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MÁS JUNTOS Y SEPARADOS QUE NUNCA


La virtualidad nos tiene más juntos y separados que nunca. Que dura contradicción a la que nos enfrentamos, por decisión, por imposición, o quizás por ser parte de este mundo en el que capturar el momento en un aparato sea más importante que vivirlo realmente.

Lejos queda aquel famoso CARPEDIEM, que nos invita a vivir el momento a aprovechar cada instante, cuando nos obsesionamos por capturar cada minuto en el celular, o compartir cada cosa que nos pasa en las redes sociales. Y nos alejamos de disfrutar lo que está sucediendo lo dejamos escapar como arena entre las manos.

Cuando decidimos irnos unos días de vacaciones no importa el lugar, y miramos a nuestro alrededor vemos la gente enajenada con sus celulares compartiendo fotos, chateando, y no disfrutando del mar, del cielo, de los árboles, y lo más importante de sus seres queridos que lo acompañan, o quizás de disfrutar consigo mismo ese merecido descanso.

En esta era de la tecnología somos rehenes de lo que sucede en la pantalla del celular o de la computadora, es la virtualidad la impera como si fuera lo que nos otorgara bien estar vital y de este modo nos alejamos de esa realidad de vida.

Sin ir más lejos me puse a observar varias parejas que se pasaron todo el día sin hablarse, pero no hacían más que tomar fotos a lo que bebían, al paisaje, a si mismos y las subían a sus redes como si lo estuvieran pasando de maravillas, cuando en realidad no hubo una palabra, muestra de cariño que mediara entre ellos durante la jornada y me pregunté: ¿A dónde estamos llegando, esta es la realidad que nos toca vivir o la elegimos y aceptamos sin más?

Y no puedo dejar de destacar algo que me parece incomprensible, les hablo de la contaminación sonora que habita en los lugares naturales, producto de la mala gestión de ciertos hoteles, paradores de playa… que ponen su música a todo lo que da sin respetar que quizás quien eligió ir allí es para conectarse con la naturaleza. Ni que hablar que la música que impera dista mucho con la conexión armónica y pacífica del descanso.

Es triste dejar escapar ese momento en el que tenemos para compartir en familia, en pareja, con amigos, con gente por conocer, tras la conexión con las pantallas y las fotos que si bien pueden ser maravillosas no podemos permitir que acorten y opaquen el presente.

El presente ha perdido valor real en la medida que la tecnología toma el timón de nuestro tiempo, tan valioso y necesario. Algunas veces pienso que estamos tan enroscados en problemas que nos alejamos de querer estar unos días tranquilos para no intentar resolverlos y aquietar la mente.

Es que el tiempo que nos toca vivir no quiere que aquietemos la mente, nos esclaviza a que consumamos lo que nos quieren vender, su música, sus productos, sus gustos, sus normas, que quizás estén muy lejos de lo que realmente deseamos o nos gusta, pero tampoco nos da la opción de que pensemos porque dice un viejo refrán que “quien piensa pierde”. Pero por el contrario pensar es lo que nos hace ser libres, tomar decisiones conscientes y precisas.

Elegir lo que deseamos en nuestros días es una tarea personal que no podemos permitir que nadie ni nada lleguen para señalarnos qué rumbo tomar, cómo vivir nuestro tiempo tan importante y vital, en el que los minutos son lo más valioso que tenemos y debemos aprovecharlos al máximo de la mejor manera.

Andrea Calvete

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