LOS HUBO PEORES, MEJORES, PERO ÉSTE ES EL NUESTRO
El tiempo no se detiene, alberga todos los sentimientos, estados de ánimo y personas, no sabe de pausas, más bien de prisas. Los hubo mejores, peores, pero este es el nuestro; vivámoslo al máximo.
La frase de Jorge Manrique “que todo tiempo pasado fue mejor”, es realmente aberrante, nos condena a un porvenir cargado de negatividad, de falta de entusiasmo, de posibilidades, a un futuro vestido de luto.
Al respecto Víctor Hugo dice: “El futuro tiene muchos nombres. Para los débiles es lo inalcanzable. Para los temerosos, lo desconocido. Para los valientes es la oportunidad”.
Independientemente del momento que vivamos, transcurre, no se detiene, pero la duración de los minutos se hace proporcional al estado de ánimo. Es así, que cuando la dicha toca a nuestra puerta los minutos cabalgan raudamente, y por el contrario en los momentos difíciles y duros se hacen eternos.
En este camino es importante no perder la fe, Cervantes dice: “Confía en el tiempo, que suele dar dulces salidas a muchas amargas dificultades”, la esperanza siempre debe ser partícipe en este recorrido.
Mas el tiempo no discrimina, cobija a todos: la paz, la guerra, la felicidad, la tristeza, el odio, el amor, la calma, la meditación, el enojo, la ira, la risa la esperanza, la congoja, la alegría, los celos, las pasiones, el perdón…; no le importa raza, lugar, clase social o edad, pasa e invita a todos a no detenerse, pues no sabe de esperas, por eso vivámoslo a pleno, y saquemos de él la mejor partida.
Sin embargo, es importante ser realistas y reconocer donde nos encontramos ubicados: en un mundo cargado de problemas, de adversidades y de contratiempos, a los que debemos hacer frente como lo hicieron nuestros antepasados. En la historia de la Humanidad se han vivido momentos muy críticos, pero nuestro tiempo es este, aquí y ahora, con los problemas y crisis actuales.
Y cuando hablo de ser realistas, no significa ser derrotistas, no es lo mismo. La persona realista enfrenta lo que le toca vivir, analiza lo que ocurre con detenimiento, precaución, a la vez que prevé que hacer para encarar lo que le toca vivir.
También es común idealizar los tiempos, recordando tan sólo lo que nuestra mente selecciona y trae, adornando de tal forma los recuerdos que surgen casi perfectos, pues ella se ha encarga de recuperar lo que le provoca alegría, y al aparecer la añoranza se produce una mezcla explosiva llegando al presente en estado casi perfecto. Pero para ser sensatos, pocas cosas alcanzan la perfección en la vida.
Y es algo muy negativo para los más jóvenes cuando escuchan a los más quejumbrosos decir que esta época es horrible, porque se han perdido los valores y porque está todo acabado. Pero lo cierto es que no lo está, las situaciones de vida pueden haber cambiado, pero las personas siguen teniendo sentimientos, valores y virtudes rescatables. Y por más que los valores hayan sufrido cambios, ello no significa que no podamos recuperar lo que ha quedado perdido por el camino, del mismo modo que incorporar todo lo que suma y aporta al diario vivir.
Me parece que lo nos aleja de ver con entusiasmo el tiempo que nos toca vivir, es el pesimismo que nos gana, la negatividad que nos asedia, y no deja paso a la positividad tan importante para no perder la fortaleza, el dinamismo y la alegría de vivir.
Y parafraseando a nuestro querido Mario Benedetti debemos “defender la alegría como una trinchera, defenderla del escándalo y la rutina, de la miseria y los miserables, de las ausencias transitorias y las definitivas”.
Ahora es nuestro momento, el de ser nosotros mismos, el de soñar, el de crecer, de mirar al futuro, de velar por los que vendrán, y por los que están. Es aquí en este preciso instante que podemos cambiar lo que vendrá, de nosotros depende el porvenir.
Y reflexionando sobre nuestro tiempo y lo que nos toca vivir, comparto una frase de José Ingenieros que nos invita a observar detenidamente cuál es nuestro destino. Dice Ingenieros: “Los hombres y pueblos en decadencia viven acordándose de dónde vienen; los hombres geniales y pueblos fuertes sólo necesitan saber a dónde van”.
Por todo esto, los invito a mirar nuestro tiempo con una mirada realista, autocrítica, sin dejar de sonreír y bregar por todos los cambios que sean necesarios, con entereza, fuerza y compromiso.
Asimismo, nuestro tiempo es uno de los bienes más preciados en estos días. Los seres humanos vivimos corriendo, estresados, intentando estirar los minutos como un elástico, pero por más que hacemos el día tiene 24 horas. Este es el gran dilema de nuestro tiempo actual.
Y ahondando sobre la escasez de los minutos, transitamos en un mundo que no sabe de tiempos, pero si de prisas y de apuros, surgen trabajos para ayer y un sinfín de tareas para mañana. Donde cada vez son más las cosas por aprender, compartir y hacer.
Es un dilema al que nos enfrentamos la mayoría de las personas hoy en día, que trae aparejado estrés, dolencias físicas y psíquicas que repercuten en el rendimiento y en el estado anímico.
Por lo tanto, es necesario comprender que el tiempo es finito, y también que nuestro organismo tiene un límite. Este es el primer paso para tomar conciencia de que debemos administrar nuestro tiempo, la forma de hacerlo es priorizar nuestros fines o metas.
Una vez identificadas las prioridades, es más sencillo distinguir que cosas nos urgen, y cuáles ocupan un “tiempo muerto”, en el que realmente desperdiciamos los preciados minutos del día.
En esta tarea de concientización de nuestro tiempo, es importante delegar tareas a personas que sean de nuestra confianza. Aunque, este punto es algo difícil de asimilar, pues nos sentimos indispensables, pero esto no es así.
Por otra parte, es imprescindible incluir en este tiempo escaso, un lugar para nuestros amigos, familiares y seres queridos, pues el cultivar las relaciones personales son los mejores minutos utilizados en nuestras vidas. Momentos que nos colman de energía, alegría y ánimo para enfrentar lo que nos depara el destino.
Aunque no es sencillo de administrar, es un requerimiento que debemos asumir para vivir en armonía con la vida moderna, en la que el reloj ha acelerado sin piedad y en la que vivimos sin tiempo.
Y cabe recordar cómo definió Shakespeare al tiempo, porque esa definición continúa vigente, “el tiempo es muy lento para los que esperan... muy rápido para los que tienen miedo... muy largo para los que se lamentan... muy corto para los que festejan. Pero... para los que aman... el tiempo es eternidad”.
Finalmente, recordemos que este es nuestro tiempo, acotado, escaso, el de hoy y el de mañana, por lo tanto contagiemos entusiasmo, trabajo y ganas para que cada día sea un mejor día.