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LA SOLEDAD ¿UN MAL O UN BIEN NECESARIO?

Si bien es necesaria, para encontrarnos con nosotros mismos, también es un gran enemigo que mantiene a muchas personas, tristes, aisladas, amargadas, en total estado de depresión. Como seres sociales, necesitamos el contacto con nuestros semejantes, entonces ¿cómo lograr ese justo equilibrio para que no pase a ser una piedra en el camino?

Y no se debe confundir soledad con estar solo. Cuando uno está solo es porque se aparta voluntariamente, por diferentes razones, pero con la conciencia de querer hacerlo. Y aquí también surge algo que se nos ha inculcado y es que para “ser felices” debemos estar en pareja, formar una familia, conquistar un oficio o profesión, lograr un buen puesto de trabajo, aspirar a tantas cosas… y tantos patrones pre-establecidos que distan mucho de estar bien con nosotros mismos, y que nada tienen que ver con estar solos. También cabría recordar aquel dicho que dice “más vale estar solo que mal acompañado”.

La soledad es una experiencia subjetiva por naturaleza, porque las personas pueden sentirse solas aún estando acompañadas, porque no son comprendidas, escuchadas, aceptadas o simplemente porque no concuerdan con el entorno social que las rodea.

La educación va a jugar un rol preponderante a la hora de toparnos con este personaje, que si bien muchas veces luce ropas lúgubres, ocupa espacios fríos y húmedos, en otros momentos suele ser una compañía grata para poder llegar a un puerto seguro. Y el modo como seamos educados es lo que nos permitirá enfrentar los diferentes desafíos que nos presente la vida, y si estamos bien parados posiblemente hagamos frente a todos los avatares, y no necesitemos evadirnos en nuestro propio hermetismo, o simplemente en una soledad que oficie como refugio.

Al comparar el concepto occidental de soledad y el oriental vemos una distancia prácticamente insondable. Mientras que en occidente la soledad significa carencia de compañía y se complementa por distintos estados bastante perjudiciales para el ser humano, como son: la tristeza, el aislamiento, la retracción, falta de autoestima… En oriente implica un encuentro con uno mismo, con revelar nuestra verdadera esencia, porque para poder compartir todo lo que existe en nuestro interior, primero lo debemos descubrir.

Y desde esta dicotomía partimos a hablar de soledad, entonces, ¿cómo lo que para alguien puede ser algo tan bueno, para otros signifique tanto sufrimiento? Para Bécquer “la soledad es el imperio de la conciencia”, y aquí se acerca al significado oriental de este término tan polémico.

Según Buda “tu peor enemigo no te puede dañar tanto como tus propios pensamientos. Ni tu padre, ni tu madre, ni tu amigo más querido, te pueden ayudar tanto como tu propia mente disciplinada”, y es que para poder lograr una mente armónica, es necesario cierto espacio con uno mismo, es imprescindible reflexionar y hablar con nuestro yo interno.

Mas, quien sufre realmente la soledad, me dirá que poco le importa lo que piensen los demás al respecto, y desde ese dolor, sufrimiento, es válida esta afirmación. Ahora veamos ¿por qué tantas personas viven en completa soledad?, a pesar de estar rodeados de familiares, compañeros de trabajo y amigos, ¿dónde radica el problema?, ¿cuál es el punto de partida de ese aislamiento? Y quizás la frase de Ralph Burche sea una primera respuesta a estas preguntas cuando expresa: “Me encuentro solitario cuando busco una mano y sólo encuentro puños”.

Día a día frente a diferentes circunstancias que nos tocan vivir, se nos cierran puertas, aparecen puños, insultos, gritos desmedidos, retiros de saludos, porque algunos se creen con derecho a hacer lo que les plazca, olvidando que viven en sociedad y existen ciertas normas de educación y de convivencia que no son posible dejar pasar por alto.

Y producto de estas formas de reaccionar, muchas personas se aíslan porque prefieren vivir en soledad, que ser agredidos sin razón o motivo. Aunque la agresión no se justifica como modo de luchar por lo que se quiere, quien lo hace equivoca el camino, y es así que vivimos en una sociedad donde priman altos niveles de agresividad.

Pero, lo lamentable es cuando las personas encuentran a la soledad a su lado sin buscarla, sin querer que ella les haga compañía. Y aparece allí, luego de que se va un ser muy querido, cuando se sufre una pérdida importante, ya sea en el ámbito de trabajo, en el hogar o en la rueda de amigos, no importa dónde, lo que interesa es que perdimos a alguien o algo que realmente era fundamental en nuestras vidas. De este modo, insertos en la tristeza, en el desconsuelo los seres humanos reaccionamos de maneras muy diferentes.

Algunas personas frente a grandes pérdidas, sacan fuerzas de dónde no las tienen y se levantan a pesar de todo y siguen hasta lograr superar lo que les ha sucedido. Sin embargo, otras caen en la melancolía, en la depresión, y se refugian en la más absoluta soledad, en compañía tal vez de un vaso de bebida o alguna droga que les aletargue ese dolor.

Y el perder a una persona que han significado mucho en nuestras vidas, es un hecho que resulta irremplazable, porque cada persona es única y especial, pero, también cabe resaltar lo bueno que nos ha dejado esa persona , lo que hemos compartido, aprendido, porque en nuestro corazón siempre podrá estar presente. Por supuesto acompasando el duelo que signifique esa pérdida, la cual deberemos enfrentar en forma inevitable, de acuerdo a nuestros tiempos.

Y existe un proverbio que dice que “saber escuchar es el mejor remedio para soledad”. Tantas veces no somos capaces de prestar atención a un buen día, a una disculpa, a una explicación, a esos diálogos que aunque parezcan insignificantes son parte natural y esencial para que los seres humanos nos entendamos.

El aislarnos, abstraernos a nuestro pequeño escondite, en parte es consecuencia del mundo que nos toca vivir, cargado de información, tecnología, globalizado, urbanizado, sumamente desarrollado, por momentos desleal, donde los proyectos laborales cada vez se hacen más impersonales, y entonces surge esa actitud del miedo al rechazo, de retracción, y de buscar un lugar donde todos estos agentes que día a día nos agreden de alguna manera se hagan más llevaderos.

Erich Fromm, sostiene que el hombre para no sentirse excluido, solo, debe seguir determinados patrones, aunque destaca la necesidad de cuestionar, reflexionar, y aceptarlo luego de un proceso analítico y crítico. Entonces, expresa: “Si soy como todos los demás, si no tengo sentimientos o pensamientos que me hagan diferente, si me adapto en las costumbres, las ropas, las ideas, al patrón del grupo, estoy salvado; salvado de la temible experiencia de la soledad. Los sistemas dictatoriales utilizan amenazas y el terror para inducir esta conformidad; los países democráticos, la sugestión y la propaganda”.

Finalmente, vivimos en un mundo sumamente individualista, competitivo, donde el poder es la llave del éxito, y todos debemos correr detrás de él. Y pronto nos vemos atrapados en esa vorágine en el que poco importa ¿quiénes somos, qué queremos o anhelamos?, somos parte de un sistema que tiene que funcionar en forma automática, eficiente, sin perder una gota de interés, porque el dinero lo mueve todo. Pero, el corazón de las personas no se mueve con dinero, se mueve por los afectos, por los sentimientos, y si bien cubrir nuestras necesidades básicas es primordial para cualquiera, dentro de ellas debemos incluir las necesidades del alma que en este mundo tan materializado parecen haberse olvidado.

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