poder justificar y evadir aquello que no queremos o podemos asumir.
Los defectos forman parte de todas las personas y son tan antiguos como el mundo. Y como seres humanos, tenemos acentuados algunos más y otros menos, lo importante es saber donde aprieta nuestro zapato, para poder entonces tomar contacto con ellos, y si es posible superar alguno para vivir en mayor armonía. De este modo, apelando a nuestra inteligencia y a nuestra fortaleza podremos descubrir parte de esos defectos que escondemos a diario sin tener demasiada consciencia de ello.
El tener conocimiento de la existencia de nuestros defectos no es lo mismo que ser conscientes, pues en este caso se trata de una actitud en la cual ponemos todos nuestros sentidos y nuestra razón a funcionar para tomar contacto con una realidad que muchas veces es dolorosa, difícil de aceptar, y por ello, nuestro inconsciente se ocupa de ubicarla en el lugar donde menos molesta.
Siempre es más sencillo reconocer cualidades que defectos, porque ellos conllevan a asumir que somos imperfectos y que en algunos puntos fallamos. La mayoría de las personas tendemos a esconderlos en un mero afán de no culpabilizarnos o por no reconocer que así somos.
Ese primer paso es ser leal con uno mismo y asumir cómo somos, de este modo podremos brindarnos a nuestros semejantes con transparencia y honestidad, por supuesto dentro de lo que nuestra propia consciencia nos permita.
En un mundo donde los defectos predominan, y las virtudes escasean, no es excusa suficiente para detenernos y no intentar cambiar, aunque esta decisión quizás sea dura y compleja, merece la pena el intento, porque “más se perdió en el diluvio”.
El intentar reconocer nuestras debilidades, y dejarlas al desnudo, es el primer paso, luego en un lento proceso asimilaremos ¿qué es posible cambiar?, o al menos modificar de tal forma que nuestra vida sea más grata.
Casi siempre es más sencillo como dice el refrán “ver la paja en el ojo ajeno” que en el propio. Y es que cuando miramos a quienes nos rodean es fácil convertirse en jueces, pero cuando los que debemos ser juzgados somos nosotros mismos, las cosas se complican, surge entonces una mano blanda, cargada tantas veces de compasión y miramientos.
Y al ser benévolos con nuestros defectos, en realidad los estamos enmascarando, escondiendo por miedo a desnudarlos. Quizás si invirtiera la pregunta y dijera ¿te animas a enumerar tus virtudes?, la respuesta sería más sencilla y espontánea.
En el caso de los defectos, generalmente nos acompañan de por vida, aunque con mucha paciencia y tesón se pueden corregir algunos, pero se debe estar más que convencido, y además poner todo de sí, con mucho esfuerzo, siendo consciente de querer cambiar.
Los defectos más notorios de nuestros días son la impaciencia, que aparecerá apresurada de la mano de la intolerancia y del egoísmo. El famoso “ya, ya” o “para ayer”, son expresiones muy corrientes de escuchar, pero si nos detenemos a pensar “sin calma, pero con prisa”, seguramente no llegaremos a un buen destino.
Y dentro de los cotidianos, surgirá la vanidad sentada junto al orgullo, ambos cargados de altanería viendo cómo el resto de los defectos caminan tras su presa, ellos están más que seguros de ya haberlos alcanzado.
La cobardía no se queda atrás, caminará rápida y solapada, escondiéndose detrás de cada árbol que encuentra para buscar a quién hacerle compañía, para luego no permitirle tomar cartas en ningún asunto, porque el miedo siempre estará presente.
Con su máscara de colores, aparecerá la crueldad intentando ser simpática y complaciente, para aprovechar el menor descuido con tal de que alguien tropiece, caiga o se detenga. Su principal cometido será desgarrar el alma.
La obstinación y la necedad andarán de la mano, y así, sin dar el brazo a torcer, intentarán seducir a sus presas, que una vez en su compañía no detendrán su paso ni oirán razones.
La mentira y el engaño, primos hermanos, uno detrás del otro, caminarán haciéndose compañía, y aunque son buenos para esconderse, suelen a la larga ser descubiertos cuando menos lo esperan.
Y no querrá compartir, ni su tiempo, ni su asiento, la avaricia. Ella permanecerá de pie y si es posible descalza para no gastar sus zapatos. No se apiadará de nada, ni de nadie, su insensibilidad la mantendrá inmune a todo.
También nos toparemos con la ingratitud, desconforme con todo, no habrá situación, personaje, ni lugar que le convenga, todo tendrá su punto en contra, y con su amargura intentará penetrar para hacer cómplice de su negatividad a todo aquel con quien se tropiece.
Detrás de la ingratitud, el negativismo caminará rápido, con su sobretodo oscuro y su paraguas en mano, anunciando mal tiempo con mala cara.
Incapaces de perdonar, ni olvidar, aparecerán el odio y el rencor, que intentarán convencer que es necesario siempre mirar hacia el pasado, con obstinación y sin ánimo de crecer ni superar las etapas vividas.
En un intento por no dejar nada sin criticar surgirá la envidia, solapada, artera, mirará de reojo a todo quien pase a su lado. Inventará cuentos, intrigas, y quizás hasta haga cómplices de su maldad al engaño y a la mentira.
Ya cansada de sonreír y criticar en forma simultánea se verá pasar a la hipocresía, que quiere quedar bien con dios y con el diablo.
Llena de razón, con la furia de las tempestades surgirá la agresividad, y a su lado la ira será una gran aliada.
Cargada de humedad, calor y desidia surgirá la pereza, dejando inmóviles y casi sin aliento a sus víctimas.
Y con ojos maliciosos, perversos y mezquinos surgirá la lujuria, vestida con encajes finos, sugerentes, intentando seducir a quien pase a su lado, sin respetar edad, sexo, estado civil, profesión, oficio, nivel social o económico, para ella no habrá impedimento alguno.
También serán invitados al banquete insaciable de la gula, quien prepara todo tipo de alimentos, pues para ella todos son irresistibles y saben a poco.
De esta forma, todos los defectos se harán presentes, tocarán distintas puertas, pero serán parte de nuestra existencia. Y en la convivencia, intentaremos en reiteradas oportunidades, señalar los defectos de los demás, intentando ayudarlos, pero muchas veces olvidando que nosotros también tenemos los nuestros, lo importante es animarnos a descubrirlos y ser capaces de afrontarlos.
Precisamente, desnudar los defectos significa conectarse con nuestro lado oscuro, que aunque lo queramos negar es parte del ser humano. Y es que la vida se conforma de una balanza donde el bien y el mal están presentes, donde las fuerzas opuestas y complementarias son parte de la existencia. Sin embargo, el ser humano es consciente de un pequeño porcentaje de sus defectos, la gran mayoría permanece a nivel inconsciente, guardados bajo llave, de modo de poder justificar y evadir aquello que no queremos o podemos asumir.
Los defectos forman parte de todas las personas y son tan antiguos como el mundo. Y como seres humanos, tenemos acentuados algunos más y otros menos, lo importante es saber donde aprieta nuestro zapato, para poder entonces tomar contacto con ellos, y si es posible superar alguno para vivir en mayor armonía. De este modo, apelando a nuestra inteligencia y a nuestra fortaleza podremos descubrir parte de esos defectos que escondemos a diario sin tener demasiada consciencia de ello.