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EL GRUPO DE LAS NUEVE

Con el aire entrecortado llegan a la consulta, con ropa cómoda y todos los papeles en mano se van reuniendo el grupo de las 9. Con el correr del tiempo las caras se hacen familiares, los más extrovertidos ya han contado gran parte de su peripecia vital, y día a día continúan ese cuento en el que se van hilando diferentes acontecimientos. Los une la terapia del dolor y la esperanza de saber que van a aliviarse.

El aire acondicionado es muy potente, la espera se hace muy fría es como si lentamente se fueran congelando los minutos que servirán de relax y confort. Paulatinamente se van poblando los diferentes boxes, cada paciente es conectado al aparato correspondiente para recibir el tratamiento para aliviar su dolencia. Un silencio agradable invade la sale, sólo se escucha la conversación entre los pacientes y los especialistas que reciben con una energía muy especial a todo el que llega al lugar. No parece ser la sociedad médica de siempre en la que todo es no, en la que todo hay que autorizar o esperar una vida para conseguir que te tengan en cuenta, parece otro lugar, los funcionarios que trabajan aquí son personas sensibles, empáticas y muy amables, no lo puedo creer como tampoco las personas que me rodean, comentan lo mismo este lugar es una maravilla.

Son fechas en las que todos queremos estar bien, porque se acaba el año, la familia y amigos se reúnen y aún nos quedan un sinfín de cosas por hacer, pero cuando la salud nos juega una pasada todo parece cambiar la perspectiva, y ya lo que veíamos de determinada manera lo logramos ver de otra muy diferente. Entonces atemperamos las ideas, calmamos los ánimos y nos disponemos a hacer lo que podamos sin resistencias admitiendo en dónde estamos parados. Creo que esta es la parte más difícil admitir en  una dolencia, o un impedimento, para luego seguir con las limitaciones del caso.

A este grupo de las 9 nos une la ilusión de salir adelante, de sentir que es posible un cambio o una mejoría. Con la paciencia sentada a nuestro lado nos reunimos día a día, venimos de diferentes lugares con esfuerzo y sacrificio, pero con el anhelo intacto de mejorar. No es en vano la buena energía y disposición de los especialistas en terapia del dolor son gente que se abre a vibrar en una sintonía muy diferente.

Un grupo heterogéneo con gente más joven y gente mayor, porque el dolor no sabe de edades u etapas y los problemas de columna aquejan a un gran porcentaje de nuestra población, aquí y a nivel mundial. Destellos de sufrimiento marcan los semblantes que luego del encuentro se ven más distendidos. Algunos rostros denotan no haber tenido una buena noche, pero aquí están a la espera de continuar el tratamiento para que el dolor desaparezca.

Es como para escribir un libro, enterarse día a día de los integrantes de este grupo que día a día se abren a contar pequeños episodios de sus días. Una señora muy conversadora vive en la Fortaleza del Cerro de Montevideo en una casa muy pintoresca según ella describe, con una vista privilegiada, se levanta muy temprano y comienza horneando panes caseros para después despertar a su marido con el desayuno servido. Con su relato nos ha llevado por diferentes puntos del país, por su vida y por sus ancestros, a través de sus palabras contagia energía y buen ánimo al resto del grupo. Pero no todos son tan extrovertidos, algunos escuchan atentos y asienten a su relato mientras disfrutan de los cuentos que hacen más llevadera la espera.

El grupo de las 9 seguirá congregándose en la sala de espera, irá tejiendo nexos, descubriendo historias, y sorprendiéndose en un recinto en el que jamás pensó encontrarse y a través de un tratamiento lo han hecho. Se continuarán encontrando mientras dure el tratamiento y se llevarán día a día lo mejor del grupo y una excelente energía en pro de mejorar. Evidentemente, el grupo se irá renovando, y quien en un desatino llega con la energía descontrolada logrará luego de unos minutos sintonizar con la armonía vibrante para así encaminarse en la mejor terapia.

Andrea Calvete

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