EL HILO ROJO
A veces se viste solemne, busca en su guardarropa antiguos trajes con olor a naftalina y humedad, cree que es la mejor forma de entrar en contacto con dos seres que atesoran respetar horarios y cumplir ciertas formalidades. Entonces, se peina con gomina y un perfume penetrante le abre camino. Sin embargo, cuando decide conectar a dos bohemios improvisa coloridos atuendos y se perfuma con notas silvestres, sabe que para ellos lo importante será despeinar al momento con la mayor informalidad posible. Desde luego, conecta a cualquier tipo de persona no le importa demasiado si compatibilizan o no, pues confía que a la larga su propósito de encontrarlas tendrá un verdadero sentido, más allá de que a primera vista parezca incomprensible.
Quién no se ha encontrado con alguien que no esperaba que llegara a su vida ni por sueños, una persona a la que jamás había visto y con la que tendría escasísimas posibilidades de cruzarse. ¿Casualidad o causalidad? En principio, difícilmente aparezca una respuesta, más pasado el tiempo el rompecabezas comienza a encajar para develar las causas por las que esta persona ha llegado a esa puerta.
Un hilo rojo invisible, fuerte y suave conecta a aquellos que están destinados a encontrarse, sin importar el tiempo, lugar o circunstancias. El hilo se puede estirar, contraer o enredar pero nunca se romperá, quizás un aroma los lleve a tropezarse, la pérdida de un ómnibus, o el haberse quedado dormidos, o llegar tarde al trabajo, o quedarse distraídos absortos en la nada. Lo cierto es que el hilo rojo del destino se las ingenia para que sus propósitos sean cumplidos.
Andrea Calvete