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EL VIENTO QUE AGITA NUESTRA MENTE


El viento que agita nuestra mente se viste de deseos, de expectativas, se perfuma de ansia e inquietud mientras los minutos se diluyen en el mar de la vida. Aferrados a lo que esperamos y nos ponemos como meta, nos sostenemos del mástil de la esclavitud, de las cadenas de la necesidad, sin disfrutar del aquí y ahora, de ese devenir que transcurre y nos invita a ser parte.

En un abrir y cerrar de ojos, nos damos cuenta de que ha pasado una década, y otra… y cuando queremos ver se nos escapan los años de las manos, y como un puñado de arena los intentamos atrapar, pero no es posible, se deslizan y fluyen. Los que no fluimos somos nosotros que estamos estancados con preocupaciones, anhelos, y observando la sombra de la vereda vecina que parece ser más fresca que la nuestra.

El viento que agita nuestra mente nos ha enseñado a no soltar, a mantenernos aferrados a recuerdos, a nexos innecesarios, a situaciones y personas superfluas, a datos que realmente no son de nuestra incumbencia. Pero allí estamos atestados de problemas, de compromisos, de exigencias innecesarias, que si nos detenemos a pensar no nos aportan nada más que dolores de cabeza.

Más con el correr del tiempo comprendemos que cuanto más liviano de equipaje más fácil se hace el trayecto y también más disfrutable. “Son aquellas pequeñas cosas las que nos dejan tiempo de rosas”, pero hay que estar abiertos a percibirlas a aprovecharlas, para sentirnos parte de ese preciso momento que habita majestuoso invitándonos a inspirar profundo y exhalar para poder meditar unos instantes al menos y sentirnos plenos.

El viento que agita nuestra mente se viste de deseos, de expectativas, se perfuma de ansia e inquietud mientras los minutos se diluyen en el mar de la vida. Aferrados a lo que esperamos y nos ponemos como meta, nos sostenemos del mástil de la esclavitud, de las cadenas de la necesidad, sin disfrutar del aquí y ahora, de ese devenir que transcurre y nos invita a ser parte.

Andrea Calvete

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