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EL AFILADOR


El silencio de la mañana me sorprendió con el silbato del afilador, hacía años que no lo escuchaba, la tranquilidad del feriado me llevó a los dulces recuerdos de la niñez. Reparé en que todavía era una profesión vigente, tan llena de anécdotas y de emociones, los olores de las mañanas de verano llegaron a este invierno que dará pronto paso a la primavera.

Día a día a mitad de mañana el afilador pasaba en bicicleta a ritmo suave, mientras su silbato lo anunciaba . Cada tanto algún vecino lo paraba para que afilara las cuchillas, rato en el que dialogaban largo y tendido. Si bien pasaba todo el año, el verano ha quedado marcado en mis recuerdos, posiblemente porque era la época del año que más disfrutábamos, jugando a la paleta en la calle, o andando en bicicleta, o disfrutando de un día de sol sin reparos… porque la niñez tenía eso, no había preocupaciones, sólo la alegría del día a día de jugar y compartir con los amigos del barrio, ¡qué épocas!

En mi casa mi papá afilaba él artesanalmente todos los cuchillos, era muy habilidoso, sin embargo, no todos los vecinos tenían esa suerte, y para alegría del afilador había mucho trabajo a diario y charlas por compartir.

Parece increíble en este siglo XXI que todo se usa y se descarta que existan aún los afiladores para afilar tijeras, cuchillos, navajas o cualquier elemento de corte. Muchos años atrás solían también arreglar paraguas. La bicicleta o motocicleta en su parte trasera posee un esmeril mecánico con una piedra de afilar que ha ido evolucionando y perfeccionándose.

El tiempo parece haber retrocedido a través del encuentro con el afilador que continúa en el corazón de quienes ya tenemos unos años, y es parte de lo que fue nuestra niñez y juventud, de aquel tiempo que ha quedado atesorado en nuestro corazón y con él tantas emociones vividas.

Andrea Calvete  



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