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URÓBOROS CIRCUNDA AL TIEMPO

Delicadas notas musicales acompañan el movimiento circular del tiempo, mientras la melodía envuelve a los pensamientos, los invita a peregrinar sin descanso. Con los pies descalzos decide realizar el trayecto para sentir cada pequeña piedra o arista en las plantas de sus pies. Posiblemente, a esta altura se ha vuelto insensible a los estímulos, con la visión disminuida por el esfuerzo de tanto mirar y poder hacer muy poco.

Si bien una sensación de paz llega al inspirar profundo ha quedado poco espacio para los recuerdos que aún deben habitar, para ser reconstruidos y restaurados por sus manos llenas de callos y cansadas de tanto trabajar. Suenan oxidadas las palabras, cargadas de hastío y de descreimiento, en medio de alguna perdida y lejana imagen de felicidad que se aproxima por momentos.

Homero ha entrado a la década de los sesenta algo preocupado por su porvenir, por ese declive que lentamente los años hacen sentir a cada célula del organismo, como quien cobra peaje por el tiempo transcurrido. Sin embargo, el tiempo no ha logrado arrancar de su corazón esa bondad que desbordaba en cada uno de sus actos. La buena fe, honestidad y honradez han sido fuertes pilares que lo han sostenido a la hora de enfrentar fuertes sudestadas, así cada arruga de su rostro denota a un hombre bondadoso y gentil.

El tiempo continúa, nada lo detiene; las sensaciones intentan sorprenderlo, los sentimientos conmoverlo, las lágrimas purificarlo, las caricias retenerlo, pero corre como un caballo salvaje al viento sin que nada lo retenga. Así Homero a pesar de haber puesto todo de sí no logra comprender este accionar continuo y desenfrenado, al menos es lo que percibe al enfrentar su imagen al espejo y ver el despiadado paso de los años.

De pronto, una piedra le corta profundo la planta del pie; el dolor comienza a mezclarse con una extraña sensación de confusión de no saber dónde está, ni lo que hace. Al mirar al horizonte la neblina se hace más intensa y se encuentra encerrado en un inmenso laberinto, cuya puerta de salida parece lejana y ausente. Se detiene y cansado de andar decide recostarse debajo de un inmenso árbol, allí toma una siesta profunda para retomar luego el camino. Al despertarse una sensación diferente lo invade, ha ingresado en una dimensión desconocida, al principio inseguro comienza a dar sus primeros pasos. Aturdido y confundido continúa hasta toparse con Uróboros. Homero no sale de su asombro hasta que la serpiente le dice: “Todo tiene un ciclo en la vida, en la medida que finaliza uno comienza otro. Es hora de que asumas el continuo devenir del tiempo, no es posible detenerse, vive con alegría la parte del círculo que te toca vivir”.

Asimiladas estas palabras desaparecen la sensación de incertidumbre y desasosiego que lo invaden. Comienza a desdibujarse el laberinto. Tonos verdes y rojos se hacen presentes anunciando el principio y el fin de cada pequeño trayecto circular. El aire fluye intenso y puro como un amanecer en la cima de una montaña.

Andrea Calvete

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