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OBJETO TAPABOCAS


Si algo nunca se me había pasado por la cabeza es que en la cuerda de la ropa colgarían tapabocas recién lavados como una prenda más dentro de la indumentaria del diario vivir. Los veo allí secarse al sol, mientras el aire húmedo los balancea. ¡Qué paradoja que ese adminículo salvador de contagio, tan asfixiante e incómodo, se encuentre libre disfrutando de los altibajos de este febrero en el que tras un chaparrón sale el sol!

Objeto que ha llegado como aliado en el combate del Covid-19, de uso obligatorio en ciertos lugares cerrados, de diferentes materiales y diseños, se ha instalado en nuestras vidas sin que tengamos derecho a cuestionarnos si nos falta o no el aire, si nos brotamos o si nos pica la nariz, el hecho es que hay que usarlo.

Los llevo a los comienzos de la Pandemia cuando sólo se recomendaba el uso al personal de la Salud, y además eran descartables y carísimos. Desde luego, con el transcurso del tiempo su uso se generalizó, el costó bajó y también surgieron los reutilizables.

No sé a Ustedes, pero a mí no me gusta hablar de tapabocas, siento que me falta aire y que la voz proviene como de una caverna, no estoy en contra de su uso al contrario lo apoyo, pero reconozco que es incómodo más cuando se lo usa correctamente y la nariz queda en el interior del tapaboca.

Las cosas que nunca se nos pasan por la cabeza realmente son las que nos sorprenden, las que nos conducen hacia otros parámetros o nos posibilitan otras perspectivas. Son las que llegan para promover un cambio. Sin embargo, no deja de sorprenderme este momento casi de ciencia ficción que está viviendo la humanidad y que nos hace replantearnos tantas cosas, cuestionarnos, reinventarnos y ¿por qué no redescubrirnos? Todo esto, sin olvidar que por un largo tiempo seguiremos usando tapabocas.

Andrea Calvete

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